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ABC MADRID 19-10-2014 página 88
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  • EdiciónABC, MADRID
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86 CULTURA DOMINGO, 19 DE OCTUBRE DE 2014 abc. es cultura ABC DOMINGOS CON HISTORIA EN BUSCA DE UNA IDEA DE ESPAÑA Acto fundacional de la Falange Española en octubre de 1933, en el Teatro de la Comedia de Madrid ORTIZ La llegada del fascismo Ramiro Ledesma Ramos, fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional- Sindicalista, fue uno de los personajes más vigorosos e interesantes de la crisis española de los años treinta E n los años de vísperas, cuando en la aspiración a construir una idea de España se mezclaban las actitudes más oportunistas y las conductas más audaces, llegó también el esfuerzo por adaptar el concepto de nación al pensamiento fascista. No vino esta doctrina a nuestro país a través del escuadrismo violento o de los cenáculos enloquecidos del racismo, al estilo de lo sucedido en Italia o Alemania. Apareció, de un modo parecido a como habría de ocurrir en Francia, de la mano de jóvenes intelectuales inconformistas, desasosegados por la decadencia de la nación y la crisis del régimen y también por su afán de articular una nueva cohesión social basada en el fortalecimiento del Estado, la justicia y el rechazo de cuantos habían apostatado de la historia patria. En febrero de 1931, tiempo de manifiestos y declaraciones, se hizo público el de La conquista del Estado pronto convertido en un semanario que se prolongaría, con alguna interrupción, hasta el mes de octubre, tras crearse el primer partido fascista español, las Juntas de Ofensiva Nacional- Sindicalista. El objetivo de la organización era menos urgente que la llamada a la movilización de una conciencia. Un grupo compacto de jóve- nes españoles se dispone hoy a intervenir en la acción política de un modo intenso y eficaz Todas y cada una de las primeras palabras del manifiesto resultan altamente significativas. La juventud, la coherencia, la españolidad, la acción, la intensidad, la eficacia. Todo suena a una enérgica voluntad de cambiar las cosas, de afirmar una presencia que debe sobreponerse al escaso número de los agrupados. Apenas una docena que, en las semanas siguientes, irá cuarteándose hasta dejar casi a solas a uno de los personajes más vigorosos e interesantes de la crisis española de los años treinta. Ramiro Ledesma Ramos aún no ha cumplido los veintiséis años, y no pasará de los treinta y uno. Su memoria ha quedado oculta tras la imponente figura de José Antonio Primo de Rivera, del que se separará a comienzos de 1935. Su abandono de la militancia nacionalsindicalista no le evitará ser víctima de una de las masacres del otoño de 1936. Ortega, profesor e interlocutor del joven zamorano, lamentará el crimen: No han matado a un hombre, han matado una idea Una de tantos hombres y mujeres, una de tantas esperanzas de España liquidadas en blancas tapias de cementerio, cunetas polvorientas de carretera, ateridos patios de cárcel. Y en el sediento, insaciable campo de batalla de una guerra inicua. Tiempo de manifiestos A través de publicaciones como La conquista del Estado La Gaceta Literaria y Revista de Occidente Ramiro Ledesma Ramos (19051936) dejó constancia, con un estilo sobrio pero lleno de emoción, de su enérgica voluntad de cambiar las cosas, su sentido de la justicia social y la defensa de un resurgimiento de España Ledesma llega a su breve aventura política, sin embargo, en plena madurez intelectual. Antes de los diecisiete años ha publicado una novela apreciable, nietzscheana, unamuniana, El sello de la muerte Poco después, deja las notas de un sugestivo y largo ensayo sobre El Quijote y nuestro tiempo Colabora en Revista de Occidente y La Gaceta Literaria con reseñas precisas y exigentes sobre el pensamiento científico y filosófico de la Europa de entreguerras. Esa disciplina estará siempre presente en su desdén por la logomaquia y la pomposidad verbal, nada infrecuente en determinados patriotismos de circunstancias. En la sobriedad del estilo de Ramiro Ledesma, así y todo, hay sitio para la emoción: la de la justicia social, la de la defensa de un resurgimiento de España, la de la lucha por rescatar una nación a la que quiere imprimir, con una palabra que hay que entender en el contexto de su época, la ambición imperial. Lo cual significa la conciencia de una empresa común y la aspiración a un lugar en los debates universales, en los que España aporte la fuerza de su historia y el perfil de una identidad fabricada a lo largo de siglos de afirmación nacional. Instante decisivo Todo español que no consiga situarse con la debida grandeza ante los hechos que se avecinan, está obligado a desalojar las primeras líneas y permitir que las ocupen las falanges animosas y firmes De eso se trataba, precisamente: de la percepción del instante decisivo que requería la lucha, del compromiso de quienes, por su juventud, parecían más predispuestos a arriesgarse y aprovechar una etapa de oportunidades últimas.

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