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ABC MADRID 31-05-2014 página 3
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ABC SÁBADO, 31 DE MAYO DE 2014 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA CUADERNO DE LUIS ALBERTO POR JOSÉ LUIS GARCI Luis Alberto de Cuenca me ha confirmado que no hay eterno retorno sino eterno presente, tanto como eso, y que todo lo bueno que permanece se lo debemos a sus colegas los poetas L 23 de octubre de 2013, miércoles, Luis Alberto de Cuenca no quiso ver conmigo el partido entre el Real Madrid y la Juventus, Fase de Grupos de la Copa de Europa (Champions League, para los menos fogueados) porque, me dijo, tenía que entregar ya la nota de introducción a su libro Cuaderno de vacaciones, un volumen editado por Visor acaba de salir que recoge los poemas escritos por Luis Alberto durante sus veraneos de 2009 a 2012. Lo cierto es que agosto suele ser muy beneficioso, en todos los sentidos, para el autor de La caja de plata. Doy fe de su buen humor matinal alrededor de la piscina, jamás en bañador, sino vestido para leer: pantalón vaquero, camisa de manga corta y las alpargatas de toda la vida, que, por cierto, se han puesto otra vez de moda. La jornada del poeta arranca con unos cuantos tebeos, clásicos y modernos; luego, una novela de ciencia ficción o una saga de espada y brujería, y de ahí pasa a entretenerse con Homero y Catulo, en sus respectivas lenguas, naturalmente, que para algo es doctor en Filología Clásica y Premio Nacional de Traducción. Al tiempo que lee, y casi de manera inconsciente, apunta en un pequeño bloc (con ce ideas para un futuro soneto o, sin más, un verso breve como aquel que dedicó a las mujeres (y tanto alboroto armó) Mira que las deseo. Y qué poco me gustan Después se da un par de baños, gimnásticos más que nada, que le sirven de rehabilitación para sus problemas de espalda, tras haber cambiado el vestuario de lectura por algo parecido a un Meyba y a comer. Luis Alberto, come siempre muy concentrado, más aún que cuando escribe. A la hora de il pomeriggio se retira; no para echarse la siesta, sino a pasar a limpio, al Mac, quiero decir, lo mucho o poco que haya dado de sí la mañana. Si retrocedemos al Antiguo Testamento, confesaré que supe antes de Luis Alberto de Cuenca por leídas que por oídas. Empecé a intimar con él a través de los misteriosos renglones de Elsinore, y, sobre todo, con sus dos siguientes libros, Scholia y Necrofilia, que me produjeron un estremecimiento similar al que sentí al descubrir La muerte en Beverly Hills, esa joya de Gimferrer. Quiero decir que cuando lo conocí aquellos días en que gobernaba la Biblioteca Nacional Luis Alberto formaba ya parte de la docena de mis poetas españoles preferidos del siglo XX, junto a don Antonio y Federico, Juan Ramón, Cernuda y Rafael de León, Aleixandre (al que observé algunas tardes, de niño, a través de la verja de su chalecito a las afueras de Miraflores de la Sierra, en la carretera de Rascafría) Claudio, Ángel González, Manolo Alcántara, Gil de Biedma y el citado gran Gim. A raíz de nuestro primer flechazo compartimos un taxi camino de una reunión de jurados o una entrega de premios, no recuerdo muy bien comprobé que el placer textual que me habían proporcionado los libros de Luis Alberto era exacto al formándose en un personaje secundario de sus duermevelas, en un actor de reparto como el mayordomo de aquellas comedias de Kate Hepburn que siempre acababan en Connecticut, en las que la propia Kate solía presentarse a desayunar con ropas de montar. Eso proclama Luis Alberto: que de ser el Capitán Trueno ha descendido al papel del cocinero chino de las películas de piratas. Pero no. No me lo creo. No, después de leer que su autor sigue soñando con leones y con esas chicas del Walhalla de piernas kilométricas, y que sigue citándose para comer en Mallorca de Serrano con Stella, la novia morenita del Inspector Dan, de la Patrulla Volante de Scotland Yard. A través de los versos acanelados e insomnes de L. A. presiento a Zoraida, aquella Sarita Montiel en la que el Guerrero del Antifaz jamás reparó; y a Teodora, en su palco presidencial del Hipódromo de Bizancio, y a Semíramis y Sherezade y a la doncella rubia de El señor de la guerra; para todas estas damas, recordadlo, escribió Luis Alberto el más hermoso elogio del sujetador del que se tiene noticia en Oriente y Occidente, tan imitado luego por Belcor, incluso por Wonderbra. Me fascina Cuaderno de vacaciones porque es popular y culto, porque no hay que descifrarlo, porque es poesía que se comprende sin esfuerzo, que te llega, igual que todo el álbum de Yellow Submarine, de los Beatles, o sea, un resplandor de colores estimulantes, esperanza a raudales. Porque Cuaderno es una nueva revisitación al Pop, o a lo Pop, un Dry Martini a base de Lichtenstein y Cavafis, una gota de Patinir y un golpe de Paolozzi. Unas páginas escritas en CinemaScope, un libro de exteriores, como Hatari! en el que están presentes, además de la Kinephilia de su autor, Ezra Pound y Magritte, Douglas Sirk y Bram Stoker, Homero y Fritz Lang, la novela gótica y la novela negra, Walt Disney y Friedrich, la literatura fantástica y la literatura pulp. hora entiendo las prisas de mi amigo aquella tarde de otoño por ponerle unos párrafos emotivos a su nuevo libro de versos nada sueltos, sino versos trailers sí, versos como los trailers de las películas: avances de vida. Ahora comprendo por qué me dejó solo viendo a la Juve contra el Madrid, su equipo del alma. De verdad, Cuaderno de vacaciones es tan sexy y moderno como Kate Moss o Manhattan; como Vértigo, de Hitchcock, o Tintín; como Sinatra, la botella de Coca- Cola (y la Coca- Cola) o la Callas; como un billete de cien dólares o la portada de Peter Blake para el disco Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, por citar unas cuantas maravillas de nuestro tiempo. Espero, y termino, que esta obra muy pronto sea traducida al latín. Luis Alberto me ha confirmado que no hay eterno retorno sino eterno presente, tanto como eso, y que todo lo bueno que permanece se lo debemos a sus colegas los poetas. Y si hay que arriesgarse, ahí voy: apuesto cinco a uno a que la poesía de Luis Alberto de Cuenca, igual que las estrellas del rock, no va a envejecer. Mira por dónde, mi amigo es el primer poeta popsocrático. JOSÉ LUIS GARCI ES DIRECTOR DE CINE E placer gramatical que transmitía su charla, tan ligera y divertida como La viuda alegre, de Lubitsch, igual de sencilla y directa que los peplums de Cottafavi y tan inteligente y melancólica como sus poemas amorosos. (Es curioso, pero si no se hubiera casado tan pronto su hermana María Jesús los padres de Luis Alberto nunca habrían convertido la habitación de la chica en un cuarto de estudio para el joven bibliófilo. Ahí, en aquella estancia vacía pero con la resonancia eterna de las risas y canturreos de su hermana, nacería un poeta romántico y desolado, burgués más por recuerdos que por cuna, un paladín de Rosemary Forsyth que instaló Camelot en el barrio de Salamanca de Madrid, un filólogo tan atractivo y simpático como El temible burlón) Leyendo Cuaderno de vacaciones, hasta hoy, para mí, su libro más sabio, más emocionante, más seductor, también el más trágico Luis Alberto es otro místico descreído leyéndole el pensamiento a Cuaderno de vacaciones, repito, he podido apreciar, con mayor claridad que otras veces, que los versos color miel de mi amigo (que saben a los canutillos que le comprábamos al barquillero en el Retiro los domingos: seis tiradas una peseta) he sentido, decía, que cada palabra de su Cuaderno como toda la obra de Luis Alberto no es sino la recreación melancólica de su infancia. Por tanto, certifico que ha sido escrito por un niño encerrado en el cuerpo de un filósofo de la Antigüedad, un niño cobijado dentro de una viñeta de Alex Raymond, por una persona, en fin, que escribe nada menos que desde la complejidad, que anhela la convivencia y propaga cierto desengaño ligero, como los cuadros de Velázquez o Vermeer. En una de las páginas más brillantes del libro, Luis Alberto nos secretea que últimamente no protagoniza sus sueños, que poco a poco ha ido trans- A

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