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ABC MADRID 01-03-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA MARTES, 1 DE MARZO DE 2016 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU BARBA Me siento como aquellos personajes en chándal de los Soprano, decadentes mafiosos de dimensión barrial OSÉ María García intervino el otro día en la presentación del libro biográfico que le ha escrito Vicente Ferrer, un compañero de cuando llegué a Pradillo. Eran tiempos en los que aún no estaba seguro de que me crecería la barba si me la dejaba, como un novato durante su primera inmersión en un submarino alemán. Ahora tengo ya, además de barba de lobo de mar, hasta un cerco alrededor del ojo que me ha dejado el periscopio. Cuando García tomó la palabra, lo primero que hizo fue abroncar a un general. Y no uno cualquiera, sino nadie menos que Félix Sanz, jefe de la inteligencia española no me hagan el chiste unamuniano del oxímoron que trataba de escabullirse entre el público, quién sabe si reclamado por alguna misión para salvar la patria, y tuvo que obedecer a García, que le exigió permanecer. Empezaba la cosa de un modo que era como para temer que todos los presentes acabáramos haciendo flexiones como un comando paracaidista de periodistas de investigación a punto de ser arrojado en una jungla de chupópteros, abrazafarolas y estómagos agradecidos. Además de Raúl del Pozo, que me sigue pareciendo un tunante felliniano apostado en la Via Veneto, con García estaba Pedro J. Ramírez, cuyo periscopio sigue buscando presas en alta mar. El pellizco nostálgico era doble, por tanto. Porque no sólo remitía al tiempo en que tantos españoles escuchaban a García, en la cama y de noche, hasta el punto que la sintonía de su programa, como por reflejo de Pavlov, anunciaba la hora del coito fugaz de los matrimonios que se aman con el auricular puesto. También había un recordatorio del periodismo de grandes personajes, de fuertes personalidades, que parecen haber quedado excluidos en el amansamiento de la profesión. Cuando escucho o leo los anecdotarios de ese tiempo más indomable del oficio, cuando hablo con amigos como Luis Enríquez, igualmente enamorados de aquel zafarrancho de contrapoder y singularidad, me siento como aquellos personajes en chándal de los Soprano, decadentes mafiosos de dimensión barrial, que añoran e intentan recrear el tiempo de las Cinco Familias. Me conmovió la mención que García hizo de mi padre. No sólo porque aún lo recuerden, fuera de la familia, tantos años después. Sino porque ahí, en las visitas que hacía al diario Pueblo a los ascensores sin puertas a los que había que saltar en marcha con gran emoción, están la semilla de mi vocación y mi parentesco con esta gente que ya entonces reñía por colocar un texto. No fue la única nostalgia de la tarde. También vi a Pedro de Felipe, el viejo defensa central madridista, amigo de casa ahora enfermo, trabado en lucha. Al estar con él, recordé ese relato que siempre circuló en casa: el hotel Arcipreste de Hita, en Navacerrada, en días fuera de temporada, ocupado sólo por la plantilla del Real Madrid y por una joven mujer francesa que se había ido a descansar después de dar a luz. Un bebé al que los futbolistas hacían carantoñas. Saludos cordiales. J COSAS MÍAS EDURNE URIARTE EL CANDIDATO DE RIVERA Momento histórico, en que se presenta por primera vez a la investidura quien no ha ganado las elecciones NA frase letal de la respuesta de Mariano Rajoy a Albert Rivera, comprenderás que no apoye a tu candidato define perfectamente el momento lamentable al que ha llegado la democracia española. El momento histórico, esto sí es histórico, en que se presenta por primera vez a la investidura quien no ha ganado las elecciones y lo hace con el apoyo de un partido nuevo que prometió regenerar la democracia y comienza su proyecto de regeneración con el intento de hacer presidente al perdedor de las elecciones. Pero, sobre todo, el hecho democrático más relevante y más grave de este intento de investidura del perdedor es que se hace sobre la base del veto, de la exclusión, de la intolerancia hacia la derecha, hacia un partido democrático, y votado, además, por más de siete millones de españoles. Entregados casi todos a los superficiales cálculos aritméticos, parece haberse olvidado el dato central de lo que se juega esta semana. Y de lo que se va a jugar en las siguientes. Que estamos como estamos porque el líder del Partido Socialista se ha negado a dialogar con quien ha ganado. A pactar la gran coalición ofrecida por el PP tanto al PSOE como a Ciudadanos y que habría dado ya hace semanas un Gobierno a España. Y que esto U sucede por motivos puramente sectarios, porque una parte de la izquierda no ha superado aún su incapacidad para aceptar la legitimidad democrática de la derecha. Y lo grave no es sólo que lo haya hecho un partido democrático como el PSOE. Lo grave es la naturalidad con que este sectarismo ha sido aceptado por amplios sectores de los líderes de opinión. Y, por supuesto, por Albert Rivera y por Ciudadanos. Todas las pretensiones regeneradoras de Ciudadanos han acabado aquí, en su adhesión a la estrategia excluyente del Partido Socialista. En su aceptación del veto de Sánchez al PP, en su participación en esa pantomima de pacto para la consulta a la militancia de Sánchez. Salvado momentáneamente, eso sí, ante una parte de la opinión por quienes se niegan aún a aceptar la realidad de lo ocurrido y se agarran a la manipulación de la historia de este sectarismo. Con eso de que Rivera no tuvo más remedio que pactar con Sánchez porque Rajoy se había negado a presentarse, como si Rivera no hubiera aceptado desde el inicio la estrategia de Sánchez. Y es clave esta posición de Ciudadanos porque se le suponía llamado a combatir desde el centro algunos vicios de la vieja política. Como la pretensión de superioridad moral de la izquierda o el pacto de Tinell fáctico que ha sido la política española en estos últimos años. Y resulta que, a las primeras de cambio, cuando se ha enfrentado a su primera gran decisión de política nacional, se ha montado al mismo carro de los pactos para excluir a la derecha ganadora. ¿Por qué? He aquí una cuestión de difícil respuesta. Porque resulta altamente complicado entender por qué Ciudadanos ha agotado en dos meses todo su crédito de partido renovador y diferente. Ciudadanos es ya un partido vulgar y corriente, con un hiperliderazgo mayor que el de los viejos partidos, y con una desventaja sobre ellos y muy especialmente sobre su supuesto principal competidor, el PP. Que ya no se entiende su mensaje, ni siquiera el de la unidad nacional. Esta semana quiere hacer presidente a Sánchez, al político que quiere hacer una reforma federal para reconocer la singularidad de Cataluña.

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