ABC MADRID 13-09-2016 página 13
- EdiciónABC, MADRID
- Página13
- Fecha de publicación13/09/2016
- ID0006601391
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ABC MARTES, 13 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA MONTECASSINO HERMANN LOS MIL MALES DE CLINTON El éxito de Trump solo se explica desde este hundimiento de la credibilidad del periodismo norteamericano P OCOS discutirán que la campaña para estas elecciones norteamericanas es la más estrafalaria y excéntrica que se recuerda en EE. UU. Todo indica que también la propia elección se celebrará en unas condiciones extraordinarias. Y que, sea cual sea, el resultado no traerá ni mucho menos sosiego a la política norteamericana. La elección será distinta a todas ya porque se produce entre dos candidatos que no despiertan respeto más que en una minoría. Entre dos personajes de los que no se fía casi nadie, de uno por mentiroso y de otro por histrión. Entre dos personalidades que generan ambas un rechazo visceral y radical rayano en el odio en aquellos que no las votan. Así será la elección en principio Porque hay una candidatura que está hoy en el aire. Es la de Hillary Clinton, la candidatura de conveniencia de los poderes fácticos norteamericanos y de los gobiernos aliados, la promesa de la continuidad de los dos mandatos de Barack Obama y ortodoxia en la tarea de gobierno, la apuesta por lo prefijado frente a un Donald Trump imprevisible y todo él un sobresalto. Su salida precipitada de los actos del 11- S en Nueva York y su desvanecimiento suponen un durísimo golpe. Adiós a esa tranquilidad de hace unas semanas cuando su victoria se daba por hecha y gozaba de distancias de dos dígitos sobre Donald Trump. Esas ventajas ya se ha- bían diluido con Trump más moderado y Clinton incapaz de transmitir emoción, altiva y volcada en demonizar a su rival y despreciar a sus votantes. Y ahora la enfermedad. Dicen que una neumonía. Muchos no le creen esto tampoco. Pero, en todo caso, ahora sí que se ponen las cosas tensas. Porque para el establishment norteamericano ya no se trata de neutralizar esa irritante pero lejana posibilidad de una ventaja de ese Donald Trump cuyas formas y consignas horrorizan. Es que a falta de siete semanas para la jornada electoral corren peligro de quedar con una candidata agonizante Hillary Clinton ha sido desde el principio una mala candidata. Por lo que son enfermedades previas, sus mil males. Que son su fama de dura como primera dama, de poco escrúpulo en primarias contra Obama y como secretaria de Estado. Su reputación de tramposa por perjudicar a Bernie Sanders y mentirosa y codiciosa por sus operaciones en la Fundación Clinton, sus ocultaciones en escándalos políticos, fiascos diplomáticos y el uso ilegal de comunicaciones. Ahí está además la sospecha permanente de que no dice la verdad tampoco sobre su salud. Y su terrible falta de humildad. La candidata no puede evitar manifestar una soberbia y arrogancia frente al electorado lejanas a su izquierdismo elitista, que la hacen aparecer como si pidiera con impaciencia una presidencia que le corresponde porque sí Eso lo reconocen tanto los pocos periodistas críticos como el coro mediático obscenamente parcial en favor de Clinton que ha cubierto la campaña. Ni cuando se formó aquel frente hostil a Ronald Reagan fue la prensa norteamericana tan parcial y militante en favor de un candidato y en contra de otro. También es cierto que el ridículo de los medios ha sido proporcional a su parcialidad. El éxito de Trump solo se explica desde este hundimiento de la credibilidad del periodismo norteamericano. Y el europeo de paso. Lo cierto es que ya nadie sabe si al final los americanos cuando voten en papeletas ya impresas en algunos estados con el nombre de Clinton lo harán por el actual candidato a vicepresidente Tim Kaine, por Bernie Sanders o el popular vicepresidente actual John Biden. Nadie sabe nada. Y todo es posible. Es lo que llamaban los chinos la maldición de los tiempos interesantes. IGNACIO CAMACHO PARO BIOLÓGICO Un año sin legislar puede servir de cura depurativa para una política recalentada por el intervencionismo superfluo P JM NIETO Fe de ratas ARA evitar las terceras elecciones sólo quedan actualmente dos fórmulas: un Gabinete de Rajoy en minoría muy minoritaria, que a duras penas podría tirar del país (en mayoría tampoco fue muy eficiente) o uno multipartito de izquierdas y nacionalistas que directamente se lo cargaría. Como ninguna de las opciones es muy esperanzadora quizá convenga hacer del defecto virtud y resignarse. Recurrir al pensamiento positivo, que está de moda entre los gurús emocionales. Bien mirado, este interregno de provisionalidad puede constituir una cura de adelgazamiento en una economía demasiado regulada y en una política cargada de intervencionismo superfluo. España es una de las naciones europeas que más leyes aprueban y menos las cumplen, por lo que un añito sin legislar tampoco va a destruir el Estado. Al contrario, no resulta descabellado pensar que aporte una cierta cuarentena regenerativa, o al menos, una pausa no agresiva para un mecanismo institucional recalentado. El empleo, que es la coartada más común para reclamar un Gobierno, se activa y desactiva solo conforme a los flujos estacionales. Como siempre. Los pueblos maduros y las sociedades civiles sólidas están acostumbrados a funcionar por su cuenta y no se afligen por falta de pastoreo; contrastada la poca calidad y nula eficacia de nuestros liderazgos públicos tampoco nos va a pasar gran cosa por circular una temporada con piloto automático. Eso de gobernar por gobernar está bastante sobrevalorado. El Gobierno en funciones garantiza una estabilidad casi neutral y evita el peligro de sobregobernanza, perdón por el palabro. Es cierto que no puede tomar algunas decisiones necesarias, pero a cambio tampoco tiene a su alcance el poder de la arbitrariedad o el de la equivocación, que por desgracia son mucho más frecuentes en la experiencia comprobada. Un Gobierno en funciones no sube los impuestos, no se corrompe, no abusa, no coloca paniaguados (aunque lo intente, como con Soria) no reparte subvenciones discrecionales, no abarata los despidos, no recorta servicios, no emprende obras faraónicas ni impone caprichos ideológicos. Y sobre todo, ahí duele a los socialdemócratas de todos los partidos, tiene tasado por ley el gasto. En un Estado de déficit endémico debería ser obligatorio un ejercicio por década de presupuesto sabático. Algo así como una especie de paro biológico de la flota del derroche. Además, y no es poco importante, en un país de tradición cainita el Gobierno en funciones, o el no- Gobierno, genera el único consenso social posible entre derechas e izquierdas: el de evitar que ejerza el poder el adversario. Habida cuenta del profundo sectarismo que evidencia el actual bloqueo, provocado por la imposibilidad casi metafísica de establecer acuerdos transversales, tal vez este vacío ejecutivo transitorio sea la mejor manera, siquiera temporal, de equilibrar ese encono tan porfiado.