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ABC MADRID 28-06-2016 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES, 28 DE JUNIO DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 MONTECASSINO UNA RAYA EN EL AGUA HERMANN PLAZO DE ENMIENDA Quien no sea capaz de enmienda debiera echarse a un lado porque pronto hará falta firmeza para evitar el próximo asalto OCAS veces gusta tanto equivocarse como cuando la realidad desmiente un desastre que se ha dado por seguro. Más aún cuando no se trata de un habitual revés político ni una mera derrota electoral, sino de una catástrofe humana que podría llevarse por delante todo aquello por lo que se ha trabajado, por lo que se lucha y en lo que se cree. Diversas circunstancias han evitado esa catástrofe política, cultural y humana que habría sido el triunfo en España de un Frente Popular liderado por Podemos. Que era la toma del poder por un partido neocomunista financiado desde el exterior, alimentado por ofensas y necesidades genuinas o inventadas, pero guiado por todos los peores y más bajos instintos. Por el odio, la envidia, el resentimiento y la venganza que han marcado siempre las páginas más negras de la historia de España. Los habíamos dominado durante la transición y fueron reactivados por el más indigno de nuestros gobernantes en un siglo, el padre político de estas siniestras criaturas que se disponían a asaltar los cielos Zapatero. Muchos españoles, guiados por una ira justificada ante la forma de gobernar y las montañas de agravios acumulados en décadas, estaban decididos a romper el pescuezo a los dos grandes partidos. Y de paso al sistema democrático. Al final, una mayoría ha optado por evitarlo. Muchos han tenido miedo, un miedo saludable y razona- P ble, y un instinto de supervivencia que ha funcionado ante una decisión irreversible y de terribles consecuencias. España ha tenido la inmensa fortuna de que tres días antes, desde el Reino Unido, los españoles recibieran una directa, inmensa e inolvidable lección de cómo un voto por rabia puede pesar y lamentarse una vida entera. El Brexit y la abismal caída en las bolsas del mundo han sido la perfecta escenificación de un dramático punto de inflexión en la historia y en las vidas causado por un voto que ya horas después muchos lamentan. No podía haber mejor demostración de lo que podía ser ese voto trágicamente trascendente. Ese fue el momento en el que mucho votante de Podemos decidió que su enfado no era suficiente como para romper toda la vajilla con el mueble incluido. Otros lo tendrían ya decidido antes, inducidos por una estrategia del miedo de un Gobierno que fomentó a Podemos y después conmina a la lealtad asustada. Una operación irresponsable de la que no debiera vanagloriarse nadie. Por el inmenso daño que ha hecho a la convivencia. Lo importante ahora será aprovechar el tiempo. Que es lo único que han ganado los gobernantes. Porque si hay gobierno será muy precario. Y si no lo hubiere, lo precario sería un sistema que muchos están a punto de dar por agotado. Lamentable será que la apoteosis de la pleitesía al único que no ha perdido haga olvidar que tampoco él ha ganado nada. Quien no sea capaz de enmienda debiera echarse a un lado porque pronto harán falta firmeza y convicción para evitar el próximo asalto. En cuanto el gobierno, sea cual sea, tome medidas económicas ineludibles, le estallará la calle. Se levantará en desacato el poder territorial y municipal separatista y neocomunista. Intentarán que ardan las calles de España aquellos que han fracasado en el asalto parlamentario. Su revés este domingo ha sido inmensa suerte y un regalo. Que es este plazo de enmienda. Es solo tiempo y no mucho. Pero es una oportunidad para cambiar formas, política y circunstancias y recomponer emociones comunes amables que sustituyan la frágil cohesión del miedo. Serán necesarias en la lucha contra esta peste del neocomunismo que ya prepara su siguiente acometida. IGNACIO CAMACHO LA TENTACIÓN PLEBISCITARIA Muchos votantes desertores del marianismo han vuelto provisionalmente en defensa de un modelo de sociedad amenazado E JM NIETO Fe de ratas L marianismo está exultante y tiene motivos. Con ese liderazgo pasivo y remolón, como de gasoil, el presidente ha sacado a la derecha del atolladero apostando por una estrategia bipolar contra Podemos. Muchos trienios de militancia han persuadido a Rajoy de que el PP es una organización de estructura rocosa, capaz de vertebrar, cuando encuentra la motivación adecuada, las respuestas más sólidas de la política española. Esta vez ha pulsado el botón idóneo, el resorte que activaba en las clases medias el voto del miedo. Sin embargo, la dirección popular se equivocará si otorga al resultado del domingo el rango de una legitimación plebiscitaria. El plebiscito no ha sido tanto a favor de Rajoy como en contra del extremismo populista. Muchos electores que en diciembre habían desertado de la languidez marianista, asqueados de la corrupción o decepcionados por la falta de empatía social, han regresado mal que bien al sentir amenazado su modelo de sociedad y su proyecto de vida. Ha sido un voto en defensa propia, como dice Albiac: un reagrupamiento provisional y de emergencia por razones de fuerza mayor ante un asalto a las bases del sistema. Si todos los votos son siempre prestados, el de esta ocasión es además condicional. Mucha gente se ha tapado la nariz y no volverá a hacerlo si no observa en el PP una voluntad sincera de regeneración y una agenda de reformas. La mayoría insuficiente obliga al presidente a abrirse a los sectores sociales que ha descuidado, al votante urbano menor de 50 años con una posición crítica sobre el colapso de las instituciones. No vale sólo con resistir. Después de haber ganado tres veces consecutivas, Rajoy tiene que entenderse con Ciudadanos y alguno más para volver a crear una mayoría social de centro- derecha que recoja las aspiraciones de la moderna sociedad española. Y tal vez abordar un proceso ordenado de renovación en su partido. La transición hacia el posmarianismo. Eso no va a ser fácil. Rivera ha encajado mal el retroceso y se va a poner estrecho y tiquismiquis con los pactos, atrincherado en el rechazo a los corruptos que se protegen tras el escudo presidencial. Pero tampoco tiene más remedio; su veto personal ha sido desautorizado y no puede dar al PP menos facilidades de las que ofreció al PSOE. El acuerdo del Abrazo le ha pasado factura, y la doble vara de medir en autonomías y ayuntamientos le ha costado cara en Andalucía. Aunque representan a generaciones distintas, están condenados a entenderse porque sus grupos de apoyo comparten la misma visión de España y el mismo proyecto liberal moderantista. A Rajoy le va a tocar revisar parte de su inmovilismo, desoír a los hooligans y sacar ese perfil pragmático, que también tiene, de hombre de la calle sin dogmatismos. Un gobernante que, al borde del desahucio, ha sabido abrirse una nueva oportunidad no tendría perdón si no supiese aprovecharla.

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