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ABC MADRID 11-09-2016 página 70
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  • EdiciónABC, MADRID
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70 CULTURA DOMINGOS CON HISTORIA EN BUSCA DE UNA IDEA DE ESPAÑA DOMINGO, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es cultura ABC FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR D el ser de España, comentábamos en la anterior entrega de esta serie, a la existencia histórica de España. Los trabajos académicos de fines de la primera década de la posguerra huían de la idealización de España como entidad estática y perfecta a través de los siglos, y analizaban el desarrollo dinámico de una nación decidida a hacerse un hueco entre los pueblos. Describían el proceso de toma de conciencia, la condición terrenal de individuos de carne y hueso y la evolución de sus sentimientos de pertenencia a una comunidad. En esta actitud, que propinaba un manotazo intelectual a las bobas visiones de falsa trascendencia y ribetes folclóricos, se escribió uno de los grandes libros de interpretación de la larga génesis de la nación española. En 1948, se publicó la primera edición de España en su historia con el significativo subtítulo de Judíos, moros y cristianos El texto tenía la garantía del prestigio, brillantez expositiva, sentido de la historia y capacidad de síntesis de Américo Castro e implicaba una especie de obligación cívica, el compromiso con su tiempo de un auténtico intelectual. Porque Castro escribió para un tiempo en el que ya se tambaleaba la presunta superioridad de las ideas de aquella Europa que arrinconó la cultura española en los siglos de decadencia. Para un tiempo que dudaba del significado de la civilización occidental tras las experiencias de genocidio y totalitarismo. El rescate del pasado de España, de su razón de ser, pero, sobre todo, de su forma de existir es la causa del éxito del libro que Castro no dejó de modificar en sucesivas ediciones. vinidad. Una de las afirmaciones de Castro que provocó las mayores críticas, tanto en el exilio como en la España de la victoria franquista, es la de que la mentalidad de los españoles había nacido con la invasión musulmana. Y que la Reconquista había sido el escenario histórico en el que tres religiones se mostraron como imperativos morales, como voluntad imperial, como justificación de todos los Escribió uno de los grandes libros de interpretación actos de la vida. Los españoles vincularon su exisde la larga génesis de la nación española tencia a una tensión espiritual que les impedía detenerse a contemplar una obra terminada, porque les obligaba a una conducta, no a una perspectiva; a una acla dimensión de eternidad, incluso en- quienes, como el España ción, no a un concepto. tre los profesionales cuyo oficio sería propio Ortega, laen su historia El español estaba obsemantenerla viva se dolía Castro al mentaban su El rescate del sionado por la eternireferirse a las condiciones espiritua- d e s v e r t e b r a pasado de España, de dad, que no les vino les de mediados del siglo XX. Por ello ción, la carencia su razón de ser, pero, del cielo, sino que fuecostaba entender la historia singular de una idea cosobre todo, de su ron a buscarla en el de España, la crónica de una nación mún de patria forma de existir es la cielo, cuando hace inconformista, agotada por la fiebre en torno a la que doce siglos se encontrade la insatisfacción. España vivió des- agruparse. Lo que causa del éxito ron sin más patrimonio viviéndose insegura de sí misma, su- en Ortega era frusdel libro que el cielo y la tierra que mida en un quehacer incesante, sin tración, en Castro se les escapaba Vivir con dar respiro a sus moradores que ja- manifestaba la realilos ojos fijos en esa promesa inmás disfrutaron de los gozosos eu- dad estimulante de una rekas de quienes descubren objetos pasión sostenida desde la invasión mensa de realización y salvación, viuniversales e inmutables musulmana hasta el Renacimiento. vir con el cuerpo tendido hacia la reDe ahí que España resultara pro- Todos esos siglos encauzaron ener- dención, vivir en la lucha y el contablemática e incompleta para gías y costumbres e hicieron que el gio beneficioso de cristianos, moros hombre sintiera la vida como misión y judíos, era el modo español de exisy la tierra como exhalación de la di- tencia cuyo brío, fortuna y agonía no experimentó ninguna otra nación de Occidente. Américo Castro y España como existencia Multiculturalidad Ese mestizaje está muy lejos de las frívolas y oportunistas consideraciones actuales sobre la multiculturalidad. No fue la renuncia a la propia cultura la que creó España como realidad histórica. Fue la presencia ineludible de comunidades de creyentes cuya confianza absoluta en su propia fe les permitió convivir, porque previamente habían afirmado su propia vida. Hasta la tragedia de las expulsiones, esa fue la tersa inspiración de la España medieval. Una nación que no dejó de buscarse, de aprenderse, de hacerse, de sentirse, de vivirse, mientras otras se limitaban a fijar el símbolo de su rey, las armas de sus nobles y la bolsa de sus burgueses en la iconografía desfigurada del arte al servicio del poder. Aquel largo aliento de quienes se sentían poseedores de un destino por cumplir recorrió siglos enteros hasta alcanzar tal plenitud que fue precisa la alianza de todas las naciones modernas para derrotarla en los tiempos posteriores al imperio de Carlos y Felipe. No era una España mítica, sino una España real, la descrita por Castro en su aventura conmovedora, en su compromiso radical, en su fe invencible, en su proclamación de la igualdad de los hombres ante Dios y en el convencimiento de que nuestra vida en la Tierra tiene un sentido moral del que se nos juzgará algún día. Herencia imperecedera Una forma de vida nacional solo puede medirse históricamente atendiendo a los valores que ha creado y no a la lluvia de felicidades que haya vertido sobre sus participantes Examinando lo que quedaba, tras la Segunda Guerra Mundial, de las ilusiones del progresismo y la soberbia del materialismo burgués, Américo Castro defendía la herencia imperecedera de una nación que se había despojado siempre de fervores economicistas y se había constituido sobre unas creencias que vinculaban al hombre con la salvación. Esa nación era incapaz de parar a mirarse, porque estaba demasiado ocupada en sentirse vivir cumpliendo la voluntad de Dios y ajustándose a la moral inherente a la trascendencia de nuestro ser y la magnitud redentora de nuestros actos. Ha desaparecido

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