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ABC MADRID 26-06-2016 página 75
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ABC MADRID 26-06-2016 página 75

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 26 DE JUNIO DE 2016 abc. es cultura CULTURA 75 Teatro Música clásica Bajar del cielo OCNE Brahms: Ein deutsches Requiem Int. Dorothea Röschmann, Matthias Goerne, Orquesta y Coro Nacionales de España. Dir. David Afkham. Lugar: Auditorio Nacional. ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE Lola Herrera, en una escena de Cinco horas con Mario EFE Velatorio de toda una época CINCO HORAS CON MARIO Autor: Miguel Delibes. Adaptación: Miguel Delibes, Josefina Molina y José Sámano. Dirección: Josefina Molina. Espacio escénico: Rafael Palmero. Iluminación: Manuel Maldonado. Intérprete: Lola Herrera. Teatro: Reina Victoria. Madrid. JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN La adaptación teatral de la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario se estrenó en noviembre de 1979, con Lola Herrera como protagonista triunfal durante mucho tiempo. Regresa ahora a los escenarios treinta y siete años después de aquella fecha y sigue interesando y emocionando, aunque tal vez ahora entendamos mejor tanto los motivos de la viuda como los del finado. Nos vuelve a sorprender la ironía cáustica con que Delibes dibujó a su personaje, la profundidad de sus perspectivas psicológicas y sociológicas, y la amplitud de su mirada, comprensiva y crítica a la vez. El retrato de esta Carmen Sotillo, que en una noche de 1966 vela el cadáver de su marido, contiene también el perfil vivo, ajustado, doliente y comprometido de un tiempo y de una España inmovilista y gris. Carmen evoca su vida junto al difunto y en sus reproches póstumos transparenta su estrechez de miras, su sexualidad reprimida y el rencor larvado por no haber logrado superar el estatus de clase media con aspiraciones. Pero percibimos también el egoísmo casi autista y tímido del escritor frustrado con ribetes de integridad que fue su marido, sutilmente empapado del machismo de aquellos días, consuetudinario y sin cuestionamiento. Y vemos a una y al otro atrapados en una jaula de convenciones, víctimas ambos, aunque cada uno a su modo, de una situación esclerotizada. El público de hoy ríe en algún momento de la función por las manifestaciones de una forma de ser y pensar que ahora pueden parecer exageradas y hasta caricaturescas; esas risas son un fresco testimonio de cómo ha cambiado la sociedad española cincuenta años después de la fecha en que el escritor situó la acción, y puede interpretarse que el velatorio lo es también de toda una época felizmente pasada. No importa que Lola Herrera haya so- brepasado hace tiempo los cuarenta y tantos años de edad del personaje, en su interpretación, magistral, luminosa, gozosamente alejada de la rutina, uno cree descubrir nuevos y más ajustados matices y una suerte de ternura comprensiva que tiene, al tiempo, un algo de homenaje a esa Carmen a la que tanto ha aportado y, viceversa, que tanto le ha dado. Algún aspecto estético del montaje puede que haya envejecido, pero las líneas de dirección marcadas por Josefina Molina funcionan a la perfección en este reencuentro tanto años después. Las circunstancias han querido que el fin de temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España tenga un sabor agridulce. Muy por debajo de las posibilidades reales de los intérpretes, la interpretación de Ein deutsches Requiem de Johannes Brahms, acumuló varios problemas relacionados con la estricta ejecución y otros tantos asociados a un territorio expresivo excesivamente prosaico. Alguien concluyó que el maestro David Afkham es joven y necesita reposar una obra tan inquietante, pero es una verdad a medias. Al margen de su futuro crecimiento artístico, lograr una versión cuidada, matizada, justa y equilibrada, nada tiene que ver con facilitar una expresividad más o menos trascendente. Afkham es perfectamente capaz de conseguir lo primero porque ya lo ha demostrado. En cuanto al mensaje, su estilo actual difiere de cualquier propósito anímico. El ataque inicial rozado por parte de violonchelos y contrabajos, la falta de finura en las trompas y, luego, la destemplanza de las sopranos en los primeros compases del exquisito Selig sind, die da Leid tragen fue un mal prólogo para una partitura que, en poco más de una hora, implica dificultades evidentes. La disposición de la orquesta anunciaba la intención de configurar un color característico que no terminó de consolidarse. Los acentos espurios ante el compás ternario de Denn alles Fleisch, es ist wie Gras la confusa interpretación de la sección fugada incluida en tercer número, más aún, en la fuga del sexto no son más que referencias puntuales a un desarrollo en el que las circunstancias se impusieron al criterio. La soprano Dorothea Röschmann, situada delante del coro, cantó de manera trivial, y el barítono Matthias Goerne, forzando su ahogada emisión, tuvo incluso tiempo de encararse, quizá con un fotógrafo, durante su primera intervención. Anécdotas aparte, los detalles vienen a describir el devenir de una versión cuyo éxito hay que atribuírselo, una vez más, a la generosidad en el volumen en algunos momentos culminantes. Después de un curso en el que se han escuchado cosas excelentes, a grandes intérpretes y muchas obras sustanciosas, Ein deutsches Requiem se ha escrito con caligrafía inestable. En otro contexto se diría que el equipo está cansado.

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