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ABC MADRID 04-07-2016 página 80
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ABC MADRID 04-07-2016 página 80

  • EdiciónABC, MADRID
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LUNES 4.7.2016 Editado por Diario ABC, S. L. Juan Ignacio Luca de Tena, 7, 28027 Madrid. Diario ABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 36.712 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 902 334 556 Suscripciones 901 334 554 Atención al cliente 902 334 555. Homo hispánicus El adicto a las teleseries Prolifera por aquí ese Homo hispánicus tan enganchado a los seriales de la tele preferentemente extranjeros que le confiere conocimientos casi enciclopédicos (y dudosamente útiles) sobre elencos, personajes, tramas, episodios, temporadas y secuelas. Lo sabe todo... y lo cuenta ÁLVARO MARTÍNEZ rio porque está verdaderamente enganchado al fenómeno. Hay estudios clínicos rigurosos que explican ya esta adicción y que apuntan a técnicas audiovisuales concretas y casi siempre exitosas de las productoras para provocar esa dependencia. Se trata de la teoría de las ráfagas visuales, según la cual cuanto más rápido sea el montaje de una escena sobre otra más atención genera. Hay quien asegura que se ha visto casi del tirón, parando apenas para dormir e ir al baño, los 121 episodios de la serie Perdidos para la que en tiempo real hace falta estar tres días y dieciocho horas pegado a la pantalla. Hincarse Sherlock precisa de catorce horas y en hacerse un maratón de Breaking bad de cabo a rabo, solo se tarda dos días, un tercio del tiempo que hay que estar despierto para completar las siete temporadas de El ala oeste de la Casa Blanca de Estados Unidos en alguna de las series emitidas en la última década. Algún día alguien debería realizar un estudio sobre por qué los guionistas americanos tienen la indeclinable tendencia a glosar cómo siempre hay un tipo dispuesto a pegarle un tiro al inquilino del 1.600 de la avenida de Pensilvania. El adicto español (porque la patología está extendida por todo el mundo en forma de pandemia) siente una emoción especial por descubrir una nueva serie formidable en su círculo de amistades o en el trabajo. Se trata de una condición indispensable de esta especie: nunca pierde ocasión de recomendar una nueva perla En los casos más extremos, el hallazgo va acompañado de un pavoneo, formato a ver si estamos a la última con el que se declara autoridad en la materia. Los grados de adicción son variados, pero uno debe empezar a tomarse en serio la dependencia cuando sin importarle la hora dice ¿nos vemos otro? Q uienes casi echaron los dientes ante la tele viendo a Sancho Gracia en Los camioneros o a Braulio, el cartero de Crónicas de un pueblo aquellos que hubieron de conformarse con la tímida ilusión de que sonara la sintonía de Bonanza o de Embrujada son hoy un manojo de asombro ante la expansiva e imparable floración del adicto a las series de televisión, una especie desconocida en aquella pantalla en blanco y negro de cuando España tenía 32 millones de seres y los programas alcanzaban cuotas de pantalla de 25 millones. El serieadicto no discrimina ningún género sobre otro, igual deglute una comedia de situación que un tele- thriller o un serial político, o uno de mafiosos o abogados, o un relato carcelario o de gente que se extravía en una isla, o una de esas fantasías medievales llenas de espadazos y revolcones de alcoba; vamos, que le vale cualquier tema- Más grave es cuando comienza a meter en conversaciones cotidianas a personajes de ficción de las series que ve, de tal manera que Carrie Mathison, Don Draper, Tony Soprano, Olivia Pop, Tyrion Lannister, el cabo Maxwell Q. Klinger o Mark Green son ya citados con la misma soltura con que uno se refiere al del bar de debajo de casa. Cuando eso ocurre nace un binger un tipo que es capaz de pegarse un atracón televisivo sin apenas pestañear. El asunto alcanza la patología cuando ya habla como lo hace ese personaje o le cita como fuente de autoridad. Como dice Underwood (Kevin Spacey) cuando llega a presidente sin presentarse a una elección, la democracia está sobrevalorada EN SU BUCLE El serieadicto como ocurre con todas las dependencias, es impaciente y busca y rebusca por la red el último capítulo aún no emitido en España. Y como norma general cree que todo el mundo ha visto Juego de tronos Borgen The wire o The bridge Porque esa es otra, el verdadero serieadicto jamás comenta un producto español ni aunque le viertan un cacillo de hierro candente por la espalda... Él, a lo suyo: Como pasó cuando Osney Kettleblack y el Gorrión Supremo se pelean y la anciana Olenna Tyrell saca provecho de la conversión a la fe del primo de Cersei, Lancel, con el que ella se había acostado... Y así hasta el próximo episodio. UN TIRO EN LA CASA BLANCA Precisamente, hablando del Despacho Oval, un serieadicto de manual es capaz de contar las veces, y detallar el número de episodio y la temporada, que han tratado de asesinar al presidente Sin pestañear Un serieadicto hecho y derecho puede liquidarse tres temporadas de su serie favorita sin levantarse del sillón Verbolario POR RODRIGO CORTÉS Permitir, v. tr. Posponer el reproche.

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