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ABC MADRID 19-07-2014 página 13
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ABC MADRID 19-07-2014 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO, 19 DE JULIO DE 2014 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA UNA OBISPESA PARA GIBRALTAR Para debilitar y hacer daño a los españoles tienen los ingleses Gibraltar Federico Trillo, embajador de España ante la pérfida Albión, lo ha convocado el ministro de Exteriores inglés, para regañarlo por acciones de barcos españoles en aguas próximas a Gibraltar. Trillo, auque es un anglófilo tremendo, no debe acoquinarse; pues no hay que olvidar que la Gran Bretaña no es ya aquel imperio todopoderoso que hacía y deshacía a su antojo (ni siquiera es ya el imperito consorte de Estados Unidos) sino un espectro de nación con un heredero al trono que desea ser un tampón, para ser arrojado a la taza del váter y no parar nunca de dar vueltas en el agua (sic) y una parodia de religión con obispesas más feas que Picio. Hay una leyenda que asegura que Gibraltar dejará de ser británico el día en que mueran los monos que infestan la roca; pero yo creo que una obispesa en Gibraltar sería aún más beneficiosa para los intereses españoles que la extinción súbita de los macacos. Durante siglos, mientras se dedicaban a cazar el zorro, los ingleses fomentaban la descomposición de los imperios rivales en republiquillas de opereta, infestándolas de fanáticos sedientos de sangre y de masones sedientos de dinero; y los ingenuos liberales europeos, por coquetería intelectual o complejito (para que no se les notase el pelo de dehesa) fueron inconscientes lacayos de esta política de disolución exterior. En España los ingleses también han hecho todo el mal que han podido, siempre tai- A madamente y a distancia; pues, aunque se las han arreglado para que los libros de Historia dediquen capítulos enteros a la Armada Invencible y a Trafalgar y ni siquiera mencionen la escabechina que les infligió Blas de Lezo en Cartagena de Indias, los ingleses saben que los españoles tenemos un designio histórico (martillo de herejes) que, aunque arrumbado, puede resucitar cualquier día, de modo que nos dé por rebanar en seco orejas inglesas, como hizo aquel glorioso capitán Fandiño con el contrabandista Jenkins. Para debilitar y hacer daño a los españoles tienen los ingleses Gibraltar, ese peñasco árido que a lo largo de su dominación ha sido arsenal, aeródromo, casino y lavadero de dinero sangriento; aunque los llanitos desearían ser republiquilla de opereta, al estilo de San Marino o Andorra, con voto en la ONU, embajadas para evadir capitales y una bandera en la que dispongan libérrimamente de todos los colores del arco iris (dicho sea sin intención homófona) aderezados para mayor recargamiento con estrellas, águilas, leones... y monos. El embajador Trillo, si consiguiera quitarse el complejito de la anglofilia propio de los liberales, podría (puesto que es hombre socarrón) proponer a los ingleses que envíen a Gibraltar a una de esas obispesas más feas que Picio que la iglesita anglicana se dispone a ordenar. De este modo, los llanitos que aún guardasen algún resto de decoro religioso o simple virilidad se arrojarían al agua, espantados ante la virago; y los únicos que se quedarían en el Peñón serían los miramelindos del ecumenismo pachanguero y los pichaflojas enfermos de esa aberración estúpida que los antiguos teólogos llamaban delectatio morosa, ese verdín veteado de moho que trata de fundir, en colusión mierdosa, la espiritualidad y el fornicio. Parafraseando a Will Durant, podríamos decir que la pérfida Albión no será conquistada desde fuera hasta que no se haya destruido a sí misma desde dentro. Con la introducción de las obispesas en la iglesita anglicana, la faena ya está casi rematada; y una obispesa en Gibraltar sería más eficaz para los intereses españoles que una epidemia que extinguiese de golpe a todos los monos. Y, además, aunque los monos se extinguiesen, los turistas tendrían alguien a quien seguir arrojando cacahuetes. IGNACIO CAMACHO NACIÓN A LA DEFENSIVA El soberanismo desdeña la propuesta federal. No quiere un nuevo modelo de Estado compartido, sino un nuevo Estado propio SCARAMUZA de manifiestos cívicos en Madrid sobre la cuestión catalana el eterno problema de España cuya dificultad de resolución desalentó a Ortega. Se movilizan filósofos, narradores, periodistas, tratando de destilar el esfuerzo intelectual en un compromiso de índole política. Unos reclaman la firmeza constitucional frente al soberanismo desde una visión dolorida de la nación a la defensiva que se ha dejado ganar por incomparecencia el debate de las ideas; otros apuestan por la reforma federal para dar encaje a una ensoñada tercera vía La primera deducción que se desprende de la lectura de ambos es que el nacionalismo juega con la ventaja de una mayor cohesión; su desafío a la plural sociedad constitucionalista carece de respuestas unívocas. La segunda conclusión consiste en que es harto probable que este debate, formulado desde la honestidad del pensamiento libre, rebote en el rocoso caparazón soberanista. El nacionalismo ya no está en otro debate que el de la secesión, a cuyo horizonte se aproxima con un equipaje que no es ideológico ni siquiera político, sino mitológico. Ha entrado en el bucle sentimental de la emancipación con la energía de una quimera sagrada. La propuesta federal, contemplada como una suerte de colchón táctico para amortiguar el choque de legitimidades, carece de masa crítica en la Cataluña actual desde que Maragall la abandonó para entregarse a la dinámica rupturista. El PSC es un minoritario partido en llamas que ha perdido su vieja centralidad en la sociedad catalana. Y el soberanismo hegemónico contempla con desdén la voluntad componedora de cierta izquierda española; ya no se conforma con medias tintas ni su modelo ha sido nunca el de una federación necesariamente igualitaria. No quiere un nuevo modelo de Estado compartido. Quiere un nuevo Estado propio. Desde la humildad de un arriba firmante de su propio artículo, este escribidor admite sentirse desprovisto de certezas. Simpatizo con el enérgico análisis moral del manifiesto Libres e Iguales, con su denuncia valiente de la resignación y su radical defensa de la soberanía y de la ley, pero no estoy seguro de que la mera resistencia sea la única estrategia posible ante el reto secesionista, aunque sí deba ser la principal. Tampoco lo estoy de que la cesión de nuevos privilegios aplaque el furor independentista ni rebaje la espuma de su insaciable oleada. Me gustaría creer en un nuevo pacto de conllevancia con garantías para otros treinta años, pero me cuesta confiar en la lealtad de un nacionalismo que ha roto todos los acuerdos posibles y hasta los imposibles. Y en el fondo lo único que deseo es que, sea cual sea la respuesta, la España constitucionalista sea capaz de creer en sí misma sin titubeos, segura de sus virtudes ciudadanas, con la fe unitaria que esgrimen los que han decidido convertir a sus compatriotas en extranjeros. E JM NIETO Fe de ratas

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