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ABC MADRID 03-06-2014 página 29
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ABC MADRID 03-06-2014 página 29

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES, 3 DE JUNIO DE 2014 abc. es DON JUAN CARLOS ABDICA 29 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS V. E. R. D. E. Me quedo con la emoción del amor a España del gran Rey que nos devolvió las libertades. Que os quiten lo servido, Señor... Gracias AS fechas de los grandes acontecimientos históricos de nuestras vidas se dividen en dos grandes grupos: aquellas que aunque hayan pasado muchos años nos acordamos siempre de dónde estábamos cuando nos enteramos, y con quién andábamos, y qué estábamos haciendo, y aquellas otras de las que apenas recordamos siquiera que hubiesen ocurrido. La de ayer es de las primeras. Todos recordaremos siempre qué estábamos haciendo ayer por la mañana a las 10 y media, y dónde andábamos, cuando nos enteramos que Su Majestad El Rey de España Don Juan Carlos I había abdicado. ¿Y saben lo primero que se me vino a la cabeza cuando me enteré? Pues otra abdicación, casi secreta, casi de clausura, de la que apenas se enteró nadie, formalizada en el Palacio de la Zarzuela, cuando Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, renunció a sus derechos históricos a la Corona como heredero de Don Alfonso XIII y depositó la legitimidad donde estaba la legalidad, en el pulso del Rey de todos los españoles que nos había traído la democracia y devuelto las libertades, en el encaje de bolillos de la Transición modelada y moderada por el supremo arbitraje de la Institución. En aquel acto, el Conde de Barcelona pronunció, dirigidas a su augusto hijo, las palabras que guiaron toda su vida: ¡Por España, siempre por España! Así ha sido ahora. Yo sé por qué abdicado Don Juan Carlos; por lo mismo que lo hizo Don Juan: por el bien de España. Por el futuro de la Corona. Como una apues- L ta firme a que nuevas personas reales lleven con pulso sereno los rumbos de la Institución. Estamos, además, en tiempos de renuncias hasta ahora increíbles, casi imposibles de plantear. ¿Hubiese alguien creído hace unos años que iba a presentar su dimisión el mismísimo Papa de Roma? Si el Papa renuncia por el bien de la Iglesia, ¿por qué no ha de hacerlo el Rey? Pero que a Vuestra Majestad le quiten lo servido, Señor... Que le quiten a Vuestra Majestad los méritos de su limpísima y patriótica hoja de servicios a España, a los españoles, a la democracia, a las libertades. Todos nos acordaremos de cuándo nos enteramos ayer de la renuncia del Rey de la Transición, como recordamos perfectamente dónde supimos que la dictadura había muerto en la cama. De entonces acá, todos estos años de ventura en la democracia y en las libertades los debemos a la inmensa generosidad y capacidad de Don Juan Carlos. No se suele tener en consideración, pero hay que recordar que, tras el cambio de régimen, Don Juan Carlos recibió todos los poderes del Estado, absolutamente todos los poderes. Ni en el periodo más absolutista reunió más poder Fernando VII que Don Juan Carlos I tras aquel 20 de noviembre de 1975. Y uno a uno fue renunciando a todos, absolutamente a todos, y, paradójicamente, el Soberano devolvió la soberanía nacional al pueblo español, vamos, como el que se encuentra una cartera por la calle y la devuelve a su legítimo dueño, por muchos miles de euros que lleve dentro. El Rey de las Libertades, el Rey de la Concordia Nacional, el Rey de todos los españoles. Ya digo, Señor: que le quiten lo servido. Aunque me temo que hay tanto miserable y tanto desmemoriado desagradecido en estos Reinos de las Españas que se lo quitarán a Vuestra Majestad. Hasta le escatimarán la grandeza de este su último gesto, de seguir renunciando a todo, como renunció a su propia infancia, niño triste mandado por su padre junto a su peor enemigo para salvar así la Casa... Como renunció a aquellos poderes absolutos de 1975 y los depositó en las Cortes del Reino, en los gobiernos legítima y democráticamente elegido. Es quizá demasiado pronto para los balances. Me quedo con la emoción del amor a España, del dolor por España del gran Rey que nos devolvió las libertades. Que os quiten lo servido, Señor... Gracias. Y con más fuerza que nunca, repito la perpetuación en Don Felipe VI del viejo grito de Estoril: V. E. R. D. E. IGNACIO CAMACHO EL FINAL DE UNA ÉPOCA Desaparecido Suárez y abdicado el Rey, la Transición es ya solo agradecida memoria. Quizá sea el tiempo de un nuevo pacto E JM NIETO Fe de ratas S imposible resistirse al vértigo de los grandes saltos cualitativos, al escalofrío del fin de una época. Desaparecido Suárez y abdicado el Rey, la Transición española se ha cerrado definitivamente con el golpe de una tapa del libro de la memoria. No es un cambio de régimen pero sí el final de un ciclo, que tal vez Juan Carlos haya sabido intuir e interpretar mejor y con más determinación que la mayoría de las élites surgidas de aquel período de creatividad política qué él mismo encabezó hace casi cuarenta años. El statu quo constitucional ha hecho crisis en medio de una oleada de desapego que reclama medidas de regeneración urgente. El modelo ha funcionado bien pero el tiempo le ha abierto grietas en la fachada y en la estructura. La necesidad de reformas también en una Corona averiada por contratiempos y episodios poco ejemplares era evidente y se trataba de elegir el momento, una habilidad para la que el monarca ha mostrado siempre un potente instinto. La abdicación Real es una decisión trascendente más allá del zapping institucional propio de las sociedades posmodernas. No se trata de un simple relevo de personas en la cúpula del Estado: es el comienzo de una etapa distinta que necesitará una Constitución distinta para renovar el pacto de convivencia de la España del siglo XXI. Pero si el del 78 fue un acuerdo de nueva planta, levantado sin mapas ni proyectos, el de este tiempo ha de construirse conforme a un espíritu de continuidad que asegure los cimientos del sistema. Esa continuidad la representa el Príncipe Felipe en el plano dinástico y el Parlamento en el democrático. Acaso la clave del proceso consista en que el Rey haya entendido que, ante los vientos fragmentarios que soplan en la atmósfera electoral, la próxima Cámara de Diputados puede carecer de la cohesión y la estabilidad necesarias para asegurar el éxito de una operación tan delicada. En esta legislatura el PP tiene mayoría absoluta y el PSOE responde aún al pragmático patrón post- felipista. Juntos suman un respaldo abrumador para el nuevo monarca sobre cuya espalda recaerá la responsabilidad de ganarse su propia legitimidad de ejercicio. Fue en el Congreso donde la capilla ardiente de Suárez simbolizó hace dos meses el epílogo de un seductor relato de épica colectiva. Aquella ola de empatía emocional está vinculada a la evocación retrospectiva del legado de Juan Carlos: ellos fueron los hombres que nos devolvieron la libertad. Y por mucho desgaste que haya sufrido la Corona, la gigantesca dimensión política del juancarlismo va a quedar puesta en valor con un reconocimiento histórico y moral que servirá al heredero como pedestal para subir al Trono. Con todo, habrá turbulencias, emociones fuertes. Existe una sensación palpable de salto al vacío, de prueba refundacional. A diferencia de la de hace cuatro décadas, esta al menos parece tener un guión escrito.

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