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ABC MADRID 27-09-2016 página 3
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ABC MARTES, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA GALICIA, CORDURA Y TAREA POR JUAN SOTO En estos treinta y cinco años de historia autonómica los gallegos siempre se fiaron más de la moderación que de la destemplanza y pocas veces compraron la mercancía a los vendedores de crecepelos. Los esporádicos capítulos en los que la administración autonómica ensayó fórmulas de cierta promiscuidad de siglas y programas vacunaron a los ciudadanos gallegos contra esos engarces políticos ALICIA es un país muy viejo y, en consecuencia, muy sabio. La sabiduría nacida de la experiencia es casi siempre más consistente y de mayor utilidad que la sabiduría aflorada por inducción ajena o instigada por referencia de segunda mano. Por algo el dicho popular nos alecciona sobre la inutilidad de escarmentar en cabeza ajena. Y el mismo achaque fiar a otro lo que concierne a uno mismo acarreó tantos percances y contratiempos al príncipe que todo lo aprendió en los libros el protagonista de aquella comedia de Benavente, hace años imprescindible en las funciones infantiles de las compañías teatrales y hoy absolutamente olvidada incluso en los repertorios de los colegios de los chicos de la jet con natillas. De la inteligencia de los gallegos poco cabe decir que no se sepa: hacer el elogio de un pueblo capaz de inventar el arado romano, levantar la catedral de Compostela y mantener vivo un idioma proscrito durante siglos es no ya una ociosidad, sino una redundancia. Lo que tal vez sí proceda recordar al lector es que esa capacidad la de la intelección del mundo y las cosas carece de virtualidad provechosa si no va unida a otras que la complementen y la favorezcan. Porque la inteligencia tanto puede aplicarse a hacer el mal como a procurar el bien. De lo que aquí se habla, pues, es de la inteligencia remuneradora y fecunda; o, si se prefiere, de eso que algunos han llamado inteligencia colaborativa y otros, más modestamente, preferimos llamar inteligencia solidaria. En la historia reciente de Galicia, que viene a ser el tramo que transcurre, suceso más o menos, entre el 20 de octubre de 1981, fecha de las primeras elecciones autonómicas, y este 25 de septiembre, los gallegos se acogieron a dos pautas políticas con las que no les ha ido del todo mal. Son reglas forjadas en el pragmatismo y acreditadas en un empirismo de siglos. La primera nos avisa de que una cosa es predicar y otra dar trigo; y la segunda nos previene acerca de los riesgos que acarrea el hacer ciertas piruetas en el aire cuando se carece de red. Los experimentos, con los legos que dijo aquel abad mitrado de Samos cuando el médico pretendió curarle una gripe con un medicamento recién salido de los laboratorios. En estos treinta y cinco años de historia aulo inútil, lo positivo y lo negativo, lo justo y lo injusto. Como era de suponer, los ciudadanos tomaron nota de la amenaza y obraron en consecuencia: volvieron a otorgar su confianza a Núñez Feijóo, esta vez en porcentaje ampliado. Es el inconveniente que conllevan las peticiones de que la gente vote en conciencia, cuando quienes las formulan son candidatos con ínfulas mesiánicas: la gente les hace caso, en efecto, y vota en conciencia. Es decir, no los vota. No hay duda de que todo es mejorable, cómo no. Pero tan cierto es eso como que todo es empeorable. Y ante cualquier proposición de cambio que se nos haga es conveniente no dejarse embaucar por las quimeras de los iluminados, una especie política que en épocas de malestar social crece como los hongos en otoño. Recuérdese al respecto la amarga reflexión con que el buscón Don Pablos resumió sus zarandeados años: el infeliz cambió, sí... y fueme peor ero ningún resultado electoral debe servir de coartada ni para unos ni para otros. No hay mayorías, por apabullantes que sean, que eximan de responsabilidades y compromisos, ni hay minorías que incapaciten para el ejercicio de la crítica constructiva. En democracia, el éxito no concede carta blanca, ni habilita al que lo obtiene para desestimar propuestas ni tampoco para desoír reprobaciones. NIETO Sería lamentable que su victoria mayúscula produjese efectos alucinógenos en Feijóo, en sus mentores o en su partido. Porque, euforias al margen, lo cierto es que en Galicia queda mucho por hacer, mucho por mejorar y mucho por limpiar. Y en ese plan de aseo y progreso hay que incluir desde hábitos personales e institucionales a actuaciones políticas protectoras de los sectores más necesitados de atención presupuestaria: la enseñanza, la sanidad, los servicios sociales y, sobre todo, la lucha contra el paro, que el reelegido presidente Feijóo acaba de situar como objetivo prioritario para el próximo cuatrienio. Una tarea ingente, sin duda, que requerirá pactos, compromisos, concurrencia de esfuerzos y una inexorable lealtad al país por encima de intransigencias y mezquindades partidistas. Los retos enormes que tiene que afrontar la Galicia del siglo XXI precisan del esfuerzo de todos. Es un quehacer para el que nadie debe considerarse excluido, salvo los que quieran autoexcluirse. Porque en la tarea para la que la Galicia de 2016 convoca a los gallegos sin excepción sigue estando vigente aquel escueto llamamiento de Castelao, que no precisa traducción: Non lle poñades tachas á obra namentras non se remata. O que pense que vai mal que traballe nela; hai sitio para todos JUAN SOTO ES PERIODISTA Y ESCRITOR G P tonómica los gallegos siempre se fiaron más de la moderación que de la destemplanza y, sabedores de que con las cosas de comer no se juega, pocas veces compraron la mercancía a los vendedores de crecepelos. Los esporádicos capítulos en los que la administración autonómica ensayó fórmulas de cierta promiscuidad de siglas y programas (el gobierno tripartito PSOECG- PNG de González Laxe, cuando pasou o que pasou que sentenció Iglesias Corral, y el bipartito PSOE- BNG de Pérez Touriño) vacunaron a los ciudadanos gallegos contra esos engarces políticos, por desgracia más frecuentes de lo deseable y en los que los únicos argumentos de encaje son las fobias personales y los resentimientos universales. Ante la convocatoria del pasado domingo, los votantes gallegos entendieron claramente que se encontraban frente a una disyuntiva apenas sin matices: o lo posible o lo imposible, o la realidad o la ficción, o lo manifiestamente mejorable o lo abiertamente inalcanzable. Mudalo cambiarlo todo proclamó a modo de consigna y resumen programático el candidato de la opción populista soberanista (un potaje de más de ochenta mareas, riadas y siglas, conviene recordarlo) a la presidencia de la Xunta. Todo y sin matices: lo bueno y lo malo, lo provechoso y

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