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ABC MADRID 09-03-2016 página 78
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MIÉRCOLES 9.3.2016 Editado por Diario ABC, S. L. Juan Ignacio Luca de Tena, 7, 28027 Madrid. Diario ABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 36.595 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 902 334 556 Suscripciones 901 334 554 Atención al cliente 902 334 555. EL PULSO DEL PLANETA VISTO Y NO VISTO A pie desde Siberia hasta Australia Caminando durante tres años, la suiza Sarah Marquis recorre el desierto del Gobi, China, Laos y Tailandia, donde tomó un barco a Brisbane: 14.000 km El viaje de Sarah Marquis De Siberia al Sur de Australia 14.000 km caminando IGNACIO RUIZ- QUINTANO MUJERAJES Parecía que el feminismo quería más pantalones para ir por la oficina, pero lo que quiere es más faldas para cruzar por los pasos de cebra Siberia P Sarah Marquis a punto de acabar su periplo, en Australia Australia ABC PABLO M. DÍEZ CORRESPONSAL EN ASIA T res años, 14.000 kilómetros, ocho pares de botas, 3.000 tazas de té y el mayor esfuerzo de su vida. Eso es lo que le ha costado a la suiza Sarah Marquis cumplir su sueño: recorrer a pie seis países de dos continentes. Tras partir de Siberia, en Rusia, en estos mil días ha atravesado el desierto del Gobi en Mongolia, China, Laos y Tailandia, donde tomó un barco hasta Brisbane para continuar caminando por Australia. Era la respuesta a una llamada interior porque quiero entender la Naturaleza y saber de qué estoy hecha explicaba a la CNN ayer, Día de la Mujer Trabajadora, esta aguerrida aventurera, que lleva varias peregrinaciones épicas a sus espaldas. Nacida hace 43 años en un pueblo del macizo del Jura, al norte de los Alpes, Sarah Marquis se pasó su infancia explorando los bosques de Suiza, trepando a los árboles, observando a los pájaros y, cuando tenía solo 7 años, durmiendo una noche junto a su perro en una cueva tras escaparse de casa. Uno no se convierte en un aventurero, lo es asegura Sarah, que ha hecho senderismo en Nueva Zelanda, escalado los Alpes, atravesado Estados Unidos y caminado 14.000 kilómetros por el interior de Australia. Su última odisea empezó en 2010, cuando se propuso regresar a un árbol que se había encontrado en el desierto australiano, pero partiendo desde Siberia. En compañía de lobos Acompañada por su perro D Joe, y acarreando víveres en un carrito, hasta el tercer intento no logró atravesar el desierto del Gobi, donde aguantó temperaturas de 30 grados bajo cero y cada noche se preguntaba, refugiada en su tienda de campaña, si sobreviviría al frío y el viento. Una madrugada la despertaron los lobos que aullaban cerca del lugar donde había acampado, y otro día se encontró con unos naturalistas que estaban estudiando al esquivo leopardo de las nieves, al que consiguieron fotografiar con infrarrojos. Entre camellos, arrastrando su carro por las dunas del Gobi, llegó hasta China, donde siguió los senderos de las montañas porque no tenía un mapa topográfico del país. Quería volver a los orígenes humanos porque así se vivía hace 60.000 años, pero me di cuenta de la dificultad para encontrar comida recuerda Marquis, quien se quedó en los huesos durante el trayecto. Pero el mayor riesgo que sufrió no fue la desnutrición ni el dengue que contrajo en la jungla de Laos, sino el ataque de una banda de narcotraficantes de este país. Estoy orgullosa de ser una mujer, pero a veces me gustaría tener los músculos de un hombre y pelo por todas partes reflexiona con amargura, porque en muchos lugares tuvo que ocultar su condición femenina por seguridad. Tras un buen número de peripecias en su recorrido por Asia, recogidas en un libro que acaba de publicar, terminó su viaje a más de 40 grados en el desierto australiano con la satisfacción de haber cumplido su sueño. No hay muchas aventureras, pero me enorgullezco de ser libre y hacer lo que quiera para recordar a todas las mujeres del mundo que siguen luchando por ese derecho concluye Sarah Marquis, quien nos anima a tener la aventura que todos llevamos dentro Verbolario POR RODRIGO CORTÉS Responsable, adj. Culpable con estudios. arecía que el feminismo quería más pantalones para ir por la oficina, pero ahora sabemos, por los comunistas valencianos, que lo que quiere es más faldas para cruzar por los pasos de cebra. ¡Qué bien está Solana en Valencia! volvería a decir Gecé, si lo viera. El pantalón, adoptado de los sans- culottes por los capos franceses en señal de solidaridad con las masas, tenía un prestigio revolucionario. La falda, en cambio, es un fetiche burgués. Para el burgués, la mujer no es, según Marx, otra cosa que un instrumento de producción. Marx es un salido que cree que los burgueses encuentran un placer singular en conquistarse mutuamente sus mujeres y al matrimonio burgués, o comunidad hipócritamente disimulada opone el matrimonio comunista, una comunidad franca y oficial En Podemos, como no son hipócritas, celebran el Día de la Mujer con retratos de sus machos alfa Pablemos y Errejón, y el comunismo llama a estos homenajes a la mujer... mujerajes El mujeraje de Errejón (montaje de centauro de Errejón con cebra) revela la tensión de la hegemonía entre el núcleo irradiador y tal y tal y tal, un esfuerzo dialéctico que con la ayuda del Manifiesto podría formularse así: tesis: el casado burgués; antítesis: Errejón (especie de Sgaranelle, el personaje de Molière, español) síntesis: la comunidad franca y oficial. Y el eslogan Ahora la vida es mejor, camaradas, la vida se ha vuelto más alegre se convirtió en una verdad de Estado nos dice Dombrovski, antes de describir nuestras bellezas socialistas las May May y las Gloria Swanson para las masas, ¡nada de escotes ni minifaldas, ninguna rodilla descubierta ni pantalones! Se ponían medias doradas y transparentes con flechas, relojes Zenit masculinos de acero aleado y paseaban perritos rabiosos que rugían enérgicos con ojos como telescopios y hocicos de sapo. Tener una secretaria así se convirtió en una cuestión de honor para cualquier comisario del pueblo.

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