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ABC MADRID 09-08-2016 página 3
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ABC MARTES, 9 DE AGOSTO DE 2016 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA LA CORRUPCIÓN POR RAMÓN TRILLO El tema de la corrupción de ningún modo debe sentirse como definitivamente lesivo para la calidad sustancial del sistema, sino como una incidencia grave, muy grave, un reto, si así se quiere, pero ante el que el propio sistema se engrandece y fortalece al contestarlo con el poder del Derecho lidad análogo en torno al difícil tema de la corrupción en España. El punto de partida habrá de ser que el sistema constitucional español, en apreciación conjunta de la prueba (que es lo que decimos los juristas cuando no queremos entrar en detalles) merece una admiración no menor que la que ofreció Ortega a la visión política de Mirabeau. ¿Qué hacemos, entonces, con la corrupción? ¿La banalizamos o la alzamos sobre el pavés para exhibirla como razón dominadora del debate político? Ninguna de las dos alternativas debe ser respaldada y en bien de nuestra sana convivencia hay que notar que la corrupción se ha convertido en objeto del más hondo reproche social, lo que se constituye en la primera y más solida base para aplicarle la radical cirugía que merece porque y aquí viene el principio que salva para que en nuestro sistema constitucional la viscosidad del pus pudiese alcanzar a presentarse como sistémica sería preciso que las instituciones llamadas a combatirla abdicasen de su misión o incluso que se contagiaran del mal. Y esto no ocurre. Fijándome aquí y ahora solamente en el último y definitivo remedio, que es el del poder judicial, debo decir que frente a apariencias de dependencia y politización de los jueces que suelen dibujarse en torno a esa insNIETO titución fallida que es el Consejo General del Poder Judicial, la sustancial certeza es la que se expreso en los papeles de Wikileaks por el toda una política nueva, que va a ser la política embajador de los Estados Unidos, al afirmar que del siglo XIX (la Monarquía Constitucional) y la judicatura española es ferozmente indepenesto, no vagamente y como en germen, sino ín- diente tegramente y en su detalle: crea no solo los principios, sino los gestos, la terminología, el estilo on esos jueces ferozmente independieny la emoción del liberalismo democrático según tes los que iluminan en la cúspide la rael rito del Continente zón final de que, a pesar de que la corrupLa concepción que yace en el Ortega que se ción exista y su goteo resulte a veces inacerca a observar al marques es la de que cua- soportable, sin embargo deba de vocearse que lesquiera que hubieran sido sus puntuales con- las instituciones están funcionando, que los pítradicciones y ofensas a evidentes y aceptados caros están ahí pero que sus entradas a saco en valores morales, la esencia definidora que lo sal- los dineros públicos no solo son reprochadas va radica en su clara visión social y política que socialmente sino que además su horizonte es el permanece por encima de aquellos reprobables de que se les imponga una pena, porque así lo hechos individuales, visión a cuya realización mandan quienes constitucionalmente están apose entregó apasionadamente, como apasiona- derados para mandarlo. damente se había entregado toda su vida a la Por eso, el tema de la corrupción de ningún lectura, hasta el extremo que poco antes de mo- modo debe sentirse como definitivamente lesirir, este hombre en permanente batalla perdida vo para la calidad sustancial del sistema, sino con la solvencia, utilizó el primer sueldo regu- como una incidencia grave, muy grave, un reto, lar de su vida como consejero privado en com- si así se quiere, pero ante el que el propio sisteprar la mejor biblioteca de Francia, que era la ma se engrandece y fortalece al contestarlo con de Buffon. el poder del Derecho, lo que implica que en un Este generoso deslinde de la aventura vital deslinde como el intentado por Ortega debamos de Mirabeau, que sin duda en Ortega es fruto de negarnos a que su existencia sofoque y monosu confesada admiración, incluso física su es- police el debate político. Su lugar es el de la Justatura enorme, su cabeza de gigante y la cabe- ticia. llera ampulosa, que la aumentaba, le daba un aire de león al rijoso y desenvuelto protagoRAMÓN TRILLO FUE PRESIDENTE DE LA SALA nista, permite hacer un movimiento de racionaTERCERA DEL TRIBUNAL SUPREMO E S profunda la sensación de que una podre viscosa y verdusca rebosa las ollas de poder de los más importantes partidos políticos que han dirigido la España democrática. La abstracta sensación viene avalada por hechos concretos de latrocinio de lo público que se investigan judicialmente o que ya han sido objeto de condena penal y que culpan a miembros de esos partidos. Esto ha determinado que algunas de esas entidades anglosajonas que viven de observar aconteceres ajenos y valorarlos según su vara de medir, hablen de que la corrupción es sistémica en España o que periodistas, intelectuales y, en general, gentes que aquí son oídas, se afanen en la busca de expresiones que dramaticen e incluso hagan trágica, irremediable, la sensación de podredumbre, al mismo tiempo que atienden al trámite de hacer visible su pureza de espíritu mediante el alborotado decir de la repugnancia personal que les produce la situación. Este noble deseo de acorralar por acumulación de denuestos el feo oficio de saqueador de lo público está teniendo alguna consecuencia perniciosa en orden a la percepción de nuestra convivencia política porque la fuerza y frecuencia de las expresiones de rechazo e indignación ha conducido a una acrítica y generalizada atribución de actitudes depredadoras a los políticos y a las instituciones y, sobre todo, porque el engordado monstruo de la corrupción se ha constituido en razón de fondo de desprestigio del sistema. Fluye así la idea final de que la corrupción es una niebla espesa que ciega su sana viabilidad porque ha quedado definitivamente incrustada en él, hasta el punto de que ha llegado a definirlo, idea que ha de ser tan combatida cómo lo es la propia corrupción y para eso lo primero que hay que poner en valor es la afirmación de que en España ni la corrupción es sistémica e irremediable ni desde luego constituye dato principal de definición de nuestra realidad política. Un buen día, Ortega y Gasset decidió ver en el marqués de Mirabeau el magnífico provenzal nos dice) el arquetipo del político y para eso no omitió enfrentarse al hecho de que su vida no había sido la que comúnmente se entiende como la de una persona virtuosa: Ocupado en un tráfico perpetuo de amores turbulentos, de pleitos, de canalladas, que rueda de prisión en prisión, de deuda en deuda, de fuga en fuga, súbitamente, con ocasión de los Estados Generales, se convierte en un hombre público, improvisa, cabe decir que en pocas horas, S

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