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ABC MADRID 09-09-2016 página 45
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ABC MADRID 09-09-2016 página 45

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es cultura CULTURA 45 El escritor en San Sebastián, su ciudad natal, en una imagen reciente La batalla semántica El relato está por construir. Espero, en este sentido, que mi novela constituya una aportación -Los asesinatos son la parte más visible del terror, la que merecía espacio en las planas de los periódicos. Hubo mucha gente que padeció acoso y persecución cotidianos. De ella se hablaba y se habla poco. Ya sabemos que el miedo dicta comportamientos de supervivencia. Uno de ellos consiste en guardar silencio y someterse. Esta es una constante en toda sociedad donde impera el totalitarismo. Creo que el silencio impuesto debe ser juzgado con comprensión. No así el silencio de los cómplices y los adeptos de la causa en cuyo nombre se practicaba el terror. ¿Vivió expuesto en su juventud a esa simpatía que despertaba ETA? ¿Cómo se libró del influjo? -Muy pronto. A los trece o catorce años, mi mundo estético llevaba los nombres de Antonio Machado, de García Lorca, de Stevenson o de Dickens. El sol que brillaba sobre mi horizonte se llamaba literatura. Era un apasionado de los Beatles y de Deep Purple, y ya me estaba entrando el gusanillo de la música clásica. Demasiadas vacunas como para contraer el nacionalismo. -Se dice que el mundo proetarra ha ganado la batalla semántica. ¿La mayoría social ha dimitido de impulsar un relato aceptable? -No. El relato está por construir. Espero, en este sentido, que mi novela constituya una aportación positiva. Tampoco se puede delegar la tarea en la gente. La gente ya tiene bastante con ir a trabajar, criar los hijos y ocuparse de sus problemas diarios. Historiadores, periodistas, escritores, cineastas, sociólogos y demás personas con capacidad de comunicación son los responsables de asumir o no el relato de lo sucedido. ¿Cree que un lector abertzale está también invitado a comprender mejor la realidad que vive si lee su libro? -Ni se me había ocurrido pensar en esto. El libro dejó de ser mío en cuanto lo entregué al editor. No puedo prefijarle un destino. No me voy a colocar a la puerta de las librerías a vigilar quién se lleva mi libro. Que lo lea quien quiera. Supongo que sucederá lo de costumbre. A unos les gustará; a otros, no. ¿Por qué el título Patria -Me parece un concepto englobador en un doble sentido. Como espacio físico y como sentimiento o pulsión ideológica que impone una dirección determinada, lo quiera o no, a las convicciones de la gente. A mí nunca me ha gustado esa palabra. Sacraliza muchas cosas, exacerba instintos, justifica crímenes. Que se lo pregunten, si no, a mis personajes. ABC No habrá solicitud de perdón, abrigo pocas ilusiones en esto -Hay un contrapunto moral, entre el dolor y el perdón, que recorre el libro. ¿Cree que la sociedad vasca va por buen camino para superar todo esto? -No hay atentados. Eso ya mejora ostensiblemente la situación. Persiste el riesgo de que la herida cierre mal y siga supurando en el futuro. La solicitud de perdón no se producirá. Abrigo al respecto pocas ilusiones. Quizá alguno, a título individual, concierte un encuentro con su víctima sin presencia de periodistas ni fotógrafos. El perdón presupone el arrepentimiento. Y ahora mismo la palabra arrepentido tiene muy mala prensa para la izquierda abertzale. -Hay un proceso electoral en el País Vasco. ¿Cómo ve la inhabilitación de de Otegui, desde la perspectiva de un vasco que ha escrito Patria -Me parece un asunto menor. Hay una sentencia judicial. Punto. -En el libro refleja el papel de curas como el párroco don Serapio, que no sale nada bien parado, poco sutil, que incluso les pide que entierren al Txato fuera del pueblo. ¿La Iglesia necesita una autocrítica de cara a su papel con víctimas? -No soy quién para exigir a nadie autocrítica. Ya tengo suficiente con escribir. El cura de mi novela es una figura de ficción. ¿Que ha habido curas como él en el País Vasco? Eso, seguro. No me parece, sin embargo, legítimo juzgar a toda la Iglesia a partir del comportamiento de algunos de sus miembros. ¿Los acosos, pintadas, el vacío y la muerte civil, acabaron alimentando, como dice el escritor de la novela, un mecanismo de actuación terrorista, con parte de negocio? -Al decir esto no descubro nada. Es simplemente que el terrorista se incorpora en un momento determinado a una estructura de violencia que existía antes que él, preparada y dirigida por otros a partir de una base doctrinal prevista para el reclutamiento de adeptos. ¿El personaje peor parado es el fanatismo? -El fanatismo es una forma de inhumanidad. Ignora la compasión, la tolerancia, el abrazo. Cosifica al rival, instrumentaliza su sufrimiento, mata. Mi impresión, durante mis últimas visitas al País Vasco, es que el paisaje social se ha sosegado bastante. Algunos han interiorizado por fin que las disputas políticas se dirimen en los parlamentos, que para eso están. -En la novela salen atentados reales. ¿Qué papel les otorga? -Decidí desde el principio que la ficción tendría diversos anclajes en la realidad común a fin de incentivar en los lectores una impresión de veracidad, de historia que hubiera ocurrido realmente.

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