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ABC MADRID 17-04-2016 página 10
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  • EdiciónABC, MADRID
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10 ENFOQUE DOMINGO, 17 DE ABRIL DE 2016 abc. es ABC 11 de febrero de 1992 Diez meses antes de separarse, Diana de Gales posa a solas en el Taj Mahal Tributo a Diana de Gales Leyendas de pasión JESÚS LILLO 16 de abril de 2016 Los Duques de Cambridge, ayer en el conocido como banco de Lady Di AFP Si en España tenemos la pena de telediario, con el alcalde de Granada hecho un yihadista belga, rodeado de policías, no fuera a inmolarse y desconchar una fachada protegida, en el Reino Unido inventaron a finales del siglo pasado el divorcio televisado, que es lo que hizo Diana de Gales cuando en 1995 dio a la BBC la entrevista con la que de forma premeditada, con sosa cáustica, decidió disolver y raspar lo poco que quedaba de su matrimonio. En aquella memorable y explícita charla, Diana Spencer no solo lamentó sus penurias conyugales, sino que se quejó de la persecución fotográfica de la que era víctima. Pasó por alto la Princesa del Pueblo su interesada relación clientelar con unos paparazzi a los que utilizaba para construir y representar el personaje del que, tras darle herederos a la Corona británica, misión cumplida, decidió vivir el resto de sus días. Estas quejas suelen ser frecuentes en el mercado rosa, sin distinciones de clase y en función del perfil, favorecedor o no, que muestren las cámaras. Fue John Major, entonces primer ministro, quien en diciembre de 1992 anunció la separación de Carlos y Diana. Diez meses antes, durante un viaje a la India, la Princesa de Gales había mostrado al mundo su habilidad para manipular a la opinión pública a través de la imagen. No le hizo falta llamar a Mario Testino, su retratista de cámara, para componer el sobrecogedor mensaje de desolación y vulnerabilidad que quería transmitir desde el Taj Mahal, templo del amor cuya formidable monumentalidad parecía aplastar a una mujer rota, torcida y sola, ladeada frente a la impecable verticalidad del palacio de Agra, vencida por la maquinaria de una institución monárquica igualmente pétrea. Como sería aquello que, desde entonces, el banco donde tomó asiento para la sesión fotográfica lleva su nombre. ¿El Taj Mahal? Al fondo, el edificio blanco ese tan grande. Como decenas de miles de turistas al cabo del año, su hijo Enrique y su esposa Catalina se hicieron ayer una foto en ese mismo banco de piedra, pieza de museo que hoy figura en todas los manuales y antologías de la arquitectura del amor, pero que tiene aún más sentido como símbolo de la moderna y arrevistada comunicación de masas. Como ayer los Duques de Cambridge, quienes se retratan en el banco de Diana de Gales rinden tributo a una mujer desenamorada, pero lo que hacen, sin quererlo, es homenajear a una maestra de la imagen, una princesa que supo cambiar la regia sonrisa de la monarquía por un mohín que, a partir de la compasión, hizo de su reino el más grande de su tiempo. GENTESTILO

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