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ABC MADRID 31-08-2014 página 19
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 31 DE AGOSTO DE 2014 abc. es PRIMER PLANO 19 1 DE JULIO DE 1942 6 DE JUNIO DE 1944 Batalla del Alamein La gran batalla del desierto encumbró a Montgomery, que no hizo sino aplicar la sencilla receta de su antecesor, Auchinleck: no pasar a la ofensiva hasta tener una superioridad abrumadora de medios y hombres sobre el enemigo. Fue su victoria. En Sicilia y en Normandía no acreditó su desmesurada fama Normandía, día D El mayor desembarco de la historia fue un éxito, pero su influencia en el final de la guerra resulta más cuestionable. A Berlín se llegó desde el Este y ninguna división de la Wehrmacht fue trasladada a Occidente para repeler a las tropas anglo- norteamericanas. Sin embargo, la presencia de éstos en el oeste impidió a los soviéticos ocupar el resto de Europa 23 DE AGOSTO DE 1942 Stalingrado La Wehrmacht jamás se repondría de la pérdida de su VI Ejército en la ciudad del Volga. La guerra había dado un vuelco definitivo y, tras las derrotas de Stalingrado, Midway y El Alamein, el Eje perdió toda opción par de divisiones alemanas, pudieron mantener una guerra singular en la que uno y otro contendiente avanzaba o retrocedía alternativamente miles de kilómetros. Rommel sería el héroe de esa campaña. Pero el vencedor resultó ser Montgomery, siguiendo el plan de su antecesor Auchinleck. Un plan tan sencillo como el de no desatar la ofensiva hasta no tener una abrumadora superioridad sobre el enemigo, tanto en hombres como en material. Con tal superioridad venció en El Alamein. Pero si los germano- italianos pudieren ser desalojados del norte de África se debió más a las fuerzas desembarcadas en el otro extremo del continente, en Marruecos y Argelia, que a su labor de estratega. Mitificado (sobre todo por él mismo) Montgomery no tuvo demasiados éxitos posteriores. Ralentizadas sus tropas en Sicilia, vería con rabia como Patton le adelantaba en su carrera por llegar a Messina, el objetivo final de la campaña. En Normandía quedó atascado en Caen durante semanas, hasta que los americanos, que ya para entonces esta- ban a las puertas de París, vinieron en su auxilio (otra vez Patton) En Amberes, vital para el abastecimiento de los aliados, el puerto no pudo quedar operativo por la lentitud de las operaciones en las islas adyacentes. Por fin, la que debía de ser su actuación estrella, Market Garden, cruzar el Rin y entrar en Alemania, en el Ruhr, desde el norte de Holanda, fue uno de los más sonados fracasos de toda la guerra. Hoy, sin embargo, Monty sigue siendo uno de los grandes mitos de la contienda. Quizá porque todos los países necesitan tener su propio héroe en cada guerra. Pearl Harbor. El ataque a los buques americanos en las Hawái es otro de los mitos recurrentes. Aparte de las diferentes interpretaciones, incluso de mandos de la US Navy, sobre la colaboración de Washington a esa agresión de los japoneses que permitió a Roosevelt oficializar una guerra en la que, de hecho, ya estaba participando, la operación en sí, por muy alevosa que fuera, no constituyó un caso singular en esta contienda. Antes que Pearl Harbor, sin previo aviso ni declaración de guerra, fueron bombardeadas e invadidas Polonia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Yugoslavia o la URSS, con la diferencia de que los norteamericanos fueron atacados en una base naval, sufriendo menos de un centenar de muertes entre los civiles, mientras en Varsovia, Rotterdam o Belgrado las víctimas se contaron por decenas de miles. Alevoso sí, como tantos otros, pero no tan singular como se nos presenta tan magnificado ataque, singularizando su fecha como Día de la Infamia en una guerra llena de tantas infamias. Barbarroja. La decisión de Hitler de invadir la URSS, además de resultar un error histórico, se basó en la falsa premisa de que los soviéticos preparaban la guerra contra el Reich. Por el contrario, el cumplimiento por parte de Moscú de los acuerdos sellados entre Molotov y Ribbentrop en el verano de 1939, fue total. Tanto que las potencias occidentales, y sobre todo la opinión pública, consideraban a Stalin el aliado más firme de Hitler. Sólo hace falta ver las caricaturas en la prensa de la época. Y un dato más, la Luftwaffe se había organizado y preparado en tierras rusas en una base cedida por el Kremlin, a causa de las restricciones que imponía a Alemania el Tratado de Versalles. Incluso, durante la Talvisota, la guerra de invierno entre la URSS y Finlandia, franceses y británicos consideraron mandar un cuerpo expedicionario a combatir contra el Ejército Rojo. Si la intervención, que hubiera sumado definitivamente a la URSS con las fuerzas del Eje, no llegó a consumarse se debió sólo a que la contienda se remató antes de que las tropas aliadas estuvieran listas para su embarque. Stalin confiaba en Hitler tanto como Hitler desconfiaba de Stalin. Por eso desoyó los múltiples avisos en

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