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ABC MADRID 17-01-2016 página 69
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 17 DE ENERO DE 2016 abc. es cultura CULTURA 69 OCNE Entre luces y presencias WAGNER: EL HOLANDÉS ERRANTE Intérpretes: Bryn Terfel, Ricarda Merbeth, Andreas Bauer, Torsten Kerl, Pilar Vázquez, Dmitry Ivanchey, Orquesta y Coro Nacionales de España. Dir: David Afkham. Lugar. Auditorio Nacional de Música. Fecha: 15- 1- 2016 A. GONZÁLEZ LAPUENTE Un momento de la presentación de la producción de La flauta mágica en el Teatro Real EFE Ópera El teatro del gesto MOZART: LA FLAUTA MÁGICA Intérpretes: J. Prieto, J. Martín- Royo, S. Bevan, R. Rosique, A. Durlovski, Ch. Fischesser, M. Atxalandabaso, Pequeños cantores de la ORCAM. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Dir. escena: Suzanne Andrade y Barrie Kosky. Realización escénica: T. Ribitzki. Dir. musical: Ivor Bolton. Lugar: Teatro Real. Fecha: 16- I- 2016 ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE La fama persigue a La flauta mágica una ópera popular que ha vuelto a instalarse en el Teatro Real de Madrid. La de anoche fue la primera función de las doce previstas y para las que ya es muy difícil conseguir entradas. El fenómeno social es lógico y la historia del título lo demuestra. Pero es que además la producción que aquí se presenta, estrenada en la Komische Oper de Berlín en 2012, ha llamado la atención en todos los lugares donde se ha visto. La firman Suzanne Andrade, Paul Barrit y Barrie Kosky, y en su realización tiene mucho que decir la compañía 1927 dedicada a reconstruir y jugar con la vieja estética del cine mudo. Hay guiños y constantes referencias al viejo cinematógrafo, empezando por la propia transformación de los personajes en iconos de la pantalla, por ejemplo la acertadísima transformación de Monostastos en el Nosferatu de Murnau, pero no menos la evidencia de una portentosa imaginación por parte de quienes logran trascender el medio y recolocarlo desde el punto de vista gráfico y conceptual en una perspectiva contemporánea. El vértigo del riesgo es algo apasio- nante cuando se adivina encima de un escenario y esta producción lo tiene, pues tras la apariencia de lo elemental hay un trabajo de relojero que obliga a una coreografía perfectamente ajustada hasta conseguir que las animaciones que se desarrollan sobre la pantalla interactúen con los cantantes. Más aún, La flauta mágica ha sido una ópera de escenógrafos y la producción, en contra de lo que se ha escrito estos días, lo es también, con el aliciente de ver reducidas a sólo dos dimensiones ingeniosas soluciones espaciales, como las trampillas por donde aparecen y salen los intérpretes en distintos puntos de la pantalla. El añadido de cuadros de texto en sustitución de los diálogos acaba por redondear la idea agilizando el ritmo de la representación. A partir de ahí todo es disfrutar, descender al terreno de lo llano, de lo directo y de lo vivo, aun estando también presentes elementos irreales y otros más crípticos. La sorpresa de lo mágico desde la perspectiva visual es tan evidente que incluso consigue hacer olvidar el garbanzo negro de una lectura musical que se queda muy en lo corriente. El foso que dirige Ivor Bolton emana poca personalidad y es difícil apreciar un momento de singularidad, ya sea desde la consideración tímbrica o narrativa, en una ópera que puede llegar a convertirse en una emotiva suce- Reparto extraordinario Sería injusto nombrar a cualquiera de los participantes, pues la calidad media es formidable sión de novedades. Todo es correcto, todo está bien dicho, todo en su sitio, pero nada trasciende el aseo del medio a no ser el Coro Titular del Real cuyo nivel de exigencia siempre es encomiable. Ante esta circunstancia es muy difícil tropezar con un detalle de gloria, una frase capaz de reventar, en un reparto tras el que se adivina un extraordinario potencial. Sería injusto nombrar a cualquiera de los participantes, pues la calidad media es formidable (apoyada por la cómoda proyección de la voz que facilita la pantalla) todas son voces frescas y es muy correcta la adecuación de cada uno al papel que representa. Sucede así en el primer reparto escuchado ayer y, leyendo los nombres, es fácil intuir que también ocurrirá en el segundo que se anuncia para próximos días. Pero tampoco hay que ser injustos. Apurando, apurando, se alcanza algún momento de particular emotividad: quizá el encuentro final entre Tamino y Pamina, paradójicamente sobre una pantalla con sólo dos focos iluminando a los protagonistas. Para entonces han transcurrido casi dos horas de representación, la Reina de la noche convertida en enorme araña ha desplegado su maldad, Monostatos ha perseguido con sus perros a Pamina y Papageno, los terroríficos ayudantes de aquel han bailado en una escena que lleva a la sonrisa, Papagena y Papageno han llenado la casa de hijos... Algo escribió Goethe sobre La flauta mágica y merece la pena recordarlo: La mayoría de los espectadores sólo disfruta de lo que se ve, el sentido más elevado no escapará al iniciado A estas alturas de la temporada, disfrutar con lo que se ve es todo un regalo. La sombra beatífica de Bryn Terfel arropa El holandés errante que la Orquesta y Coro Nacionales de España interpreta esta semana en versión de concierto dentro de su temporada. Podría creerse que el espectáculo ofrecido en el Auditorio Nacional de Música de Madrid se ha construido a partir de su presencia y quizá sea cierto. Escucharle el aria de entrada es algo impactante pues a la reconocida calidad vocal del intérprete, sostenida sobre la igualdad en la emisión, la nobleza del timbre y la armada expresión, se une aquello más profundo y misterioso que hace pensar en la mística visión del arte con la que soñó el propio Wagner. Parte importante de ese caminar hay que imaginarlo en la consecución de un sonido de naturaleza órfico. Lo que el maestro David Afkham propone tiene, sin embargo, un carácter más narrativo, cercano, embaucador en tanto opera sobre la inmediatez de un coro que se potencia bordeando lo estridente y una orquesta fundamenta su lectura en el contraste. Caracteriza su estilo las lecturas ajenas a todo sicologismo. De hecho, fue una declaración de principios la obertura, planteada como superposición de temas antes que como ensamblaje de estados de ánimos capaces de penetrar en la singularidad de este drama en el que tanto se dice sobre la redención del alma. Hay que sopesar la dificultad de tener a la orquesta sobre el escenario y no en un foso capaz de moldear la emisión, además de concertar a un grupo de cantantes que evolucionan por el escenario y el patio de butacas en un apunte de semiescena al que contribuyó un bien planteado juego de luces y penumbras. Si el éxito de la propuesta ha sido importante, es porque El holandés suena con autoridad, contundencia, sostenido por un reparto en el que Ricarda Merbeth crece en emotividad y redondez vocal; Andreas Bauer, sustituto de Peter Rose, otorga a Daland un personalidad resuelta y segura, y el tenor Torsten Kerl resuelve con suficiencia su incómoda cavatina y la inmediata personalidad de Erik. Aún se anuncia una segunda interpretación para hoy domingo en un infrecuente horario de tarde.

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