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ABC MADRID 23-04-2016 página 13
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ABC MADRID 23-04-2016 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO, 23 DE ABRIL DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA UN CERVANTES DE FANTASÍA Cervantes nos enseñó a distinguir a los hipócritas. Que hoy, como ya nadie lee el Quijote, siguen campando por sus fueros ASA el año cervantino con más pena que gloria, como antes ocurrió con el teresiano, pues esta España convertida en gusanera de pasiones torpes no puede reconocerse ya en aquellas figuras egregias. Al pobre Cervantes tratan de convertirlo en un personaje irreconocible; y no debe extrañarnos, pues allá donde la honradez y la caballerosidad vuelven a ser locura, donde sólo medran los listillos y los aprovechateguis, es natural que ya casi nadie pueda reconocer al verdadero Cervantes, cuyo fracaso sería hoy al menos igual de estrepitoso que el que amargó su tránsito por este valle de lágrimas. Y se entiende, además, el interés en crear un Cervantes de fantasía, a veces judaizante y a veces filoprotestante, a veces criptogay y a veces truhán, pues quienes impulsan estas mistificaciones saben bien como Menéndez Pelayo que la heterodoxia en España sólo ha deparado bagatelas y mierdecillas pinchadas en un palo. E inventándose un Cervankenstein que sea la síntesis de todas las heterodoxias tratan de enturbiar esta verdad incontrovertible y dolorosa (para ellos) En este afán por falsificar a Cervantes, al que hoy se suma cualquier ganapán, ya colaboraron en su día gentes tan ilustres como Ortega o Américo Castro, que atribuyeron a Cervantes una intención socarrona o hipócrita, suponiendo (en un juicio de conciencia arbitrario) que había trufado su obra inmortal de proposiciones católicas tan sólo por mie- P do a la Inquisición. Pero lo cierto es que, allá por donde abrimos el Quijote, no encontramos como diría Sansón Carrasco ni un pensamiento menos que católico y muchos de tales pensamientos abordan, además, algunas de las cuestiones teológicas más delicadas del momento, desde el libre albedrío hasta la justificación por las obras, pasando por los requisitos que hacen válido un matrimonio. Paul Descouzis dedicó en su día un minucioso estudio en el que analizaba el Quijote a la luz de los decretos de Trento; y el resultado era espectacular, pues parecía que Cervantes hubiese estado escuchando las sesiones de aquel concilio (que, por lo demás, fue una empresa fundamentalmente española, luego ensuciada por los chafarrinones de la leyenda negra) Ciertamente, hay en el Quijote multitud de pasajes en los que Cervantes lanza sin demasiado recato los dardos de su ironía contra los clérigos zampones y mamarrachos; y también contra los católicos profesionales que esconden tras una fachada de devociones santurronas un muladar de fariseísmo. Tiene el cuajo de disfrazar al cura de la aldea de don Quijote de princesa Micomicona; y de un ermitaño falsario nos hace saber que vive en la ermita acompañado de una sotaermitaño Al repugnante eclesiástico que vive en el palacio de los Duques, un resentido que quiere que la grandeza de los grandes se mida con la estrecheza de sus ánimos lo pone a caldo. Y retrata la perfidia del fariseo en aquella frase de la duquesa que reprocha al buen Sancho que no se fustigue con mayor contundencia: Advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada Pero clérigos malvados los ha habido siempre (sospecho que hoy más que entonces) y también seglares meapilas que han hecho de la falsedad relamida una profesión que les permite chupar del bote durante toda su vida. Atreviéndose a señalarlos y a satirizarlos Cervantes no actuaba como un hipócrita, como pretendieron delirantemente Ortega o Américo Castro, sino que nos enseñó a distinguir a los hipócritas. Que hoy, sin embargo, como ya nadie lee el Quijote, siguen campando por sus fueros, como ocurre con los majaderos; y, así que los dejan sueltos, se inventan un Cervantes de fantasía. IGNACIO CAMACHO LA LIBERTAD, SANCHO La historia de esta profesión es la historia de una resistencia. No he de callar por más que con el dedo, etcétera La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos (Miguel de Cervantes) L oficio de periodista nunca fue fácil; en esto no te metes para hacer amigos. Y menos entre políticos, cuyo grado de tolerancia a la crítica es inversamente proporcional a su narcisismo. Decía Jean Daniel, confidente de Mitterrand, que no se puede ser amigo de un hombre de poder si tienes que escribir de él a menudo: amicus Plato, sed plus amica veritas. La verdad, en periodismo y en la vida, parece un concepto demasiado ambicioso; conformémonos con el de veracidad, y en todo caso con los de honestidad e independencia. Sin demasiada alharaca ni la solemnidad heroica que tendemos a dar a este trabajo que sólo consiste, según el maestro Raúl del Pozo, en limpiar los cristales de la libertad. Poniéndote perdido de mierda, las más de las veces. Pero hay tiempos y tiempos, y estos no son los mejores. La crisis económica ha coincidido en la prensa con otra de modelo: las nuevas tecnologías, el rollo de la gratuidad en internet y todo eso. Llevamos años de ajustes masivos en los medios. De ingresos, de audiencias, de publicidad y, ay, de empleo. Para sobrevivir a este aprieto es preciso defender un intangible: el prestigio, que tiene que ver con el ejercicio de la conciencia. Por eso el menor de nuestros problemas es que los políticos presionen como siempre han hecho. Como ahora Pablo Iglesias, que a la menor ocasión deja ver su egolatría mesiánica, su jaez totalitario. Esa cosa suya de los señalamientos y los ciberescraches es algo incómodo pero llevadero; de toda la vida, los caciques nos han azuzado a sus jaurías, que ahora aúllan en las redes sociales. Más peligrosa era la ETA esa ETA que, por cierto, solía elogiar Iglesias como clarividente debeladora del régimen del 78 y no logró intimidar aunque nos pusiese a mirar los bajos del coche. La historia de esta profesión es la historia de una resistencia. No he de callar por más que con el dedo, etcétera. El auténtico problema consiste en que la sociedad democrática olvide la importancia de su sistema civil de contrapesos y sustituya la libre circulación de noticias e ideas por un falso debate de consignas teledirigidas y bulos aventados en la red. Que la Justicia se haga un lío ¿verdad, Pablo, verdad, Cruz? con el derecho de la información y lo vuelva del revés. Que el propio periodismo confunda sus prioridades y se convierta en un espectáculo. Y que una opinión pública aturdida por la cháchara demagógica llegue a creer que la libertad de prensa es una extravagancia prescindible. Lo demás, las amenazas, el matonismo y tal, son gajes del oficio. Lo sabemos. La independencia de un periodista ¿verdad, Álvaro, verdad, Javier? y de paso la de sus editores depende, como sentenció Montanelli, de una sola cosa. De sus coglioni. E JM NIETO Fe de ratas

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