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ABC MADRID 18-09-2016 página 62
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  • EdiciónABC, MADRID
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62 CULTURA DOMINGOS CON HISTORIA EN BUSCA DE UNA IDEA DE ESPAÑA DOMINGO, 18 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es cultura ABC FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR SÁNCHEZ- ALBORNOZ y España como enigma El historiador realzó los valores cristianos como gran aportación española a Occidente la pretendida ciencia social se atreve a despreciar con la insolencia de quienes confunden redactar un informe con aportar una obra digna a la cultura. Pero, sobre todo, ya no se escribe con esa mezcla de portentoso dominio de la documentación y de voluntad de comprensión global del proceso histórico con que hombres como Castro y Sánchez Albornoz forjaron su tarea. E ntre los debates más sustanciosos mantenidos en la posguerra española sobre el significado universal de la historia de España, brilla como pocos el que en- Obra cumbre frentó a dos intelectuales de igual es- Con una humildad que no iba acompatatura inmensa y de diverso estilo y es- ñada de falsa modestia, Claudio Sánpecialidad. De Américo Castro habla- chez- Albornoz decidió escribir una exmos en la anterior entrega de esta serie. tensa reflexión sobre la historia de EsA su interpretación del carácter de nues- paña que nunca se había atrevido a tro pasado colectivo respondió, en di- emprender en sus años mozos, a pesar ciembre de 1956, Claudio Sánchez- Al- de que se sintiera inclinado a ello, como bornoz, en un estudio España, un enig- nos lo confiesa, desde la lectura de Esma histórico que provocó no menos paña invertebrada Esperó a que sus impacto que el libro al que respondía. fuerzas estuvieran listas, a que sus No deja de producir una cierta melan- exigencias profesionales se hallacolía que dos profesionales de este ni- ran satisfechas, y entregó su obra vel pensaran sobre nuestra empresa cumbre urgido por la desazón que nacional en el destierro. Que estos hom- le generó el ensayo de Américo bres pudieran ser considerados parte Castro. El historiador castellade la Anti- España invocada por el régi- no, medievalista insigne, responmen victorioso para justificarse, debe- dió a las tesis de Castro poría avergonzar a todos los españoles, niendo especial énfasis con independencia de su opción en el en la existencia de una instante trágico de la Guerra Civil. historia propiamente españoBuena nota de su obra tomaron al- la desde mucho antes de la emgunos de los vencedores, y entre las presa reconquistadora iniciareacciones sobresale la que redactó An- da en el siglo VIII. España no tonio Tovar, con el doloroso sentimien- era fruto de la mezcla de tres to de pérdida que se apoderó de mu- culturas, sino de un impulso chos falangistas por el destierro de pa- previo, que mantendría su sustancia triotas de tal fuste. Pero lo que provoca fundamentalmente cristiana hasta bien una tristeza semejante es comproentrada la modernidad. Más allá bar que hoy a nadie parece de esta discrepancia, lo que importarle aquel debate importa es señalar una Orgullo tan vigoroso, muestra misma preocupación. En España, un de sabiduría y de comLo que deseaba Sánpromiso nacional. chez Albornoz, como enigma histórico Mientras se nos lo quiso Castro, fue subrayó la singular aturde con ejercicios evitar que la idea de pertenencia de España de identidad provinEspaña como realia un Occidente ciana; mientras se dad histórica cayera incomprensible sin subvencionan invesen manos de quienes, nuestra tigaciones destinadas faltos de preparación aportación a la glorificación clienprofesional, desorbitatelar de los gobiernos naran los elementos simbócionalistas; mientras nueslicos del nacionalismo por tros impuestos pagan la exaltadesconocer la suficiente historia ción de minucias localistas en pro del de una experiencia nacional. orgullo de estirpe de los nuevos caci España, un enigma histórico subques autonómicos, pocos recuerdan rayó la singular pertenencia de Espaaquellos titánicos esfuerzos llevados a ña a un Occidente incomprensible sin cabo por verdaderos intelectuales, que nuestra aportación. Una afirmación miraban la historia con la única pers- que se había descuidado por la caída pectiva total que puede interesarnos. en desgracia de los valores que EspaNo se escribe ya con aquel afán de ña encarnó frente al economicismo conexplicar un proceso constante, que su- tinental. En tiempos cruciales que la pere el tedioso recuento de datos ais- agotaron en hombres y riquezas, Espalados o el minucioso acopio de aconte- ña defendió nuestra civilización de la cimientos sin sentido. Ni se escribe tan amenaza islámica, creadora de Estabien, haciendo un ejercicio literario que dos que Don Claudio consideraba de poblaciones sumisas y cultura anquilosada. España trazó la unidad oceánica, una gesta que hoy es menospreciada sin calibrar lo que tuvo de inmensa navegación geográfica y espiritual. España, sobre todo, irrumpió en la Edad Moderna defendiendo un acervo ideológico que se enfrentaba a los efectos sociales y culturales de la Reforma protestante. Ahincada en la tradición católica universalista del cercano Medioevo, enraizó en el pasado la sociedad novísima, y defendió, frente a la razón, los fueros nunca caducos del espíritu, y frente a la moral del éxito, la fidelidad a un orden superior de valores Espíritu caballeresco Aquel pueblo formado en el clasicismo romano tensó su musculatura política y cultural en la lucha durante ocho siglos por recobrar el aliento cristiano para la civilización de Occidente. La fusión de lo espiritual y lo militar en un espíritu caballeresco que se justificaba por la búsqueda de un ideal cristiano, creó la densidad del misticismo, el contacto directo con Dios, pero también la fijación del hombre a una tarea redentora en esta tierra. No había salvación sin esfuerzo por preservar el honor de Dios. La existencia carecía de significado si no servía para defender la dignidad de las criaturas con independencia de su rango. Por ello, en las obras del Siglo de Oro destacaron los trallazos del orgullo, de la vergüenza y del honor que sentía cualquier individuo por el hecho de ser hombre y vivir su vida como cristiano. El cortocircuito de la modernidad dejó a España relegada, exhausta, derrotada en infinitas luchas por preservar unos valores desplazados por la avaricia, el absolutismo despótico y la desigualdad radical de los hombres. Al retirarse del centro de la historia universal, explicó Sánchez- Albornoz, España dejaba en el aire de aquella Europa de sectas religiosas apocadas y de tiranos amparados en la razón de Estado, la huella de su afán universal, de la unidad de la cristiandad, de los derechos del pueblo frente al monarca. Una huella que algunos, en estos días de espanto e ignorancia, parecen empeñados en borrar.

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