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ABC MADRID 05-06-2016 página 82
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  • EdiciónABC, MADRID
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82 CULTURA DOMINGO, 5 DE JUNIO DE 2016 abc. es cultura ABC El documento En los fondos Altamira de la Hispanic Society of America, el historiador Geoffrey Parker encontró recientemente este documento que recoge la confesión de un soldado, y dice: Lo que confesó Pedro de Mondragón, que sirvió a los enemigos y fue arcabuzeado en la plaça del castillo de Anveres Data de mayo de 1575 Confesión de un arcabucero español que no halló perdón y fue ejecutado El documento encontrado por Geoffrey Parker relata aspectos de la vida de los Tercios en Flandes en 1575 JESÚS GARCÍA CALERO MADRID Un soldado español es apresado en Flandes mientras luchaba en las filas holandesas. Sus antiguos compañeros desconfían de él. Desesperado, informa de los detalles que ha observado durante su estancia más allá de las líneas enemigas. Fortificaciones, movimientos subversivos... Pero todo es inútil. Su nombre es Pedro de Mondragón. Y va a morir al acabar su confesión. Corre el mes de mayo de 1575. Su historia emerge en un papel amarillento, con huellas de intemperie, escrito en el frente durante los inicios de la guerra de los Ochenta Años, que ha sobrevivido desde entonces y terminó en los fondos de la Hispanic Society of America. Quien lo ha hallado es el historiador Geoffrey Parker, uno de los más destacados especialistas mundiales del reinado de Felipe II y uno de los más brillantes historiadores militares. Pasados 440 años, sus manos pudieron desplegar los folios de aquella vieja confesión. llamaban dar el tornillazo al cambio de bando. Siempre pagados con retrasos y viviendo en condiciones durísimas, la deserción y el motín fueron los delitos más comunes en aquellos años de guerra. Hubo 46 motines entre 1572 y 1607. El desertor era castigado con la muerte, aunque si se atrapaba a un grupo lo habitual era ejecutar a uno por sorteo y como escarmiento, para que el resto tuviera buenos motivos para reengancharse. Y tal es la intención que confiesa Pedro de Mondragón: incluso habla de otros dos españoles apresados que podrían ayudarle en un ataque por sorpresa. Da sus nombres: Juan López y Francisco Perpiñán, de manera que fuesen perdonados, porque desean salir de los enemigos y volverse al servicio de su Magestad dureza de la guerra, la hostilidad del ambiente, así como las carencias y el retraso de las pagas minaban la moral. Cierto que el ejército proveía alimentación, alojamiento, atención sanitaria y asistencia religiosa a los soldados. Casi siempre funcionaban bien. Boceto original de FerrerDalmau para esta página La mala fortuna Pero la mala fortuna de Pedro de Mondragón ha comenzado antes. En la escaramuza en la que fue detenido murieron los otros dos españoles que luchaban con él. Así que ya no queda con quién echar a suertes la ejecución. Era sí o sí. Estaba solo, a no ser que convenciese a todos de que podía cambiar el curso de la guerra. Geoffrey Parker ha encontrado otra referencia a estos hechos en el Archivo de Simancas. Una carta de don Diego de Zúñiga a Felipe II, con fecha de 29 de mayo, le informa de la escaramuza que debió ocurrir a mediados de mayo de 1575, y confirma que mataron a dos desertores y apresaron a un tercero, que será arcabuceado. Ese debe ser Pedro de Mondragón. Toda guerra es escenario de inmensos y caóticos movimientos de seres humanos. Y Flandes no es una excepción. El duque de Alba había llegado allí con 8.795 soldados en agosto de 1567. Diez años después, según se documenta en la monumental Historia Militar de España dirigida por Hugo O Donnell, quedaban solo 4.093. La Maquinaria implacable Pedro de Mondragón está asustado. Ante el auditor militar despliega un afán colaborador que pueda otorgarle perdón. Pero su confesión es caótica, nerviosa, en ella se mezclan informaciones de diversa naturaleza. La maquinaria de la justicia militar es paciente y escucha, pero será implacable. Relata que ha pasado siete semanas en Luberstain (Loevestein, cuyo castillo cambió dos veces de manos entre 1570 y 1572, quedando desde entonces en posesión de los holandeses) Queda la duda: ¿fue apresado o desertó? Tanto el hecho de que fue detenido en una escaramuza mientras luchaba para el enemigo como su ejecución posterior apuntan a que fue uno de los múltiples desertores de los Tercios en aquella época. Los veteranos Menos conocido es que los soldados llevaban criados y a veces incluso la familia les acompañaba. En los campamentos cercanos al teatro de operaciones el ejército tenía asociada una cola de civiles, entre los que destacaban criados, asentistas que vendían vituallas y municiones, las prostitutas siempre reglamentadas, y algunas familias. En el caso de Flandes la cola de civiles llegó a superar más del 50 del total de volumen de gentes. Al Rey no le gustaba que sus hombres casaran en el frente, pero lo hacían, por cientos. En el siglo XVII se registró un 50 de matrimonios mixtos de soldados españoles y mujeres holandesas. A pesar de todos estos detalles, la milicia era una carrera atractiva por la acumulación de riquezas que se asociaba a quienes participaban en sitios y saqueos. Sin embargo, el oro y las joyas de los botines no era tanto como se decía, así que los Tercios fueron el lugar de las más estrechas solidaridades. El orgullo de ser españoles y la camaradería eran la verdadera argamasa de los asombrosos logros de aquellos hombres. Las unidades eran estables durante años y luchar espalda con espalda hacía a los hermanos de armas hermanos de sangre. Tanto que, después de las viudas, fueron los compañeros los beneficiarios de los veteranos en sus testamentos. Pedro de Mondragón vivió y murió en ese torbellino. Habló a sus captores de que conocía gente que quería traicionar al príncipe de Orange y que con López de Salcedo y Martín Ruiz dos presos, quería organizar una matanza como la Masacre de San Bartolomé, ocurrida tres años antes en París. Curioso dice Parker que Mondragón conociera tantos detalles de aquellos hechos Además, indica a sus captores que los holandeses están desmoralizados y no podrán mantener la guerra un año, porque los bastimentos valen caros, y la tierra esta necessitada, porque es menester un hombre hordinario en una villa para comer moderamente un escudo Mondragón murió arcabuceado en la plaza del castillo de Amberes. Un hombre sin fortuna cuyo nombre ha llegado al desplegar un polvoriento papel.

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