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ABC MADRID 05-09-2016 página 13
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ABC MADRID 05-09-2016 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPÙNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN SE RÍEN DE NOSOTROS El único que pide perdón por dos investiduras fallidas es quien más ha intentado evitar esa gigantesca burla M ÁS allá de los cenáculos y las tertulias televisivas, lejos de los despachos donde se parte y reparte el poder, existe una España real habitada por gentes que no llevan el pan a casa si no rinden en el trabajo y cumplen con sus objetivos. Una España de contribuyentes inermes cuyos impuestos, abrumadores, pagan puntualmente los sueldos de unos políticos incapaces de velar por el interés común. Una España atónita, estupefacta, indignada y al mismo tiempo resignada a que se rían de ella a la cara quienes, se supone, solo piensan en servirla. Una España de españoles soberanos que tiran los votos a la basura una y otra vez, ante la incompetencia manifiesta de los llamados a gestionarlos como dicta el sentido común. Nos toman el pelo. Unos más que otros, es cierto, pero todos en conjunto. Los perdedores del puño y la rosa más que los ganadores de la gaviota y los que se sientan a dialogar menos que quienes profieren gritos, aunque tanto aquéllos como estos configuren un Congreso convertido en cámara inútil. Se mofan de la democracia y desde luego de los electores unos líderes atrincherados en sus respectivas conveniencias personales, en sus mezquinas ambiciones más o menos confesadas, en sus frustraciones, sus miedos y sus rencores. Exhiben con impudicia su inoperancia, amén de la cobardía preponderante en sus dirigentes, unos partidos ayu- nos de capacidad negociadora, huérfanos de alternativas constructivas, secuestrados por aparatos convertidos en guardia pretoriana del césar, a quien es menester rendir pleitesía en todo momento y circunstancia si se quiere sobrevivir. Demuestra su agotamiento, necesitado de inaplazables reformas, un sistema electoral merced al cual dos elecciones sucesivas no han dado más fruto que un bloqueo institucional traducido en la derrota de dos candidatos a la investidura, ninguno de los cuales, por cierto, ha tenido el arranque de dignidad suficiente para presentar la dimisión como forma de asumir la responsabilidad de ese fracaso. Hace mucho que la dignidad dejó de cotizar al alza en la política española. Somos sus rehenes. Rehenes de sus cambalaches y luchas internas. Del ansia de Pedro Sánchez por ganar tiempo a toda costa a fin de salvar su cabeza del hacha de los barones necesitados de un chivo expiatorio sobre el que cargar la culpa del descalabro del PSOE y así salvar sus propios cuellos. Del afán irrenunciable de Mariano Rajoy por revalidar su mandato (no el del PP) a cualquier precio. Del cada vez menos disimulado empeño de populares y socialistas por regresar al terreno de juego del bipartidismo, donde la ausencia de intrusos facilitaba el reparto del pastel, no solo por limitarlo a dos porciones, sino por la ausencia de testigos incómodos. De la incompatibilidad intrínseca existente entre las dos fuerzas emergentes, una de las cuales, Ciudadanos, reivindica el legado de la Transición y sus consensos, mientras la otra, Podemos, predica la ruptura revanchista de todo lo logrado entonces en un retorno enfermizo a lo peor del 36. De la histórica deslealtad de los nacionalistas a la Constitución, cuyo texto cometió el error de otorgarles un peso desproporcionado en la toma de decisiones colectivas, equivalente en la práctica a un letal derecho de veto. Se ríen de nosotros, sin disimulo, cuando plantean volver por tercera vez a las urnas el día de Navidad, para después transigir con que sea el 18 de diciembre. Y el único que pide perdón por esa gigantesca burla es, paradójicamente, quien más ha intentado evitarla, a costa de su credibilidad. ¡Pobre España! IGNACIO CAMACHO LA AGONÍA DE LA TRANSICIÓN La destrucción del consenso no la ha logrado el adanismo de la nueva política sino el trastorno de un partido dinástico HORA sí: la Transición agoniza. Su herida crítica, quizá mortal, no la ha causado la llamada nueva política, con su enfoque adanista y su discurso inflamado de nihilismo, sino el desencuentro insalvable de los viejos partidos, de las fuerzas dinásticas que han gobernado España los últimos cuarenta años. Y ha sido en particular el PSOE, la organización que más tiempo ha estado en el poder, el autor de la puñalada que desangra los órganos vitales del sistema. La de la ruptura de los consensos de Estado que evitaron el enfrentamiento civil y el desparrame de los demonios históricos. La de la destrucción del bipartidismo como garantía de estabilidad. La de la intentona frentista. La del antagonismo ideológico frente al pragmatismo político. Pedro Sánchez ha logrado lo que ni siquiera Zapatero pudo o se atrevió a consumar: la aniquilación del pacto tácito de transversalidad que funcionaba como mecanismo de emergencia en las grandes crisis nacionales. Y no lo ha hecho porque tenga un proyecto mejor, ni siquiera distinto, sino porque carece de objetivos estratégicos más allá de la mera supervivencia provisional de su liderazgo. Situado al frente de un partido en el que ya no dispone de mayoría interna, ha convertido su huida adelante en una desaprensiva operación de tierra quemada. Ha calcinado cualquier espacio de entendimiento entre los dos grandes segmentos de la sociedad española, despreciando la bisagra precaria de Ciudadanos y orillando a la socialdemocracia hacia una suicida deriva radical. Ha rechazado la ocupación del centro desde el que el PSOE articuló su antigua hegemonía. Y ha volado todos los puentes de compromiso que los pactos fundacionales de este régimen construyeron como vía de encuentro ante las tensiones de cainismo social. Los ha sustituido por trincheras de simpleza ideológica en las que parapetar su triste falta de sentido de Estado, su ausencia de visión panorámica. Lo más llamativo de este ataque letal al espíritu liminar de la modélica Transición española es que no procede del revisionismo populista, ni del reformismo narcisista que al fin al cabo busca en el legado de Suárez un vago referente memorial. La nueva política no ha traído nuevas soluciones y además ha empeorado las antiguas. El componente dramático de esta acometida contra los consensos básicos que sostenían el país consiste en que proviene de dentro del sistema, del interior de sus fundamentos, de uno de sus pilares estructurales. Bajo la dirección de un líder sin estrategia, el Partido Socialista se ha rebelado contra su propia tradición para lanzarse en busca de una legitimidad diferente. Justo la que señalan sus rivales extremistas de Podemos: la que conduce a la demolición de las pautas de convivencia. La que sustituye el modelo normalizado de alternancia democrática por una disputa terminal de bloques sociales enfrentados. La de las dos Españas. A JM NIETO Fe de ratas

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