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ABC MADRID 10-08-2014 página 88
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ABC MADRID 10-08-2014 página 88

  • EdiciónABC, MADRID
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DOMINGO 10.8.2014 Editado por Diario ABC, S. L. Juan Ignacio Luca de Tena, 7, 28027 Madrid. Diario ABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 36.018 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 902 334 556 Suscripciones 901 334 554 Atención al cliente 902 334 555. EL VERANO, TODOS LOS VERANOS Luarca NADA POR ESCRITO La Venecia de bolsillo Marca la verdadera frontera de Galicia y Asturias, y está como si le hubiera dado un aire. Tempus fugit avisa hoy un reloj de sol. Pero aquí no fugit nada EMILIA LANDALUCE LOS SENYORITOS Jordi Pujol Jr pagó los silbatos para la pitada de la final de copa. Peor fue lo que pasó en un cocktail M La vida en Luarca discurre en el puerto ABC IGNACIO RUIZQUINTANO A tiro hecho Dónde dormir Hotel Báltico, en el Muelle: los comentarios de la clientela son favorables. Con ese evocador nombre cualquier día puedes encontrarte a Putin tocando el piano a la hora de la cena. L uarca, que marca la verdadera frontera de Galicia y Asturias, está como si le hubiera dado un aire, es decir, como cuando paró en ella don Jorgito el inglés, George Borrow, el vendedor de biblias como la que lee Keylor Navas, traído aquí por un guía de Ribadeo y a lomos de una yegua facciosa (alavesa) abandonada por los carlistas, por coja. Tempus fugit avisa hoy un reloj de sol en el Puente del Beso. Pero aquí no fugit nada. Para don Jorgito, Luarca sólo era una hondonada (como la religión católica) y de ahí no le sacaba nadie hasta que se decidió a hacerlo su guía gallego, que cantaba una copla que ya anticipaba nuestro mundo cultural: Un manco escribió una carta, un ciego la está mirando, un mudo la está leyendo, y un sordo la está escuchando. La vida de Luarca discurre alrededor del puerto (que de ahí, nos dice nuestro filósofo nacional, viene deporte de estar de puerto En una casa como de domingo entre dos casas arruinadas llama la atención un azulejo que bien podría ser el de la copla del guía de don Jorgito: Esta casa ha sido galardonada como la más embellecida en el año 1956 merced al cuidado de sus moradores. Dónde comer El Barómetro, en el Muelle: restaurante de toda la vida con mariscos (en paella y caldereta) del Cantábrico. Dónde mirar Miramar, en el Muelle: terraza que da al mar. Toca retreta de copas a las once de la noche, cuando no puede haber (creían los regeneracionistas) ni condumio saludable ni honesto contubernio. La casa más embellecida. El pueblo más bonito. Y así. En este ensimismamiento de ministerio de Información y Turismo para atraer al turismo de la primeriza clase media quedó atrapado el pueblo más bonito en seguida arrasado, como toda España (y como casi toda Europa) por el urbanismo pirático de los 60, que se caracteriza por el estilo Ceaucescu (cementero y grisón) de sus construcciones. Una placa en piedra Plaza de Car- men y Severo Ochoa de Albornoz nos confirma que estamos en la cuna de un Premio Nobel de Medicina, con ese Albornoz intrigante que nos lleva a otra placa, la de don Álvaro de Albornoz, tío del Nobel, abogado, ministro de la República y jefe del gobierno republicano en el exilio al que él enviara antes a los jesuitas: El pueblo que lo vio nacer, honrado con el ejemplo de tan ilustre hijo, le dedica este recuerdo. Y la placa, que es de 2004, podría ser de 1804, pues todo en Luarca tiene alma de museo. ¿Estaban vivos? preguntó Mariló Montero, en riguroso directo sobre los calamares gigantes del Museo de Luarca. El sueño eterno de esos cefalópodos abisales que atemorizaban a Mariló ¿muerden? es una pálida imitación del sueño turístico (la vida es sueño) de pasear el Muelle, día a día, arriba y abajo, al caer de la tarde. En esta facilidad para la ensoñación el genio de Gil Parrondo ¡nuestro primer Oscar! vio el cielo abierto para sus musas, que de Luarca es el rey de la dirección artística en la edad dorada del cine. En esta entrañable Venecia de bolsillo (para todos los bolsillos) que es Luarca, con George Borrow en lugar de Dirk Bogarde, el verdadero lujo es el silencio, y para que luzca la importancia del silencio hay en el muelle un Tributo al Rock Español pero no veo, ay, a ningún Tadzio Tadziu MAÑANA, Sangenjo ucho antes de que- -siquiera- -se concibieran los modernos modernos eso que llaman hipsters el futurismo ruso ya estaba organizando la matanza de los espantapájaros. Lo cantaban en una ópera con decorados de Malevich mientras Lenin, supongo, fantaseaba ya con la idea de ponerse los tirantes de un fusilado como, por otro lado, haría tras la Revolución En España, no hay suficientes espantapájaros. Y eso que hay muchos. Jordi Pujol no quería criar cuervos sino una prole de señoritos- -senyoritos podría ser válido- -que aunque proverbialmente se digan de Andalucía, también los hay en Cataluña. El señoritismo es esa sensación de impunidad que sienten aquellos que campan por el mundo como si fuera su cortijo. O su masía. Una muestra: en los 90, uno de los polluelos del exmolt honorable coincidió en un cocktail con Don Felipe. El camarero se acercó al grupo en el que estaban el entonces Príncipe de Asturias y el Pujolin de turno. ¿Quieren? les dijo pasándoles la bandeja. El senyorito no pudo reprimirse y ensalivó ostensiblemente sus dedos. Después, sonriendo, fue posando la manaza chupada en cada uno de los hojaldres. Tocado, tocado, tocado iba diciendo ante el horror del resto de los presentes. Como pueden imaginar, Don Felipe reprimió las hambres regias y supongo que también, el flipe ante semejante descaro. Ésta era una anécdota frecuente en las veladas de cualquiera de los Pujol Ferrusola, que pese al trato siempre cordial que les brindó Felipe VI, no cejaron en su empeño de despreciar a la Institución. Victoria Álvarez ya relató en su día como el primogénito del clan había comprado 5.000 silbatos para pitar a Don Juan Carlos en aquella final de Copa disputada en Mestalla. Franco pensaba que los cuervos eran matemáticos. Tenía razón: saben contar hasta ocho, exactamente el número de dedos de sus patas. Supongo que por eso, Pujol nunca quiso criarlos. Demasiados pocos dedos para contar. Pese a los futuristas, los espantapájaros sobrevivieron. Lástima que nada puedan hacer contra los córvidos de 2.000 millones de dedos.

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