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ABC MADRID 09-07-2016 página 3
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ABC SÁBADO, 9 DE JULIO DE 2016 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA OBAMA EN ESPAÑA POR JAVIER RUPÉREZ Hay que extender sin reticencias una calurosa bienvenida a Barack Obama, el presidente de la nación democrática más poderosa y próspera de la tierra con la que nos unen lazos profundos de entendimiento, cooperación y alianza. Pero también conviene examinar la larga ausencia por si en ella se encontraran claves de aspectos que corregir o mejoras que introducir en una relación que sigue siendo vital para los intereses mutuos ACE quince años que un presidente de los Estados Unidos no visitaba España. Aunque sea evidente que las relaciones entre los países no pueden ser exclusivamente medidas por la frecuencia de las visitas bilaterales de los respectivos titulares del poder ejecutivo, lo contrario también es evidente: una prolongada ausencia puede y debe ser interpretada como una anomalía. Sobre todo tratándose de países unidos por fuertes lazos bilaterales y multilaterales. Es cierto que desde que George W. Bush visitó España en junio de 2001 han sido varias las ocasiones en que responsables españoles han frecuentado los Estados Unidos, incluyendo las presencias durante ese tiempo de los Reyes Juan Carlos I y Felipe VI. Pero en este recuento de giras trasatlánticas cabe también recordar que Rodríguez Zapatero rozó el dudoso titulo de ser el único presidente del Gobierno de un país aliado de los Estados Unidos nunca recibido bilateralmente en la Casa Blanca. Era evidente que el afecto mutuo no era lo que caracterizaba sus relaciones con George W. Bush. Pero el propio Barack Obama, cuya coincidencia con Zapatero en el poder fue saludada por una de sus habituales corifeas como el anuncio de una coincidencia cósmica se limitó a llevarle a Washington para que asistiera, junto algunos otros miles de fieles rezadores, a esa peculiar institución washingtoniana conocida como el prayer breakfast Desde que Eisenhower visitara España al comienzo de los cincuenta ningún presidente americano había dejado de visitar nuestro país. En la lista se incluyen Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y, como queda reseñado, Bush hijo. Las secuencias fueron regulares y nunca estuvieron separadas por más de ocho o nueve años. Y Obama llega a España tras haber visitado al menos trece estados europeos y casi como en un recuerdo tardío, eso que los sajones llaman un after thought Se le había olvidado España y había que encontrar el momento para visitarla antes de abandonar la Casa Blanca. Nada mejor que aprovechar la vuelta de la Cumbre OTAN en Varsovia para darse una vuelta por el sur del continente. Una pequeña diferencia con aquel viaje de George W. Bush a Madrid, cuando Washington escogió España como el primer país visitado en Europa por sus calidades democráticas, por su ejemplaridad, por la confluencia en intereses y valores, por su Porque la larga ausencia refleja un distante estado de ánimo. Visible hasta para el peor observador durante los tiempos aciagos de Zapatero, cuando el Gobierno español del momento se empeñó en destruir la mejor y más profunda relación nunca existente entre los Estados Unidos y España, la que habían forjado José María Aznar y George W. Bush. Pero también visible posteriormente, aunque las relaciones cobraran un cierto nivel de la perdida normalidad a partir de 2011, cuando una cansina desidia pareció ser la tónica dominante en los contactos entre Madrid y Washington. De parte americana primaba la surgida desconfianza ante la posibilidad de un aliado imprevisible. De parte española, las urgencias ante los retos interiores de la crisis económica, que tantos sacrificios y esfuerzos habrían de significar para las políticas del Gobierno Rajoy y para el conjunto de la ciudadanía española. De un lado y de otro, aunque por razones y motivaciones distintas, parecía primar el retraimiento. H ivimos los dos países tiempos marcados por la incertidumbre electoral. De manera similar, americanos y españoles se preguntan por los riesgos del populismo, a la postre tan similar en ambas orillas del Atlántico. No oculta la administración americana su inquietud ante la tardanza española en constituir gobierno. Tampoco la española deja de traslucir su explicable preocupación ante las propuestas del ya candidato NIETO del Partido Republicano a la Casa Blanca. Obama, en ambas orillas del Atlántico, tiene sus fervorosos admiradores y sus no meenconada lucha contra el terrorismo. Meses an- nos ardientes detractores, coincidiendo ambos tes de que tuvieran lugar los atentados del 11 de en apreciar de distinta manera su voluntad de septiembre. conducir desde el asiento trasero de proclaDicen los castizos que nunca es tarde si la di- mar el declive del liderazgo americano, de aprocha es buena y ello se aplica con naturalidad a ximarse al adversario en eventual desfavor del la visita presidencial americana. Hay que ex- amigo, de olvidar el vínculo Trans Atlántico a tender sin reticencias una calurosa bienvenida favor del Trans Pacífico, de lanzarse con fruia Barack Obama, el presidente de la nación de- ción a las guerra culturales que tanto dividen mocrática más poderosa y próspera de la tierra a la sociedad americana. con la que nos unen lazos profundos de entenY de la España que supo combinar europeísdimiento, cooperación y alianza. Pero también mo y atlantismo, que encontró en los Estados conviene examinar la larga ausencia por si en Unidos eco para apoyar las justas causas hisella se encontraran claves de aspectos que co- panoamericanas, que rentabilizó la relación birregir o mejoras que introducir en una relación lateral en beneficio propio y ajeno en temas poque sigue siendo vital para los intereses mu- líticos, económicos y de seguridad, ¿qué se hizo? tuos. Que incluyen aspectos variados y no solo Tiempo este para encontrar respuestas a tanlos derivados de los intereses estratégicos de tas preguntas hasta ahora perdidas en el almaunos o de otros. Rota y Morón no pueden ago- rio de una diplomacia errabunda y que en amtar el contenido de la visión sobre España de la bos lados deberían servir para reafirmar la eviadministración americana. Y tampoco ser con- dente: todo hay que ganar en una estrecha y sideradas de parte española como el mejor es- amistosa relación entre España y los Estados pejo de las relaciones mutuas. Quizás sea un Unidos. No es demasiado esperar que esta visipoco tarde para que así lo interiorice la ya oto- ta presidencial de la hora veinticinco sirva para ñal era Obama. Conveniente que quien le suce- recordarlo y reanudarlo. Que así sea. Welcome da en el Despacho Oval, y quien ocupe La Mon- to Spain, Mr. President. cloa tras las elecciones del 26 de junio, lo tenJAVIER RUPÉREZ ES EMBAJADOR DE ESPAÑA gan en cuenta. V

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