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ABC MADRID 26-12-2014 página 15
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ABC MADRID 26-12-2014 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 26 DE DICIEMBRE DE 2014 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL BURLADERO CARLOS HERRERA EL DESPIECE PRECEPTIVO En lo que respecta a este esperanzador 2015, un Rey no puede lanzar campanas al vuelo ni tampoco parecer un cenizo P ASADAS las horas precisas para haber escuchado todo tipo de interpretaciones y análisis acerca del discurso navideño de Felipe VI, podemos convenir que ha salvado el listón con suficiente holgura como para estar moderadamente satisfecho. Los discursos reales no están hechos para la emoción, ni son escenarios ideales para el calor verbal, el temblor de las ideas fuerza o de los efluvios afectivos indiscriminados. Un discurso real debe transmitir la misma agitación que un vademécum; no es un mitin y sí un índice de materias sensibles expuestas de forma cautelosa, aunque clara. La redacción de discursos de un Jefe de Estado imparcial no es tarea sencilla: debes ser nítido, pero sin pisar terrenos inadecuados, has de sugerir sin nombrar y tienes que ejercer todo escrúpulo posible sin que parezca que sobrevuelas la actualidad sin mostrar interés por ella, especialmente por los problemas espinosos. El redactor sabe que cada palabra va a ser desmenuzada en busca de alguna espoleta oculta y debe evitar explosiones incontroladas. Pero debe ser tajante en la descripción de la realidad, cosa que no se hace con farfolla exactamente. Cualquiera podría escribir un texto repleto de generalidades, lugares comunes y buenos deseos; cualquiera puede decir que está a favor del bien y en contra del mal; cualquiera puede rellenar folios sin decir nada, solo emitiendo juegos florales en subjuntivo. Cualquiera, pero no un Rey. Y especialmente, este Rey y en este momento. Debidamente desmenuzado, el primer mensaje de Nochebuena de Felipe VI no ha ignorado los dos desafíos al aburrimiento que se han instalado en la España de hogaño, haciéndolo con contundencia en un caso y con pellizco en otro. Esta España que amanece tras el día de Navidad considera que su nudo es la corrupción, a la que se le da un carácter casi totémico. Tal vez sea exagerado, pero es lo que transmiten todos los termómetros sociales. El Rey fue debidamente enérgico; nadie ha puesto ninguna objeción en ello, pero sí ha servido para que los hijos de la hipérbole lamenten la ausencia de nombres propios y anuncios varios de guillotinas y decretos. Las arenas de lo incómodo se pisan en otros foros, momentos y formatos. Quien creyera que el Rey iba a nombrar a algún cuñado en un mensaje de Navidad tiene un problema: vive en los mundos de las fantasías animadas. El énfasis en la cuestión catalana fue, en cambio, sentimental. No es Felipe de Borbón precisamente María Guerrero en la teatralización de dramas y tragedias, pero se esforzó en apelar al más humano de los argumentos contra la secesión: los lazos afectivos que unen a gente de uno y otro lugar, como si no valiera la pena separar a personas por el capricho de los territorios. Lógicamente, ello hace que el histérico de guardia, este año el diputado Alfred Bosch, se rasgue las vestiduras y se haga carne de estupidez, pero no tiene más importancia, está en el guión del día siguiente. Y en lo que respecta a este esperanzador 2015, un Rey no puede lanzar campanas al vuelo ni tampoco parecer un cenizo: si se muestra feliz como una perdiz habrá quien le censure mostrar tal simpatía por las acciones del Gobierno, y si se muestra apocadamente escéptico será el propio Gobierno quien lamente su falta de empatía. Pero, evidentemente, tiene que señalar que todas las proyecciones sobre la economía española son venturosas, porque así son. Como lo hizo. Los exégetas de lo meramente gestual también han hecho su agosto: una foto de Don Juan Carlos más a la derecha o a la izquierda parece un catálogo de mensajes encriptados. Tiene su gracia. Y a lo mejor es así, o sea, que incorpora mensaje, pero es tan trascendente como que haya elegido un decorado propio de vivienda de protección oficial. ¡Con la de rincones que debe de haber en La Zarzuela! IGNACIO CAMACHO EL TRONO DE LA SALA DE ESTAR La corrupción ocupó en el discurso real el rango de problema principal de la nación por delante del paro y Cataluña UNCA hay una segunda oportunidad de causar una buena primera impresión. Esa era la importancia del mensaje navideño de Felipe VI, envuelto en una expectación inaugural más intensa incluso que el de la proclamación de junio y al que el procesamiento de la Infanta Cristina había rodeado en la víspera de un morbo añadido. El Rey no quiso agrandarlo con una mención explícita, pero el pronunciamiento regenerador fue contundente. La corrupción entró en el discurso en el minuto dos, tras los saludos de rigor, con rango de principal problema de la nación por delante incluso de la crisis, el paro y Cataluña. No hubo perífrasis ni eufemismos, sino una condena tajante como un anatema del enriquecimiento ilícito por abuso de poder, de posición o de influencia. En un lenguaje categóricamente imperativo vino a decir que o cortamos de raíz con el agio o nos vamos todos, el primero él, a la santísima mierda. En el plano conceptual, la charla apuró todo el estrecho margen que la Constitución concede al liderazgo de la Corona. Rebajó el optimismo gubernamental sobre el paro, defendió el Estado del bienestar con acento casi socialdemócrata, reclamó una distribución equilibrada del crecimiento económico y sugirió reformas institucionales ¿o constitucionales? que pongan al día los mecanismos democráticos. Frente a los proyectos rupturistas el Monarca defendió la validez de todo lo conseguido y a Artur Mas le envió un recado sobre el riesgo de las fracturas emocionales y la advertencia explícita de que en España nadie es adversario de nadie. No podía ir mucho más lejos, pero se empeñó en sostener su relativa autonomía de criterio en la única ocasión en que las reglas le permiten hacerlo. Pero sobre todo se notó un interés palmario en la creación de un lenguaje propio, verbal y no verbal, que comunicase frescura frente al inevitable acartonamiento en que había caído el de su padre. Una dicción ágil, enfatizada con gestos, y una semántica más contemporánea. El entorno de salita familiar, la luz cálida y la expresión directa mostraban el deseo de delimitar una voluntad de estilo y situarse en un marco austero, renovado y empático con la clase media. El Rey se mueve en un ámbito simbólico y moral en el que no puede esbozar un programa político, y tampoco tiene muchas ocasiones de pronunciarse con llamamientos rotundos a la iniciativa de los poderes públicos. En Nochebuena lo hizo de forma decidida y perentoria, quizá consciente de que el día de la proclamación se quedó algo atenazado en una especie de petición de disculpas. El miércoles su mensaje tuvo un vuelo más preciso y directo, como si le urgiese reclamarse a sí mismo una declaración de intenciones a sabiendas de que tras seis meses de estrenos estaba en su verdadera toma de posesión del trono y de que a la velocidad de esta España volátil el año que viene el discurso ya sonará a rutina. N JM NIETO Fe de ratas

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