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ABC MADRID 30-07-2014 página 72
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  • EdiciónABC, MADRID
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MIÉRCOLES 30.7.2014 Editado por Diario ABC, S. L. Juan Ignacio Luca de Tena, 7, 28027 Madrid. Diario ABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 36.007 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 902 334 556 Suscripciones 901 334 554 Atención al cliente 902 334 555. 14313 8 424499 000013 EL VERANO, TODOS LOS VERANOS Canet de Berenguer VISTO Y NO VISTO Un fragmento del paraíso No es la playa de mi infancia, sino la de la infancia de mis hijos. A ella se debe poder llegar en bicicleta, o caminando, o subiéndose a un autobús IGNACIO RUIZ- QUINTANO TATUAJES Cuando la Gestapo prende a Max Jacob, Cocteau escribe una carta que no la firma Picasso ún me dura la impresión causada aquí, el sábado, por El numerito de David Gistau. Estoy harto de que vengan enseñándome el numerito tatuado en el brazo oyó Gistau decir a un personaje de copete hablando del Holocausto en una cena El personaje de copete veía el tatuaje alemán a los judíos del gas con la frivolidad que Camba podía ver el de aquel apache francés a quien el verdugo le encontró en la nuca una hilera de puntos que decía: Prière de couper par la ligne de points Esta degeneración de la frivolidad tiene un origen cierto: la mentira consensuada, sobre la base de lo que Hans Vaihinger (en filosofía, como en fútbol, no hay quien tosa a los alemanes) estudió en su Philosophie des Als Ob o filosofía del como si (La palabra más exaltadora de que disponemos, diría Breton, es como se pronuncie o se calle: por ella da su medida la imaginación humana) La mentira consensuada es que lo de las cámaras fue cosa de cuatro lobos nazis, con quienes por el pacto Hitler- Stalin aullaron los comunistas (a De Gaulle, que estaba en Londres, la caña le venía, por traidor de L Humanité hasta que los lobos se giraron para devorarlos también a ellos. Mas por Hannah Arendt sabemos que, ciñéndonos sólo al campo intelectual, nazis fueron en Alemania todos, y en Francia, también, aunque en España hay un académico que con la superioridad moral que le da ir en bicicleta a comprar el pan al Mallorca de Serrano sostiene que, en París, colaboracionista sólo hubo uno, que era Ruano, cuyos libros quiere enviar a la hoguera con un patetismo de Salieri (un Salieri con barba del Arropiero) retorcido ante Mozart. ¿Y por qué no quemar el Guernica Cuando la Gestapo prendió a Max Jacob (el mejor amigo de Picasso) Cocteau dirigió una carta a los alemanes que firmaron todos... menos Picasso: No vale la pena hacer nada. Max es un ángel. No necesita nuestra ayuda para echar a volar y fugarse de la prisión. A La playa de la Almardá, en Canet de Berenguer ROBER SOLSONA A tiro hecho CARLOS MARZAL Dónde dormir V oy contra mi interés al confesarlo (y estoy seguro de que me arrepentiré después de hacerlo) pero quiero hacerles partícipes de un secreto: conozco con exactitud la ubicación del paraíso. Lo escribo con pe minúscula, porque se trata en definitiva de una de las partes del Paraíso Original, un fragmento del todo, que debió de separarse, según creo, de la MMP (Masa Madre Paradisíaca) en alguna de las antiguas explosiones que diseminaron por toda la tierra la belleza del mundo. Hablo de la playa de Almardá, cerca de El Puerto de Sagunto y del pueblo de Canet de Berenguer, en Valencia. Quienes no tienen conocimiento sobre asuntos paradisíacos ni desde el punto de vista sentimental, ni científico ni filosófico suelen hacerse del paraíso una idea exótica. Pero el exotismo, además de estar sobrevalorado, no es más que un prejuicio de naturaleza espacial. Es decir: los Mares del Sur son exóticos, observados desde el Ampurdán, en la misma medida en que el Ampurdán es exótico contemplado desde los Mares del Sur. No hay razón alguna para que un cocotero nos sorprenda más que un algarrobo (a nos ser que vivamos en algún lugar tan exótico como la Antártida, donde un cocotero y un En Puzol está el hotel Monte Picayo, que en una época fue el no va más del lujo y refinamiento de la burguesía valenciana. Dónde comer El bar Ruiz está en primera línea de playa. Olviden los prejuicios digestivos y pidan el cuscús. El Moset es perfecto para comer arroces y productos frescos del mar. Dónde divertirse Visitar el castillo de Sagunto. Las tropas de Aníbal, con sus elefantes, lucharon contra los saguntinos, en la batalla que desencadenó la Segunda Guerra Púnica. algarrobo son fenómenos para dejarnos con la boca abierta) Siempre he sometido mis paraísos posibles a un exigente criterio de veracidad: su condición accesible. Si no se puede alcanzar sin demasiado esfuerzo, no es paraíso. Al menos, no es paraíso mío. Puede que lo sea para otro: para algún marino del Ampurdán aficionado a los relatos de aventuras, o para algún indígena de los Mares del Sur que estudie, pongamos por caso, Filología Catalana. Al paraíso se debe poder lle- gar en bicicleta, o caminando, o subiéndose a un autobús. Si está al otro lado del mundo, se trata de un falso paraíso. La modestia, el aparente carácter cotidiano, el disfraz bajo su sencillez, representan características indispensables del auténtico paraíso. Nunca es evidente: hay que aprender a verlo y valorarlo. Si llama demasiado la atención, es el primo hortera del paraíso. La de Almardá es un fragmento de playa despejada, incluso durante agosto. Posee unas dunas de tamaño mediano que le otorgan cierta africanidad. No es salvaje: se ha urbanizado mal a no mucha distancia, como en la mitad del universo. Su arena es fina y cerca del agua se mezcla con piedras diminutas. A lo lejos se ven zonas habitadas, con sus torres de apartamentos, con los mástiles de los barcos de vela. Desde el centro de todo paraíso se debe contemplar, a lo lejos, algo que no participa de lo paradisiaco, para que la criatura afortunada exclame: pobres humanos, con sus fatigas, con sus problemas. Infelices. No es la playa de mi infancia, sino la de la infancia de mis hijos. Allí, como el primer hombre, fundaron los dos el mar y su idilio con la belleza de esta tierra. A los conocidos les recomiendo que viajen al Caribe, y que vean corales y tiburones, y que tomen bebedizos laxantes con maracuyá y guayaba. A mis lectores, les doy las coordenadas de un fragmento, científicamente probado, del verdadero paraíso. MAÑANA, Porto do Son

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