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ABC MADRID 12-08-2014 página 61
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES, 12 DE AGOSTO DE 2014 abc. es estilo 50 AÑOS DE LA MUERTE DE IAN FLEMING ABCdelVERANO 57 Sucesores al descubierto Jeffery Deaver Ganador del premio Ian Fleming Steel Dagger y best- seller del thriller psicológico estadounidense, Jeffery Deaver se sumó a la serie en 2011 con Carta blanca retrato de un Bond contemporáneo, humano y que ha dejado definitivamente el tabaco. Tentación para filósofos enamoradizos OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE William Boyd Ha sido el último en llegar y, sin embargo, el que mejores resultados ha cosechado gracias a Solo novela con la que el escritor y guionista escocés recupera lo mejor de Fleming y, al mismo tiempo, ahonda en las facetas más desconocidas de Bond. L John Gardner Tras varios años de sequía literaria y éxito cinematográfico, Gardner recuperó en 1981 el pulso narrativo de Bond con una docena de títulos y las novelizaciones de las películas Licencia para matar y Goldeneye Su Bond bebía té y conducía un Saab. Sebastian Faulks El británico, autor de Charlotte Gray fue el escogido para relanzar la serie literaria en el centenario del nacimiento de Fleming, encargo que solventó retrocediendo hasta 1967 y poniendo el foco en Oriente Medio. Le debió coger el gusto a esto de retomar personajes ajenos, ya que ha hecho lo propio con el Jeeves de P. G. Woodhouse. o más curioso de James Bond no es ni su pitillo pistola, ni su helicóptero de bolsillo, ni su coche anfibio... lo que realmente sorprende de este personaje es su capacidad de seducción, pero no a las rubias, ni pelirrojas, ni morenas... sino a los intelectuales, que no dudan en reunirse en número no menor al medio centenar y organizar simposium, coloquios y sesiones de estudios para analizarlo en todas sus insospechadas cualidades como mito de la segunda mitad del siglo XX. Y para reforzar esta idea, se puede decir que el mayor amante de James Bond es un señor con barba, semiólogo y que firma su obra con el nombre de Umberto Eco. Si no eres semiólogo o intelectual, James Bond es un tipo elegante, siempre con una frase ocurrente en la boca, quizá algo chuleta, pero lo suficientemente eficaz para salvar al mundo del mal cada cierto tiempo. Y si no eres barbado ni filósofo, al personaje de James Bond siempre le encuentras dentro al actor, a Sean Connery, a Roger Moore, a Pierce Brosnan, a Daniel Craig... pero un pensador, un estudioso, dentro del personaje no busca la cara o la personalidad del actor, sino la transformación del mundo que nos marca el termómetro de James Bond, que ha demostrado a lo largo de décadas tener una cintura digna de un gatopardo y que ha hecho suya la frase tópica y lúcida del Príncipe de Salina, si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie Del pecho de lobo de Sean Connery, a la ceja levantada de Roger Moore, a la shakespeariana transparencia de Timoty Dalton, a la sonrisa cursilona de Pierce Brosnan y a las mazas tiernas y emocionales de Daniel Craig... El mismo camino que ha recorrido la serie de películas y el mundo, de la guerra fría, a la conquista del espacio, a la liberación de la mujer, al estado del bienestar, a la globalización, a las economías emergentes, al sentimiento y a lo políticamente correcto... Nada ha cambiado en James Bond y en sus aventuras, para lo cual ha habido que transformarlo de arriba abajo. Sean Connery se hubiera reído del Daniel Craig de Skyfall y sus pucheros psicológicos; Roger Moore no le hubiera dedicado ni una frase de desprecio. Pero todos son James Bond, aunque a cada uno le siente de distinto modo el mismo traje y aunque Craig prefiera una birra al Martini muy sobado pero no agitado. Desde una mirada intelectual o desde otra de circunstancias, James Bond es un personaje eterno, o al menos duradero mientras que haya una ruleta en un casino, un villano con monóculo, una rubia que rime y un mundo que destruir y que salvar. Y el próximo James Bond ya estará pidiendo su colacao removido pero sin batir. rables cómics, una serie de hazañas juveniles e incluso los diarios de la encantadora Moneypenny cuando, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Fleming, los albaceas de su legado decidieron relanzar la serie literaria reclutando a ilustres novelistas. Nombres de peso para un personaje de leyenda. Esta nueva etapa se estrenó con La esencia del mal novela con la que el británico Sebastian Faulks se empapó a conciencia en el universo Fleming. En su casa en Jamaica, Fleming solía escribir mil palabras por la mañana, buceaba, tomaba un cóctel, buceaba, tomaba un cóctel, almorzaba en la terraza, buceaba, escribía otras mil palabras, más martinis y mujeres glamurosas. En mi casa en Londres he seguido esta rutina, excepto por los cócteles, el almuerzo y el buceo bromeaba Faulks. En 2011, el agente 007 volvió a cruzar el charco para ponerse en manos del estadounidense Jeffery Deaver, creador del célebre criminalista parapléjico Lincoln Rhyme y autor superventas gracias a títulos como El coleccionista de huesos Él fue el res- ponsable de actualizar a Bond y presentarlo como un veterano de la guerra de Afganistán que se interroga sobre la muerte, una versión literaria demasiado próxima a esa otra exitosa saga post- mortem que es el Bourne de Robert Ludlum y que William Boyd, estudioso de Bond además de novelista de éxito, devolvió a su cauce original en 2013 con Solo Y es que el escocés, tercero en discordia y, por el momento, último en esa larga lista de replicantes, no solo exprime a fondo el imaginario original, sino que indaga con elegancia en las miserias de un Bond que viaja de vuelta a los sesenta para señalar que el espía literario es mucho más interesante que el del cine. Una máxima que el propio Ian Fleming no tendría demasiados reparos en hacer suya. Sean Connery (a la izquierda) se hubiera reído del Daniel Craig de Skyfall

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