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ABC MADRID 13-09-2014 página 44
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  • EdiciónABC, MADRID
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44 CULTURA SÁBADO, 13 DE SEPTIEMBRE DE 2014 abc. es cultura ABC Con la censura, teníamos que decir las cosas de manera oblicua Entrevista Ramón Chao escritor y periodista Cuando se cumplen 32 años de la desaparición de la revista Triunfo que supuso un hito en la historia del periodismo español, recordamos algunos de sus momentos más memorables MONCHO PAZ Fundada en 1946 como publicación de crítica teatral y cinematográfica, con el tiempo cedió paso a contenidos de política exterior menos interferidos por la censura e incluso de política interior. Por este motivo sufrió numerosos secuestros y multas, y por su Redacción pasaron periodistas, intelectuales, teólogos, dibujantes y escritores comprometidos con su tiempo, como fue el caso de Ramón Chao (Vilalba, 1935) que hoy recuerda aquella etapa como una de las más entrañables de su vida. ¿Cómo entró en la revista? En 1967 trabajaba en el servicio en español y portugués de Radio France Internationale y era también corresponsal del diario madrileño El Alcázar que representaba el ala aperturista del Opus Dei; presenté mi dimisión cuando Manuel Fraga, siendo ministro de Información y Turismo, provocó la destitución de Luis Apostua como director por considerarlo extremadamente liberal. Recuerdo que Eduardo G. Rico había venido a París, buscando un corresponsal para Teleguía revista del grupo Movierecord, que el equipo de Triunfo sostenía y supervisaba por razones de estrategia. Cuénteme algo de sus primeras colaboraciones. Una de ellas fue una entrevista de Alejo Carpentier. Digo de y digo bien, porque hablé con el escritor cubano en su despacho oficial de la embajada de Cuba en París, grabé la conversación y al final le dije que le mandaría el texto antes de publicarlo. No, se lo mandaré yo a usted me contestó con firmeza y sus erres afrancesadas. A la semana siguiente recibí una magnífica entrevista, que poco tenía que ver con lo que habíamos hablado. La firmaba yo. Y así salió en Triunfo con una foto de Carpentier hecha por Antonio Gálvez y un titular que rezaba: Una literatura inmensa A raíz de este éxito, Manuel Cerezales, director de Novelas y Cuentos me encargó un libro de conversaciones con Una anécdota con Mitterrand Fue en una conferencia de prensa de los socialistas del sur, donde estaban Mario Soares, Andreas Papandreu, Felipe González y el futuro presidente de la República francesa. Levanté la mano para hacerle una pregunta, anuncié el título de mi publicación y lo interrogué. Mitterrand me contestó con indudable ironía que todo lo que pensaba lo tenía en la cabeza y no detrás, deshaciéndose luego en elogios hacia Felipe, cuando todos sabíamos que prefería a Tierno Galván, el viejo profesor Al cabo de media hora quise plantearle otra pregunta y me hizo repetir el nombre de la revista. Eso de Triunfo, dijo, me trae recuerdos franquistas Le contesté que no parecía estar muy al corriente de la situación política y cultural española. Aplaudieron los demás corresponsales, Felipe González le explicó algo al oído y Mitterrand se disculpó El escritor y periodista Ramón Chao Carpentier. Le propuse entonces a éste hacerlo al revés: una larguísima entrevista en la que yo inventaría las preguntas y las respuestas. Carpentier aceptó y se publicó el libro con su aprobación. A partir de ahí mis colaboraciones en Triunfo fueron casi semanales. ¿Se ha sentido alguna vez como un intruso en la profesión? Al contrario, se me ocurrió aplicar mis conocimientos musicales a mi nueva actividad como periodista. La música era el punto débil de Triunfo y, en general, de la práctica totalidad de las revistas. Me irrita que para que a uno lo consideren culto, tenga que saber de literatura, filosofía, pintura y conocer terminología financiera. Y de música nada; incluso algunos se jactan de su ignorancia en esta materia. Fue un gran mérito por parte de Triunfo aceptar la serie que le propuse de entrevistas con los compositores más importantes del momento, que llevaba por título Música y sociedad En ella figuraron, entre otros, Pierre Boulez, Stockhausen, Luigi Nono, Luis de Pablo, Sylvano Bussotti, Ernesto Halffter y Luciano Berio. ¿Cómo lidiaban con la censura? Teníamos que decir las cosas de manera oblicua. A mí, desde París, me resultaba mucho más fácil. Para empezar, allí había un general, presidente de la República, cuyo comportamiento distaba leguas del que imponía su voluntad con las armas en nuestro país. Así abordaba yo temas que, desde un ángulo u otro, podrían servir de ejemplo como el aborto o la eutanasia; y, en España, la ambigua Ley de Asociaciones que supuestamente pretendía liberalizar el régimen sin dar los medios para ello, cambiar un poco para que todo siguiese igual; se hablaba de asociaciones políticas pero no de partidos políticos, equivalentes a los que existían en los países europeos. Con todo ello, las consecuencias personales que entrañaba el ejercicio de la profesión, en mi caso, no tenían comparación con el peligro que corrían mis colegas en España. Aparte de residir en el extranjero, yo no vivía de mis colaboraciones en la prensa española, pues tenía un empleo fijo en Radio France. Esa posición económica me permitió dimitir de El Alcázar así como de La Voz de Galicia cuando, también debido a las presiones insoportables de Fraga Iribarne, el Consejo de Administración del diario destituyó como director a Francisco Pillado Rivadulla. Era una época de acoso y derribo por parte del franquismo, en la cual había que buscar aliados. En aquellos tiempos de persecución, con cierres repetidos de cuatro meses, Le Nouvel Observateur y Le Monde fueron nuestros aliados. Le Monde tenía entonces una sección semanal los sábados, si mal no recuerdo en la que publicaba comentarios de periódicos extranjeros. Pensábamos que la presencia de Triunfo en la prensa inter- El último número de la revista Triunfo fue publicado para julio- agosto de 1982

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