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ABC MADRID 25-07-2016 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 25 DE JULIO DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN CON SEPARATISTAS NO SE PACTA El nacionalismo es insaciable y siempre pone un precio imposible de pagar ¿E S realmente inevitable? ¿Tan escasos de orgullo andan algunos de nuestros dirigentes como para mendigar el respaldo de quienes quieren romper España y no pierden ocasión de ofenderla? ¿No hemos aprendido nada de las experiencias pasadas? Pensábamos que la brutal escalada separatista protagonizada por los partidos que conforman el Gobierno de Cataluña serviría de antídoto contra eventuales tentaciones apaciguadoras, pero nos equivocábamos. Cuanto más elevan ellos el listón del desafío, más comprensión encuentran por parte de los llamados a pararles los pies. Cuanto más gastan en construcción nacional (esto es, en medidas destinadas a allanar el camino hacia la secesión unilateral) más dinero reciben de las arcas que alimentamos a escote todos los españoles con impuestos confiscatorios. Cuanto más se ríen del ordenamiento jurídico, más laxa es la actitud de los órganos encargados de velar por que se cumpla la Ley. Resumiendo; no solo les salen gratis todos y cada uno de sus quebrantamientos, sino que reciben premio. ¿Por qué razón iban a recular? Ya quisieran las demás comunidades ser tratadas con el mismo guante. Hace casi dos años, el 9 de noviembre de 2014, la Generalitat encabezada por Artur Mas se fumó un puro con la Constitución y varias sentencias judi- ciales para celebrar un referéndum ilegal. Se nos dijo entonces que aquello tendría consecuencias graves para los instigadores de tamaña afrenta a la democracia. Pero llegado el momento de materializar esas consecuencias coincidiendo con la búsqueda de apoyos para la formación de la Mesa del Congreso y la investidura de un presidente, la Fiscalía, dependiente del Ejecutivo, retira la única acusación susceptible de suponer cárcel para los imputados y deja su petición en una pena de multa, en el mejor de los casos. O sea, que se irán de rositas y seremos nosotros, los contribuyentes, quienes pagaremos como siempre la factura. Curioso ¿no? Hace apenas unos días, el líder de Esquerra Republicana, encargado de las finanzas autonómicas, venía a pedir árnica a Madrid y recibía el oxígeno necesario de ese ministro de Hacienda implacable con cualquier moroso, excepto los separatistas. Recibía el correspondiente auxilio pero salía llorando, porque el victimismo es a su causa lo que el calor al verano y, además, funciona siempre. La impunidad con la que la corrupción ha campado a sus anchas en la administración pública catalana durante décadas, ese famoso tres por ciento del que ya habló Maragall, está directamente ligada a la dependencia política de los gobiernos centrales respecto de las fuerzas nacionalistas. La radicalización sostenida de la apuesta independentista, también. Ahora que creíamos neutralizada al fin la capacidad de chantaje de esos partidos, con el final del bipartidismo y la instauración de un mapa político distinto, volvemos a encontrarnos con la vieja estrategia de siempre: subastar secretamente parcelas de soberanía, de presupuesto y de dignidad, a cambio de respaldos efímeros ajenos a la lealtad. Zapatero puso el primer clavo en el ataúd del PSOE cuando profirió aquello de aceptaré lo que venga de Cataluña coherente con su idea de que la Nación es un concepto discutido y discutible Rajoy podría hacer lo propio con el PP, si cae en la tentación de poner España en almoneda con tal de volver a La Moncloa. Búsquese los votos o abstenciones que precisa donde sea, pero sepa que el nacionalismo es insaciable y siempre pone un precio imposible de pagar. Con separatistas no se pacta. IGNACIO CAMACHO EL PUNTO CRÍTICO La esterilidad del dogmatismo partidista se acerca al punto de no retorno. El que desemboca en la crisis constitucional AJOY duda. Conoce el desgaste de una segunda espantá ante el Rey pero no quiere someterse a una investidura fallida. Hoy por hoy no tiene los apoyos mínimos para un papel siquiera decoroso que le otorgue una victoria moral: eso son 170 diputados y sólo cuenta con sus 137. El presidente sospecha que Rivera y, sobre todo, Sánchez quieren hacerle pasar por el fracaso que el aspirante socialista sufrió en marzo, achicarle el triunfo electoral antes de concederle la abstención en el mejor de los casos. Sin los votos de Ciudadanos es probable que ni lo intente. Prefiere continuar conminando al partido centrista, poner su resistencia en contradicción con sus votantes moderados. Entre otras razones porque teme que si permite su primera derrota para poner en marcha el reloj de la cuenta atrás, el líder reformista exija su cabeza para dar el sí al PP después del verano. A pesar del acuerdo para la Mesa del Congreso, el marianismo aún no acaba de saber si C s es un aliado o un adversario. Así las cosas, todo depende ahora de la Corona. Felipe VI aborda la ronda de consultas con el ya estrecho campo constitucional achicado por la imprudencia reciente de Rivera. Los cálculos de La Moncloa pasan por la esperanza de que el Monarca no efectúe ningún encargo; sólo se lo puede ofrecer a Rajoy y éste tendría que decidir si aceptarlo para ir al degolladero o volverlo a rechazar con el consiguiente alboroto y daño político. Pero al Rey no le gusta sentirse presionado, y la indefinición de los partidos le está trasladando la responsabilidad de un bloqueo que él no ha provocado ni inducido. Lo han puesto en una tesitura endiablada, en la que haga lo que haga alguien se va a considerar perjudicado. Es su decisión más difícil desde que accedió al Trono; su arbitraje será por eso el más neutro posible, a riesgo de pasar por antipático. Si decide abstenerse él también, en este caso de proponer un candidato, Rajoy asumirá el papel que está esperando. El de hablar con los demás líderes y decirles que o logran un acuerdo o requerirá a los letrados el modo de convocar elecciones sin investidura previa. Se trata de una providencia dudosa que, en cierto modo, equivaldría a suplantar las funciones del Rey, aunque también de una manera de quitarle presión. Y tiene un flanco débil para el PP: Pedro Sánchez podría aprovechar la ocasión para buscar el pacto con Podemos y los nacionalistas, o incluso con C s, bajo la coartada de evitar las elecciones. La Corona quedaría preservada porque nadie le pediría la encomienda antes de tener los apoyos amarrados, pero al presidente le costaría cara la jugada de dejar pasar la mano. En cualquier supuesto, no sólo estamos ante un problema de gobernabilidad: puede desembocar en una crisis constitucional. La esterilidad del dogmatismo partidista se acerca al punto de no retorno. El que compromete la eficacia misma del sistema y del Estado. R JM NIETO Fe de ratas

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