ABC MADRID 01-07-2016 página 70
- EdiciónABC, MADRID
- Página70
- Fecha de publicación01/07/2016
- ID0006581740
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70 ABCdelOCIO VIERNES, 1 DE JULIO DE 2016 abc. es ABC C ine Mujer contra mujer UN AMOR DE VERANO Intimismo sin carisma MI PANADERÍA EN BROOKLYN Dirección: Catherine Corsini. Con: Cécile de France, Izia Higelin A. WEINRICHTER Dirección: Gustavo Ron. Con: Aimee Teegarden, Linda Lavin J. M. CUÉLLAR C atherine Corsini presentó esta película en Madrid emocionada por hacerlo coincidiendo con la semana del Orgullo Gay y recordando las manis en contra de dicho Orgullo que se venían produciendo en la antaño cosmopolita París. Una postura militante, pues, la que preside su película: Corsini se ha ido al momento del nacimiento de dicho tipo de postura, la politizada universidad francesa posmayo de 1971, para evitar el sofoco que le provocan las nuevas fobias conservadoras. Lo mejor que puede decirse de su película es que no sufre por ese parti pris, si bien su escena más curiosa sea precisamente una asamblea de indignadas (la palabra que usan es la misma) en un aula, con intercambio de discursos y esloganés y cantos reivindicativos. Y lo peor es que, como intuye la propia realizadora, la pro- E Los chicos del equipo TODOS QUEREMOS ALGO Dirección: Richard Linklater. Con: Ryan Guzman, Zoey Deutch ANTONIO WEINRICHTER ichard Linklater se ha convertido en la gran esperanza del cine americano extramuros de Hollywood con su trilogía Después de... y su cronoexperimento Boyhood Al lado de estas delicatessen, Todos queremos algo puede parecer frívola, o por qué no decirlo, basta. Empezando con que el título original se refiere muy concretamente a pillar cacho con todo lo que se mueve, siempre que sea una monada: estamos en 1980, los protagonistas son un grupo de muchachotes del equipo de béisbol y, al menos en este college tejano, estamos lejos del discurso feminista que por entonces comenzaba a hacerse sentir. ¿Y ese ambiente grosero, se preguntará consternado el fan de Linklater con la Delpy y el Hawke? Pues resulta que Linklater es también el glorioso firmante de Escuela de rock y empezó su carrera con crónicas juveniles como Slacker y Dazed and Confused de la que esta es una secuela espiritual en R palabras del propio autor. En realidad, ese fan sensible al que aludía arriba puede respirar tranquilo: el nivel de testosterona y otros sudados machismos se mantiene bajo control, sin eludirlo del todo, porque no se puede tapar el sol ni el calentón. Pero las virtudes de buen observador, de relajado constructor de secuencias y relaciones bien aireadas entre los personajes, brillan aquí como en su mejor cine. Hay un plazo, un deadline, como en su trilogía: todo ocurre tres días antes de comenzar el curso, los últimos tres días de vivir como un slacker (pasota) pero ni siquiera eso se vive con un sentimiento trágico. El Linklater pop aflora esplendoroso en tres secuencias en las que los atletas dejan de retarse entre sí y salen de cacería: la música disco, el country hortera y la incipiente escena punk le permiten construir, con rigor de historiador, tres tours de force que le hacen a uno relamerse de gusto. No es tanto, tal como éramos es el placer de apreciar lo que Linklater muestra como algo que pasó realmente, la marca de un buen relato histórico. Lástima que su protagonista, un clon del joven Matt Dillon, resulte poco expresivo. stamos ante un nuevo intento de mostrar la historia intimista de un barrio en Nueva York, que es lo que todos buscan: ser Woody Allen en pequeñito. Por ahora, el único que se le acercó con cierto éxito y un sello personal fue Edward Burns, e incluso él se quedó corto en talento. Esta panadería muestra un cierto aire modernista, que roza lo cursi, y presenta la historia de dos primas que intentan mantener un negocio. El filme presenta agujeros negros: algunos de los personajes reaccionan sin sentido a determinadas situaciones, la acción se desarrolla con poca empatía y de todos los actores los que desprenden más magnetismo son precisamente nuestros Aitor Luna y la bellísima Blanca Suárez. Al final, queda el toque de un sabor agradable sin más, una media sonrisa y la sensación de un proyecto discreto, desde luego menos apetecible que la bollería que exhibe. puesta solo atraiga a los ya convencidos. Como la protagonista, esa campesina amante de las chicas que se va a la capital para respirar la libertad que anhela y que se encuentra enseguida con un objeto de deseo perfecto. Ironía: la actriz para la que se pensó el guión, Cécile de France, resulta cargante y poco convincente en su papel de parisina liberada que cambia de orientación sexual como de muda (también es cierto que el novio que tiene es un personaje de pésimo diseño y nulo recorrido, un vector para canalizar el cambio) mientras que la actriz de repuesto, que acabó haciendo de campesina, tenía reparos para desnudarse y besar a otra chica, pese a lo cual, o quizá por ello mismo, acaba llenando de carne a su criatura de ficción. Un clásico moderno del cine bélico 1944 Dirección: Elmo Nüganen. Con: Mart Plus, Mait Malmsten FEDERICO MARÍN BELLÓN E n una guerra, la muerte nunca es inesperada, pero hay al menos tres instantes en los que al espectador de 1944 se le hiela la sangre con la pérdida repentina de algún personaje. Más allá de sorprender, esta película de Elmo Nüganen, candidata al Oscar por Estonia, carece de la espectacularidad que Spielberg instauró como canon con su soldado Ryan, pero tiene casi todas las virtudes del cine clásico. El director tampoco desprecia el uso de las cámaras modernas, que recorren unas trincheras convertidas en ratoneras, senderos de esca- sa gloria que dan una imagen bastante fiel de los horrores de la guerra. Es fuera, quizás, donde la fuerza se atenúa. La historia transcurre en aquel castigado país en un año en el que combatir en la Segunda Guerra Mundial era una especie de bingo macabro. Vecinos del mismo pueblo se veían obligados a matarse entre sí en defensa de causas tan ajenas como el Ejército Rojo y las SS. Atrapados en ese choque de totalitarismos, el pueblo estonio se desangró varias ve- ces, mientras era ocupado por unos y otros casi al albur de los dados, como en un juego de tablero. En las películas bélicas no es difícil conseguir grandes escenas. El escenario tiene, por desgracia, la riqueza suficiente. Lo verdaderamente complicado es construir un relato y hacerlo comprensible, lo que Nüganen logra casi siempre. Si además proporciona un sentido moral, la obra alcanza una categoría superior. 1944 no es una película antibelicista en sentido estricto, pero su elocuencia basta para que el espectador saque la única conclusión posible. Como lección histórica es además evitaremos la odiosa palabra necesaria apabullante.