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ABC MADRID 10-07-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 ENFOQUE DOMINGO, 10 DE JULIO DE 2016 abc. es ABC semana La foto de la AFP Conflicto de Oriente Medio Juego de niños LUIS DEL VAL En alguna ocasión, José María González Castrillo, más conocido como Chumy Chúmez me comentó que durante la Guerra Civil española los chicos en San Sebastián jugaban a fusilamientos. A él le pilló el comienzo del golpe militar con nueve años, y el juego consistía, lo mismo que en el de policías y ladrones, en que unas veces te tocaba fusilar y, otras, ser fusilado. Juegos de niños. Observo a mis nietas, y juegan a médicos y enfermeros, y a profesores y alumnos. A la pequeña lo que más le gusta es hacer de profesora y mandar a una de las mayores al rincón, a pensar que es el sucedáneo pedagógico del castigo de ponerse contra la pared. Es lo mismo, pero con un tinte punitivo menos arisco. Me he acordado de Chumy y de mis nietas al ver esta imagen de niños que, pasado el Ramadán, rompen a jugar con alegría y juegan a lo que ven, es decir, a la guerra, a los atentados, con la misma alegría con que Chumy, un niño feliz, imitaba los fusilamientos. Lo más dramático y lo más hermoso de la película de Roberto Benigni La vida es bella es que es posible y verosímil que un niño crea que un terrible campo de concentración es un concurso, siempre y cuando se lo diga alguien con autoridad, como su padre. Los niños son muy resistentes, porque aceptan los hechos, buenos o malos, sin especulaciones racionales y sin antecedentes comparativos. Gracias a eso, la Europa del siglo XX no se convirtió en un continente de monstruos, porque los niños que soportaron ¡dos terribles guerras! construyeron, luego, sin rencor, los cimientos de una Unión que, por cierto, ahora se tambalea. Los niños palestinos y los niños judíos juegan a lo que ven, a lo que oyen, a lo que escuchan, a lo que contemplan por la televisión. Y no es un mundo de Disney, sino de odio en su más pura manifestación, que es el anhelo de que el odio se cure gracias a la eliminación del contrario, ese imposible que añade al odio la frustración. En los juegos de niños el que muere, porque le ha tocado, se levanta y, en el turno siguiente, será de los que mata. En los juegos de hombres, el muerto ya no se levanta y, en no pocas ocasiones, puede ser uno de esos niños que juegan a la guerra, que es el líquido amniótico que les rodea y en el que nunca están a salvo. Puede que algún día estos niños construyan la paz de la que ahora carecen, cuando hayan dejado los juegos de niños y trasformen el odio en amor a sus hijos. Quieto, muere, resucita Un grupo de niños palestinos se divierte en Rafah con armas de juguete tras el fin del Ramadán

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