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ABC MADRID 20-06-2016 página 24
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ABC MADRID 20-06-2016 página 24

  • EdiciónABC, MADRID
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24 ESPAÑA LUNES, 20 DE JUNIO DE 2016 abc. es espana ABC La historia de María y Antonio El limonero de Osuna A pesar de que la autora hizo la promesa de no volver a hablar de su familia, tras el eco de su Tercera Apátridas de Cataluña completa en esta segunda y última entrega la historia de María y Antonio, emigrantes MARI PAU DOMÍNGUEZ PERIODISTA Y ESCRITORA andaluces en Cataluña en los años sesenta. Sus vidas son el símbolo de una España descarnadamente real que ahora los cachorros del independentismo catalán relegan al olvido Una Vespa con sidecar Con la llegada del verano muchos emigrantes empezaban a preparar el equipaje para las vacaciones con un único destino: el pueblo. María, Antonio y su hija tardaban varios días en recorrer los mil kilómetros entre Barcelona y Sevilla embutidos en una Vespa con sidecar, hiciera sol o lloviera. Más tarde se compraron un Gordini, conocido como el coche de las viudas por sus muchos accidentes. Además la niña protestaba cuando llovía ya que tenía que ir con los pies en alto para no meterlos en el charco que se formaba en su interior. A pesar de lo cual el hermano del Dauphine francés de Renault se encontraba entre lo más chic del momento. Aquella joven, con su clara conciencia de descendiente de emigrantes, devoraba las andanzas de catalanes y charnegos en Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé. Habitó la Barcelona de los años 80. La de los fines de semana viendo pasar las horas con los amigos en el Rompeolas, cerca de la Barceloneta. La de Loquillo, junto al Merbeyé, a los pies mi ciudad Los dos hijos de María y de Antonio ejercen como periodistas tras haberse licenciado en universidades públicas. De la Vespa y del Gordini hoy sólo quedan los recuerdos imborrables en la memoria de una España que no deberíamos olvidar. Y quedan también las fotos, instantes detenidos que serán patrimonio de varias generaciones y que han servido para ilustrar estas páginas. B arcelona. Octubre 1962. La estación de Francia era un avispero de gente serpenteando entre innumerables trenes. Las tripas aún calientes de El Sevillano descansaban en una vía de llegada después de un día y medio de viaje. El incesante ir y venir de modestas maletas se cruzaba en los andenes con las ilusiones de quienes confiaban en encontrar una nueva vida en la próspera Ciudad Condal. María y Antonio las tenían mermadas. Habían ido perdiendo las ilusiones en el camino, engullidas por el agua de las riadas de las que milagrosamente se habían salvado hacía un mes y por el fallido trabajo de administrador de una finca agrícola en La Roda, Sevilla. Vuelta a Cataluña. Esta vez su nuevo destino era La Florida, una pedanía en el campo perteneciente al municipio de la industrial ciudad de Sabadell. Un piso bajo sin terminar y con escasos muebles. Antonio regresó a la fábrica La Bosuga, en Moncada, con la decepción de que su puesto de encargado de almacén se lo habían dado a otro, y aún tuvo que dar las gracias de que lo readmitieran como simple peón. María empezó a coser para ganar algún dinero. Entre costuras hasta el amanecer y humedades que le calaban los huesos pasó los siguientes ocho meses de embarazo. Ambos acababan los días sin querer preocupar al otro, tragándose cada uno en silencio la pena de saber que aquello no era vida. María, en la Plaza de España de Barcelona, a la que emigró con Antonio. Ambos chapurreaban catalán con acento sevillano Caminos de ida y vuelta Nació una hija junio de 1963 que pareció traerles el valor necesario para reconocer el fracaso. Cambiar la pobreza por un presente amargo no era lo que habían soñado para ellos, ni ahora tampoco para sus hijos. Cuando por fin hablaron se dijeron lo mismo: Volvamos al pueblo Por pocas oportunidades que encontraran no podían ser menos de lo que habían conseguido en Cataluña a pesar de los denodados esfuerzos, pensaron. Vuelta al tren. Destino: Osuna, donde durante meses no pudieron hacer más que contemplar el paso de las horas muertas sin que sucediera nada. La realidad era que allí no había trabajo ni futuro. Pero eso ya lo sabían. En ese tiempo, una hermana de María había hecho con su marido lo mismo que ellos, buscar mejor vida en En la procesión de Osuna; después, a oír misa Barcelona. Se establecieron en una localidad de la periferia, Hospitalet de Llobregat, donde recalaban cientos de emigrantes como ellos. María y Antonio volvieron a intentarlo por tercera vez. Contuvieron la desesperación al contemplar la cara inocente de su hija mientras se encaminaban a la casa de la hermana para instalarse en una diminuta habitación donde no cabían los tres, sólo la cama, y teníamos que saltar por encima para poder movernos recuerda María como si hablara de una pesadilla lejana. Partieron de cero. Antonio empezó de nuevo a buscar trabajo. La casualidad hizo que se encontrara con un antiguo amigo de sus tiempos de Tánger, presidente de un club de fútbol, que le ofreció trabajar en el entonces Banco de Vizcaya. Aprobó un examen y lo admitieron de cobrador. Después, al desaparecer los cobradores, pasó a ser cajero. María cosía trajes de novia durante días que se alargaban como la eternidad, pero también de noche, sin apenas espacio para extender los vestidos. Hasta que por mediación del banco consiguieron la primera vivienda decente desde que abrazaron el sueño catalán. Cincuenta metros cuadrados en la barriada del Buen Pastor, en los que cabían cinco, contando a la abuela y al segundo hijo que nació nueve años después. Poco a poco, y con gran esfuerzo, fueron mejorando económicamente. María, adaptada tan bien a la gran ciudad que hasta se modernizó en el vestir, encontró trabajo vendiendo pisos en una inmobiliaria, igual que el personaje de Mercedes Alcántara en la serie Cuéntame Percibieron más cer-

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