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ABC MADRID 13-06-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 13 DE JUNIO DE 2016 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC ULLMANN Antes de ser gaseado en Auschwitz, Ullmann tuvo la asombrosa fuerza de componer El emperador de la Atlántida ETENTA y dos años antes de estrenarse en Madrid, El emperador de la Atlántida de Ullmann sonó en Theresienstadt, ciudad que fue la versión Gestapo de las aldeas Potemkin decorado escénico que suplanta lo real. En 1940, Reinhard Heydrich hace de Theresienstadt, en los Sudetes, su campo- Potemkin Con una función material: ser estación de tránsito hacia la fábrica de cadáveres de Auschwitz- Birkenau. Y una función simbólica: ser soporte de la propaganda del Reich. El Führer regala una ciudad a los judíos, se titula el documental nazi que exalta ese prodigio humanitario en 1944 (www. youtube. com watch? v Q 6 DUnZmeHIg) En faraónica metáfora, Kurt Gerron, que lo dirigió, y cuantos en él participaron fueron, tras el rodaje, ejecutados en Auschwitz. El documental enfatiza, en particular, el mimo hacia los niños. 15.000 menores pasaron por Theresienstadt. Los datos más benévolos cifran en 1.500 los supervivientes. Los menos, en 150. ¿Los adultos? 130.000 perecieron. Por allí pasó Adolphine. Y allí murió de hambre. Por allí pasó Maria. Antes de extinguirse en Treblinka. Castigo a la medida de su crimen: ser hermanas de Sigmund Freud. Pero, para mí, Theresienstadt es, ante todo, una imagen fechada en mayo de 1945, inmediatamente después de la liberación del campo. Escribí ya acerca de ella aquí, hace unos años. Lo recuerdo: Tenemos la espantosa foto. Decir que es duro mirar los rostros de esos hombres con el pijama a rayas aún de los presos, es decir nada. ¿Hombres? ¿No es un escupitajo decir hombres ante ese rompecabezas de huesos que los alemanes no tuvieron tiempo para acabar de reducir a polvo antes de huir del avance aliado? No logran ni sostenerse. Pero, tirados sobre el suelo, acodados en tierra como malamente pueden, aún sonríen. No he visto nunca una cosa más triste que esa sonrisa suya, que parece estar dando enamorada bienvenida a la muerte. Casi en el centro de la foto, hay uno de ellos que se apoya dolorosamente sobre el antebrazo izquierdo. Y sonríe con un pliegue de los ojos y un minúsculo fruncir la comisura derecha de unos labios que se ven ya demasiado agotados para más esfuerzo. Es éste cuya ficha acaba de leer, en el improvisado hospital, la enfermera Kalouskova. Se llama usted como el poeta surrealista le dice en su trabajoso francés, porque algo manda la piedad decir a los que mueren. Y es entonces cuando un rayo ha fulgurado en los ojos, quemados por la fiebre, que son ya lo único vivo de aquel que fuera un hombre. Y un esfuerzo de voz y de memoria sobrehumanos dicta su elegía testamentaria: ¡Sí, sí! Robert Desnos, poeta francés. ¡Soy yo, soy yo! A un paso de ser nada. Cuando Desnos transita a la nada, hace ya siete meses que Viktor Ullman había volado en ceniza. Pero, antes de ser gaseado en Auschwitz, Ullmann tuvo la asombrosa fuerza de componer en Theresienstadt una ópera: El emperador de la Atlántida. Puede escucharse en el Teatro Real de Madrid ahora. Si es que uno tiene fuerza para ello. S EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA BUKAKE FUTBOLERO Con apenas dieciocho o veinte años, esos chavales tenían ya la sensibilidad estragada H ACE apenas mes y medio, un artículo nuestro provocaba las iras de la piara tuitera, azuzada desde medios de adoctrinamiento de masas aparentemente antípodas. En aquel artículo sosteníamos que la sexualidad humana, sometida al constante estímulo de la pornografía, acaba convirtiéndose en una tirana que reclama estímulos cada vez más aberrantes y perversos. No me extrañó que medios de adoctrinamiento aparentemente antípodas reaccionaran con escándalo ante aquel artículo, pues la pornografía es la morfina sistémica que garantiza la alienación de las masas; tampoco que la piara tuitera me insultara con ardiente frenesí, pues hay mucha pobre gente que depende de su ración de pornografía diaria para sobrellevar su vida de mierda y reacciona paulovianamente ante quien expone las consecuencias de su esclavitud. El mismo día en que la piara me montaba el aquelarre era detenido el pornógrafo llamado Torbe, acusado de filmar videos pornográficos con menores de edad, destinados a una clientela saturada de pornografía convencional que reclamaba estímulos más intensos, tal como yo afirmaba en aquel artículo. La investigación de las actividades del pornógrafo Torbe nos desvela ahora nuevas aberraciones que vuelven a confirmar nuestra tesis; pero la banalidad mediática ha querido fijarse tan sólo en un episodio sensacionalista que implica a unos futbolistas, al parecer participantes en abyectos bukakes que les or- ganizaba el mencionado Torbe, a semejanza de los que este pornógrafo solía filmar, en los que una mujer (a menudo forzada) era sometida a las sevicias más nefandas por varios hombres a la vez. El episodio podría haber servido para que la sociedad española hiciese una reflexión seria sobre las calamidades que el consumo de pornografía ejerce sobre los espíritus; pero, por supuesto, sólo está sirviendo para desatar comentarios chuscos y banales, y para que los botarates futbolizados discutan si los presuntos participantes en aquellos bukakes podrán jugar sin presiones la Eurocopa. Nadie, en cambio, se ha preguntado por qué unos chavales que por entonces apenas tendrían dieciocho o veinte años y sin embargo ya eran ricos y famosos (y, por lo tanto, podían ligarse a las chavalas más guapas) necesitaron participar en sórdidos bukakes. Y la respuesta es bien sencilla. Con apenas dieciocho o veinte años, esos chavales tenían ya la sensibilidad estragada, la afectividad destruida, el apetito sexual corrompido por las fantasías más purulentas. Eran, en fin, chavales arrasados por el consumo de pornografía, que sin apenas darse cuenta había dejado que su imaginación se internase por andurriales cada vez más escabrosos; en lo que no se diferencian de una multitud de chavales de su misma edad. La única diferencia entre los participantes en esos bukakes futboleros y los millones de adictos a la pornografía es que los primeros pueden hacer realidad sus fantasías purulentas a cambio de pasta, mientras los segundos tienen que conformarse con machacársela ante el ordenador. Llega un momento en la rutina de una civilización escribía Chesterton en que los hombres buscan pecados más complejos u obscenidades más llamativas, como estimulantes de su hastiada sensibilidad. Caminan en su propio sueño e intentan despertarse a sí mismos con pesadillas Sobre esa pesadilla que la pornografía ha introducido en nuestras vidas deberíamos estar hablando, para alumbrar los sótanos de abyección y podredumbre a los que nos ha conducido nuestra hastiada sensibilidad Pero preferimos entretenernos con comentarios chuscos y banales. Y si alguien se atreve a dar la nota discordante se le azuza a la piara tuitera y santas pascuas.

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