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ABC MADRID 04-07-2016 página 52
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  • EdiciónABC, MADRID
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52 ABCdelDEPORTE Eurocopa NADAR ENTRE TIBURONES BLANCOS LUNES, 4 DE JULIO DE 2016 abc. es deportes ABC POR DAVID GISTAU Rosebud l primer Mundial del cual tengo recuerdos propios es Argentina 78. Quiere esto decir que fui iniciado en la devoción por la selección con el no- gol de Cardeñosa. Fui advertido de lo que me esperaba, vaya, a tiempo de ponerme a salvo de Naranjito, con un hito admonitorio tan contundente como el Abandonad toda esperanza de Dante. Que después de eso siguiera siendo hincha de España, pudiendo serlo de Francia, es algo que refuta a Cánovas y por lo que este país me debe una condecoración. Fíjense a qué me refiero. Entre 1978 o 1964, si incluimos lo que no vi y 2008, un seguidor promedio de la selección española sólo puede extraer tres momentos hermosos. La goleada a Malta. La goleada a Dinamarca en Querétaro. Y el hecho de habernos colado casi furtivamente en la final de la Euro 84 después de unos penaltis contra Dinamarca y de un gol de último minuto de Maceda contra una E Alemania que nos apalizó durante los 89 anteriores hasta obligar a Arconada a usar superpoderes de la Marvel. Que una victoria sobre Malta fuera el acontecimiento glorioso de un equipo que alguna vez había aspirado a competir con campeones del mundo era algo que lo decía todo. Porque, más allá, todo había consistido en ir nutriendo un memorial fatalista de estropicios, ridículos, goles errados y narices rotas. Y el bombo. Planteo este exordio para explicar, sobre todo a aquellos muchachos cuyos primeros recuerdos sean los de 2008, por qué siento que la Euro 16 me ha devuelto al hogar sentimental después de un largo viaje por otro modo de ser la selección española que ha concluido como un encantamiento. Como cuando las carrozas vuelven a ser calabazas, y los guardias de alabarda, ratones. Pasar la primera fase sin pena ni gloria y caer en los cruces con el primer campeón clásico que se aparece, normalmen- te Italia. Es que ésa es la España de siempre. La del 90, la del 94, la del 96, la del 98, la de 2006. Ésa es la España de la que tengo el recuerdo, con la que crecí, con la que me hice hombre, conservando la capacidad insólita de creer que cada desastre era único y categórico: una decepción eternamente renovada que siempre sucedía por primera vez. Ésta es mi España. Y casi me dan ganas de abrazarla como a un amigo al que hace mucho que no veo. ¡A mis brazos, juventud mía! ¡A mis brazos, mito del hemos jugado como nunca para perder como siempre! ¿Una derrota contra Italia? ¡Eso es mi Rosebud! La oportunidad que España se arriesga a perder es la de haber aprovechado los años de gloria para asentarse como otro de los equipos clásicos, que no siempre salen campeones, pero siempre están ahí, llegan lejos, se cargan a algún cofrade aristocrático y dan la impresión de que es cuestión de tiempo que vuelvan a levantar una copa: ése habría sido un buen legado. En este sentido, nombrar seleccionador a Caparrós me parecería una medida terapéutica que evitaría como pude haber evitado yo a Naranjito que los seguidores de un equipo que durante cuatro años fue un campeón primoroso y sofisticado desarrollaran ahora cualquier tipo de optimismo por culpa del cual las tragedias del futuro los pillaran desprevenidos. Aquí no puede haber ya equívocos. Esto es un fin de fiesta definitivo, no hay agonías que vayan a prolongarse. Bienvenidos al pasado. Acomódense y traigan bombo. Vuelvan a ser como aquel español de 2008 que vio en un bar de Viena, en la mesa contigua a la mía, el partido con el que Italia se clasificaba para cuartos, donde la esperaba España. Aquel hincha cogió el teléfono y dijo: ¿Cariño? Sí, soy yo, llamo para decirte que ya está, esto acaba, el martes vuelvo a casa. Sí, nos ha tocado Italia Cuando Cesc marcó el penalti que espantaba todas las supersticiones de un hincha del 78, lo primero que hice fue gritarle a ese hincha: ¡Llama a tu mujer y dile que no sabes cuándo coños volverás a casa! Ahora vuelve a ser más fácil programar los viajes de la selección.

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