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ABC MADRID 22-02-2016 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 22 DE FEBRERO DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN MISIÓN EN BRUSELAS A Rajoy y a Sánchez España les interesa lo justo. Europa, ahora mismo, nada. Están demasiado ocupados resolviendo sus asuntos L viernes pasado se celebró en Bruselas una cumbre decisiva para el futuro de la Unión Europea cuyo resultado final fue mantener la integridad numérica del club a costa de prostituir su naturaleza. Dicho de otro modo, satisfacer las exigencias del Reino Unido, sacrificando los valores comunitarios en el altar de los intereses británicos, para evitar el abandono con el que amenazaba Londres. Salvar la fotografía de grupo. Algo muy habitual en la política de nuestros días, tan exigente con las formas y trucos de mercadotecnia como relativista en lo que atañe a los principios. A ese cónclave no asistió uno de nuestros líderes patrios, como es costumbre, sino dos. Los dos representantes del bipartidismo que hasta las últimas elecciones acogían bajo sus siglas a la práctica totalidad del electorado. Podría pensarse que respondían a la llamada del deber, con el deseo de sumar fuerzas ante un desafío de Estado, pero sería un error de percepción. En realidad los cabezas de cartel del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Popular viajaron a Bruselas en el contexto de la pugna por el poder que ambos libran aquí en casa, con el fin de lanzar sus consignas aprovechando semejante altavoz. Los dos siguen en campaña. Tengo para mí que Pedro Sánchez deseaba trans- E mitir a sus compañeros de militancia europeos un mensaje de tranquilidad ante el escenario de un pacto nacional con Podemos. Decirles que sosegaran el ánimo, que aparcaran el miedo a una situación similar a la vivida en Grecia, esta vez en la quinta economía de la Unión, ya que él sería capaz de controlar a la bestia y garantizar que Madrid honrará los compromisos adquiridos con sus socios. El pretexto formal de su viaje era mediar ante su tocayo y correligionario, Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos, por ver de arrancarle una actitud más flexible en lo concerniente a los objetivos de déficit. La realidad, creo yo, es que necesitaba calibrar el respaldo del socialismo europeo a su posible investidura con los votos de la extrema izquierda. ¿Y qué decir del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy? ¿Acudió a esa reunión enarbolando la bandera del respeto debido a los Tratados que otros hubimos de cumplir escrupulosamente? ¿Fue a defender algo tan sagrado como la no discriminación de trabajadores en función de su nacionalidad? ¿Sirvió de abogado a los millares de jóvenes sobradamente preparados obligados a buscar en el Reino Unido las oportunidades laborales que su patria les niega? No. El jefe de filas del PP aprovechó su estancia en el extranjero para informar a David Cameron en los pasillos de que nuestras elecciones generales se repetirían el 26 de junio, algo que ni está en su mano ni parece deseable ni mucho menos es seguro. Después, una vez pillado por la cámara indiscreta, nos anunció a los españoles que si se confirma la hipótesis en la que basa toda la estrategia de su partido (fracaso de Sánchez, regreso a las urnas, sorpasso de Podemos al PSOE y formación de un gobierno del PP con Ciudadanos, apoyado activa o pasivamente por el Grupo Socialista) él repetirá como candidato. Un cuento de la lechera que da demasiadas variables por supuestas e ignora el concepto responsabilidad política no solo por la intolerable corrupción acumulada, sino por la nueva caída del PP que ya auguran las encuestas. España les interesa lo justo. Europa, ahora mismo, nada. Están demasiado ocupados resolviendo sus asuntos. IGNACIO CAMACHO UN ESCUDO DE TIEMPO Sánchez tiene a Podemos donde quería: ante la responsabilidad de otras elecciones en las que Rajoy puede salir reelegido N JM NIETO Fe de ratas O faltan diez días sino setenta. Para llegar a la convocatoria de elecciones ha de pasar todavía un plazo más largo que el transcurrido desde las de diciembre. Por tanto las prisas de la opinión pública, aunque lógicas, resultan prematuras: el poder se decide en una partida de tiempo cuyo límite es el 3 de mayo. Hasta entonces quedan muchas manos por jugar; incluso es posible que el Rey tenga que volver a ejercer de croupier para reordenar el turno de apuestas. Las urnas quedan aún muy lejos, lo suficiente para tornar errónea cualquier táctica que se base en esperarlas. La investidura de Pedro Sánchez no es siquiera el final para el propio candidato; incluso en el probable caso de que fracase sólo se trata del comienzo de la cuenta atrás efectiva de un reloj que se puede parar en cuanto alguien le dé un manotazo. Ésa es la razón por la que el líder socialista ha priorizado hasta ahora el pacto con Ciudadanos. Los está utilizando como coartada para blanquear su voluntad negociadora, ganar tiempo y protegerse ante la solemne sesión de marzo. Por un lado intenta apremiar a Pablo Iglesias infundiéndole celos; por otro se perfila ante los electores como un dirigente moderado. Y por último pretende suavizar el conflicto latente en la consulta interna que ha prometido a los militantes, ante los que comparecerá con un acuerdo que no pueden rechazar aunque no basta para convertirlo en presidente. O acaso simplemente con una vaga propuesta de confianza que en la práctica equivale a recibir un mandato abierto para resolver a su manera. El que le negaron los barones en el Comité Federal. El que le permita llegar en cualquier momento a un compromiso con el único partido que puede sentarlo en la Moncloa. El objetivo prioritario de Sánchez sigue siendo la alianza multipartita, el frente de izquierdas contra el PP; no tiene otro modo de gobernar. Para ello ha ido cosiendo todos los flecos menores con C s, con IU, con Compromís, con el PNV, con Coalición Canaria- -hasta dejar pendiente la puntada gorda de Podemos. Ya no llegará al discurso programático con sus escuetos 90 votos solitarios, un resultado fallido que obligaría a Felipe VI a retirarle si Rajoy pidiese la vez- -el encargo. A Rivera lo necesita como escudo en el debate; lo soltará del brazo en cuanto Iglesias afloje sus exigencias de máximos. Eso puede ocurrir en estos días o más adelante. Las expectativas demoscópicas de la izquierda han empezado a cambiar de eje. Una investidura malograda aumentaría la presión sobre Podemos, al que Sánchez ha ido poco a poco situando donde le interesaba: ante la responsabilidad exclusiva de una repetición electoral en la que Rajoy puede salir reelegido de carambola. Por eso, pese a las apariencias, la coalición frentepopulista continúa siendo la más probable: el candidato ha trabajado bien con la oportunidad que el presidente en funciones le ha regalado.

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