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ABC MADRID 23-05-2014 página 5
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 23 DE MAYO DE 2014 abc. es ENFOQUE 5 La Copa de la Champions ya está en Lisboa: Atlético o Real Madrid la alzarán mañana al cielo de la capital portuguesa Falta 1 día EFE Lisboa, la cima de los sueños Un sms al cielo JAIME GONZÁLEZ La prueba del carácter extraordinario de la presente edición de la Champions la muestra el alud de tópicos y la exuberancia de figuras retóricas que vamos desparramando a medida que se acerca el comienzo del partido. Eufemismos, hipérboles, metonimias, paradojas, anacolutos, paronomasias, pleonasmos y demás elementos enfatizadores del sentimiento se suceden estos días en un intento de alcanzar el necesario paroxismo que requiere un acontecimiento inédito. La liturgia del fútbol es de un barroco churrigueresco, tan abigarrada en su ornamentación que el Atlético- Real Madrid (o viceversa) de mañana no es cuestión de vida o muerte: es mucho más que eso, seguramente porque nada hay que mueva y conmueva tanto al mismo tiempo que un duelo fratricida en la cima de los sueños. Un gol en el último minuto de Schwarzenberg, hace ya cuarenta años, marcó durante décadas la trayectoria vital del Atlético. Aquello resultó tan frustrante que el Atlético se convirtió en carne de diván de psicoanálisis, y mi padre colchonero sin medida se murió treinta años después con la espina de aquella derrota ante el Bayern clavada en sus pupilas. No volvió a ser el mismo, y no precisamente por locura, sino porque estaba tan cuerdo que sabía que hay derrotas que no las cura el tiempo, sino una victoria que él ya no vería jamás. Los sentimientos que provoca el fútbol son de una complejidad insondable, porque influyen los ancestros y, si me apuran, vienen condicionados por una suerte de memoria genética que es imposible de descifrar. Yo maté en vida a mi padre cuando con tres años me hice del Barça, una pulsión irrefrenable que me provocó un inmenso cargo de conciencia. Cuando el pasado sábado el Atlético nos ganó justamente la Liga, pasé de la rabia a la dicha y me harté de llorar de alegría. En ofrenda a mi padre, le regalé mis lágrimas, no tanto como acto de desagravio, sino como homenaje a lo que fue: un ejemplo de suprema tolerancia futbolística (al menos, con su hijo) No sé si el fútbol es un reflejo o un espejo de la sociedad. Lo único que tengo claro es que si el fútbol no existiera la sociedad se quedaría sin reflejo y sin espejo, tan huérfana como me siento hoy yo al recordar a mi padre. Aquel gol de Schwarzenberg lo dejó tendido en un diván, con una espina clavada en sus pupilas. Mañana es el día que pudo ser hace cuarenta años. Y nada me gustaría más que mandarle un sms al cielo: ¡Te quiero, papá! DEPORTES

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