ABC MADRID 13-09-2016 página 44
- EdiciónABC, MADRID
- Página44
- Fecha de publicación13/09/2016
- ID0006601422
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44 CULTURA MARTES, 13 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es cultura ABC El día que los ángeles de Charles Manson acabaron con los sesenta La debutante Emma Cline novela en Las chicas los crímenes que ideó el psicópata Juan Miguel Villar Mir REUTERS DAVID MORÁN BARCELONA Sustituye a Eduardo Serra Juan Miguel Villar Mir, presidente del Patronato de la Fundación Ortega- Marañón ABC MADRID El Patronato de la Fundación Ortega- Marañón ha designado, a propuesta del presidente y del vicepresidente institucionales, José Varela Ortega y Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, a la Fundación Villar Mir, en la figura de su presidente, Juan Miguel Villar Mir, como presidente del Patronato de la Fundación Ortega- Marañón. En la reunión celebrada ayer, el patronato agradeció la excelente labor desempeñada por Eduardo Serra, que ha ocupado la presidencia hasta la fecha. La Fundación Ortega- Marañón emprende esta etapa con los objetivos de consolidar un modelo de excelencia, innovador, plural, liberal, transparente e independiente, en los ámbitos cultural, formativo, investigador y científico en Europa y América; difundir la vigencia del legado intelectual de José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, y subrayar su carácter de institución de referencia cultural. Juan Miguel Villar Mir es un empresario estrechamente vinculado al mundo de la universidad y la cultura. Doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y licenciado en Derecho, es miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la Real Academia de Ingeniería y miembro de honor de la Real Academia de Doctores. Es patrono de instituciones de gran relevancia, como la Fundación Princesa de Asturias y la Fundación Amigos del Museo del Prado. La Fundación Ortega- Marañón es una institución privada fruto de la fusión, en 2010, de la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Gregorio Marañón. Su labor se dirige a la promoción cultural, la formación universitaria de posgrado, el debate y la investigación en el ámbito de las ciencias sociales, las humanidades y la ciencia como cultura. En algún momento, antes incluso de que su primera novela fuese una realidad, a Emma Cline (Sonoma, California, 1989) ya se la conocía como la chica de los dos millones de dólares. Una referencia nada velada al cheque que la editorial estadounidense Penguin Random House entregó a esta jovencísima escritora como adelanto de Las chicas (Anagrama) y que, de ahí la inversión y viceversa, la ha convertido en uno de los fenómenos literarios más sonados de la temporada. Tanto es así que mucho antes de entregar el libro y empezar a revolver ese arcón que mantiene a buen recaudo las pesadillas de la mitología californiana, Scott Rudin, productor de La red social y No es país para viejos ya se había hecho con los derechos cinematográficos del libro. El motivo de tanto revuelo y tamañas cifras hay que buscarlo en esa brecha que resquebrajó el verano del amor y aniquiló la utopía hippie entre goterones de sangre y dedos pringosos escribiendo dos palabras, Helter Skelter en la nevera de los LaBianca. Porque Las chicas en efecto, no habla de unas chicas cualquiera, sino de aquel trío de jóvenes de apariencia lozana y despreocupada al que Charles Manson encomendó en 1969 los asesinatos de siete personas, entre ellas Sharon Tate, esposa de Roman Polanski. Tres chicas llamadas Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Leslie van Houten, que convirtieron sus nombres en el violento cerrojazo que dio por liquidados los sesenta. La primera vez que vi imágenes de las chicas me impactó su normalidad y, sobre todo, su juventud. Podían ser cualquiera que yo conociese. Así que me empecé a preguntar qué pasó entre esos dos puntos, entre esa juventud y los crímenes explica Cline, quien, pese a utilizar los últimos días de la familia Manson como raíles de la novela, desvía el foco del centro del escenario Manson, convertido aquí en Russell, es un personaje secundario aunque maneje los hilos y a las jóvenes para centrarse en las chicas; esas chicas gráciles y despreocupadas, como tiburones cortando el agua que Evie, una adolescente inadaptada y retraída, descubre en las primeras páginas y de las que se enamora inmediatamente. La atracción la llevará a acercarse cada vez más a la familia y, pasados los años, a recordar unas matanzas en las que no participó pero de las que no puede escapar. Será por eso Inocencia interrumpida Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Leslie van Houten (sobre estas líneas) son los personajes en los que se ha inspirado Emma Cline (a la derecha) Las chicas Anagrama. 344 páginas. 19,90 euros. que Cline presenta Las chicas como una novela que rastrea lo que ocurre cuando el pasado queda secuestrado por el presente Mitología y crimen En realidad, apunta la autora, la historia de Manson y sus acólitas no es más que una excusa para reflexionar sobre la amistad, recuperar la mitología de la Costa Oeste y ofrecer un retrato de las complicaciones y la alienación de la adolescencia con crimen de fondo. Un crimen atroz que dio la vuelta al mundo pero que, para la autora, es menos importante que el trayecto. La idea del mal es reconfortante porque parece algo ajeno a la gente común, pero las personas que cometen esos crímenes, y que son los que llamamos monstruos, son frecuente- mente similares a nosotros. El mal es tremendamente humano. ¿Cómo es posible esa deriva de la normalidad hacia el crimen? se pregunta Cline. A falta de una respuesta satisfactioria, y a la espera de que Las chicas dé el salto a la gran pantalla, Cline reconoce que su primer libro está estrechamente relacionado con su fugaz pasado como actriz y con esa sensación de verse convertida en chicaobjeto que tiene que venderse a través de las fotografías Quería hacer un libro en contra de todos esos clichés y que mostrase el conflicto interno. Hay algo en la adolescencia, especialmente en las chicas, que esencialmente no ha cambiado. Desde un punto de vista logístico las cosas han mejorado, pero hay algo que permanece de manera universal asegura. ABC