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ABC MADRID 05-10-2015 página 61
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ABC LUNES, 5 DE OCTUBRE DE 2015 abc. es deportes ABCdelDEPORTE 61 Atlético, 1- Real Madrid 1 El derbi NADAR ENTRE TIBURONES BLANCOS POR DAVID GISTAU Rafa Benítez y Diego Simeone se saludan antes del encuentro EFE Fuego frío ntes del derbi, vi en la web de Clarín un vídeo de Maradona festejando en el vestuario la victoria al rugby de los Pumas. Cánticos, manoteos, camisetas revoleadas: el show del Diego, el habitual. Está otra vez gordo como cuando lo trasladaban en cochecito de golf y se parecía a Jabba el Hutt. Era un espectáculo reiterativo, grosero, y ajeno a las presunciones caballerosas del rugby porque Maradona hizo aflorar los odios que son reglamentarios en el mundo del balón redondo: El que no salte es un inglés... En Inglaterra, recién eliminada Inglaterra y ni siquiera por mérito de Argentina: el que no salte es un inglés. Afectados por ese síndrome del sídieguismo del que no acaba de despojarse el deporte argentino, los Pumas le seguían el rollo a Maradona. Como cuando el sobrecito de la infusión mancha el agua entera, un equipo de rugby con sus presunciones A caballerosas acababa de convertirse en una barra brava del fútbol. Me pregunté: ¿qué intoxica, qué avillana, Maradona o el fútbol? Creo que es el fútbol, el único deporte canalla y aspersor de odios por definición. Porque, para cuando empezó el derbi, uno mismo estaba ya culturalmente programado para comportarse como un energúmeno dispuesto a largar procacidades que llevan fermentando en la garganta desde los años noventa. Aún puedo mentarle la madre a Futre por mero reflejo de Pavlov. Cómo sería la cosa, que hasta las pancartas del nuevo fondo orgánico del Real Madrid, apelando a la no violencia, me parecieron una cosa como de los Gedeones distribuyendo biblias. Esta predisposición no sería posible si, después de una década larga de condescendencia madridista y rencor atletista, Simeone no nos hubiera devuelto los derbis raciales y competidos de los años noventa, incluyendo algún meneo importante del Atleti al Madrí como el 4- 0 de la temporada pasada. Pero algo ha perdido el Atleti. Probablemente sea algún intangible de los que constituyen la chispa de una actitud. Durante los años de Simeone, el Atleti no siempre tuvo más juego que el Real Madrid, pero sí más espíritu, más ganas de comerse un corazón arrancado. Ya no da esa impresión. Parece haber perdido lo que los boxeadores llaman tener demonio dentro. Las emboscadas de antaño han fluido hacia un derbi casi frío, sin matices dramáticos, que el Real Madrid controla con apenas un estar bien parados en el campo. Hasta los dedos amenazadores de Casemiro intimidan más que todo ese personaje colectivo y bravío que es el Atleti en el Calderón. Al menos así fue toda la primera parte, que sólo tuvo para el Atleti la oportunidad concedida por el cortocircuito mental de Sergio Ramos, que se empeñó con gran constancia en regalar un gol al rival y sólo lo evitó Keylor ante el penalti. Eso es algo que ha cambiado en el Real Madrid. Antes, como en Lisboa, los jugadores de campo salvaban al portero de sus cagadas. Ahora es al revés. La mano que metió abajo fue un recordatorio del fino ojo clínico de los directivos que lo quisieron despachar a Manchester y luego se turnaron para hacerse perdonar haciendo la pelota a Keylor como a Julia Roberts en la tienda de Pretty Woman En la segunda parte, el Atleti se echó adelante, pero incluso el arreón era de fogueo, sin timbre agónico. El Madrí no cerró entonces el derbi porque tampoco dejó en el partido una gran impronta y apenas se estiró a la contra, ni siquiera después de sumarse al equipo un corredor como Bale. A las estructuras que arma Benítez volvió a faltarle ese soplo de arrebato, de ambición. Vietto metió su gol exactamente como el partido podría haber terminado 0- 1. No fue la consecuencia de un asalto memorable. Y cuando el asalto amagó, lo repelió Keylor. Después de perder en casa contra el Barcelona y el Benfica, el Atleti evitó al menos que el Calderón perdiese, apenas empezado octubre, su aureola de irreductible. Pero, aun así, no son ya los tam- tams ni las hogueras de antaño, de cuando Simeone clavaba calaveras en las orillas de un río como el de Marlow.

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