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ABC MADRID 23-05-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 23 DE MAYO DE 2016 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC ELOGIO DEL ANSIOLÍTICO Si el juego de las banderitas futboleras les sirve a sus devotos para calmar ansiedades homicidas, bendito sea ACE casi cuatro siglos que un matemático piadoso y enfermo, llamado Blaise Pascal, dio la clave del invencible arrebato por los juegos que define lo más propio del comportamiento humano: Los hombres, no habiendo podido curar la muerte, la miseria, la ignorancia, se han concertado, para hacerse felices, en no pensar en ello tal es la alta rentabilidad que los juegos de habilidad, de azar, de ingenio, de lo que sean nos regalan. Sería, de verdad, difícil sobrevivir a nuestras vidas sin eso. Por más fastuosas que nuestras vidas fueran. Ni siquiera la más alta posición mundana se salva de esa necesidad de verse arrebatado al curso monótono del tiempo. Ser rey subraya, así, Pascal es el más bello puesto del mundo, y, sin embargo, imaginémoslo acompañado de todas las satisfacciones que pueden afectarlo: si un rey se halla sin eso a lo cual llaman diversión, helo desdichado, y más desdichado aún que el menor de sus súbditos que juega y se divierte Todos, para ir bien que mal tirando, jugamos. Cada cual, a lo que mal que bien sabe. Y el que no sabe esto es, la mayor parte se las apaña mirando jugar a los otros. Y haciendo por identificarse con sus habilidades. El espectador es un jugador vicario. Un voyeur, que suple su impotencia para competir en la dura lid con una sobredosis mastodóntica de devoción hacia los jugadores en quienes proyecta honor e identidad propios. Hay siempre una tentación ineludible de que el juego bascule al territorio turbio de una religión de suplencia. Pero es que, sin la hondura de esa tentación, los juegos no serían nada. El juego sirve para algo, en la medida en que permite aun de modo efímero posponer las amenazas de las cuales está tejida la vida de todos los hombres. Si al devoto jansenista que era Pascal le preocupa esa eficacia prodigiosa del juego es porque, llevada a su perfección, su capacidad de competir con el consuelo religioso es altísima. A este hombre, tan afligido por la muerte de su mujer y de su hijo único, que sufre esta gran querella que lo atormenta, ¿de dónde le viene que en este instante no esté triste y se le vea tan exento de todos esos pensamientos penosos e inquietantes? No hay que asombrarse. Acaban de servirle una pelota y tiene que lanzársela a su compañero Bendito ansiolítico: eficaz y barato. Que alcanza su perfección hoy en el fútbol: última gran religión universal de los humanos. Si el juego de las banderitas futboleras, que en estos días me mueve a salir aún menos de lo habitual en mí a la calle, les sirve a sus devotos para calmar ansiedades homicidas, bendito sea. No sé si saldrá más barato que media caja de Orfidal, pero parece ser mucho más aceptado y, además, no exige receta médica. Y es preferible que los rugidos de odio entre voyeurs devotos queden en la clausura del estadio. Gritar relaja mucho, si uno no tiene otra cosa. Algunos preferimos el silencio. Pero eso debe de ser una enfermedad degenerativa: sus pocos afectados vamos camino de extinguirnos. H EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA TORO DE LA VEGA En lugar de invocar una libertad paparruchesca, los taurinos harían bien en tener el valor de defender las tradiciones C UANDO las autoridades catalanas decretaron la prohibición de las corridas de toros, los taurinos se movilizaron de la forma más paparruchesca posible, invocando la libertad que ha acabado con la fiesta que dicen amar (y es que, en efecto, hay amores que matan) La libertad moderna (versión paródica de aquel alto don que al hombre dieron los cielos fue creada para destruir las tradiciones de los pueblos, instilándoles el veneno del individualismo y convirtiendo su comunidad de vida en un pandemónium de reivindicaciones egoístas o sectarias que degradan la convivencia hasta convertirla en horrenda coexistencia, cuando no en perpetuo campo de Agramente. Esta libertad paródica fue, en fin, creada para disolver los vínculos que hacían fuertes en los pueblos, para matar su fe, para impedirles la consecución del bien común, para adulterar sus instituciones naturales, para degradar sus tradiciones, para sustituir el sentido de arraigo y pertenencia por una demogresca infame que nos convierte en monos encerrados en una jaula, disputando siempre por una garrafa de aguardiente. Naturalmente, aquella campaña taurina grotesca se saldó con un patético fracaso; y en Cataluña dejó de haber corridas de toros, como pronto ocurrirá en otras regiones de España, a medida que avance imparable la destrucción de sus tradiciones. Unos años después de aquella derrota, los taurinos coleccionan otra en Tordesillas que no ha pro- vocado ni de lejos los ríos de tinta que desató en su día la prohibición catalana; tal vez porque quienes han asestado el golpe son los mismos que entonces se proclamaron farisaicamente defensores de la tauromaquia, cuando en realidad sólo son mamporreros del mundialismo, encargados de pastorear al rebaño conservador. Incluso no faltan taurinos que se muestran conformes con el decreto evacuado por la Junta de Castilla y León que prohíbe alancear al toro de la Vega, aduciendo que se trata de una fiesta bárbara que nada tiene que ver con la auténtica tauromaquia. No advierten estos tontos útiles que la nueva prohibición ha sido muy taimadamente urdida para abrir un portillo a posteriores prohibiciones que muy pronto impedirán también el sacrificio de los toros en las corridas, convirtiéndolas en astracanadas inanes y pintureras, aptas para señoritas melindrosas y muchachitos que comen nardos. Y, cuando esas prohibiciones se sucedan, los taurinos volverán a invocar la libertad, sin advertir que ha sido la destrucción de las tradiciones la que ha logrado que las corridas de toros sean un espectáculo que repugna a la sensibilidad de nuestra época, sobornada por las sucesivas golosinas que nos han convertido en una patulea alfeñique y gregaria que comulga devotamente las ruedas de molino de la ideología mundialista. Y que ha invertido por completo las categorías morales, de tal modo que mientras aplaudimos con entusiasmo la matanza industrial de vidas humanas gestantes derramamos lagrimillas de cocodrilo ante un toro alanceado. En lugar de invocar una libertad paparruchesca, los taurinos harían bien en tener el valor de defender las tradiciones. Y harían bien en hacerlo con la astucia de las serpientes (puesto que a reptiles de la peor calaña se enfrentan) no con el candor de las palomas, contratacando con acciones inteligentes al enemigo que quiere derruir toda supervivencia tradicional. En este caso, por ejemplo, elaborando un reglamento que fije las condiciones para un alanceamiento ordenado y valeroso del toro de la Vega que acabe con las penosas imágenes de desbarajuste, hostigamiento y alanceamiento rastrero que las televisiones cipayas se encargan de divulgar, año tras año. Y, por supuesto, desobedeciendo el decreto evacuado por los mamporreros de la Junta de Castilla y León.

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