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ABC MADRID 04-05-2014 página 3
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ABC MADRID 04-05-2014 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 4 DE MAYO DE 2014 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA SI LA REALIDAD NO SE AJUSTA A MIS DESEOS, PEOR PARA LA REALIDAD POR CARMEN POSADAS La realidad es tozuda y no se cambia ignorándola, tuneándola, ni siquiera falseándola. Por eso, a los que utilizan argumentos emocionales en política, también o tal vez debería decir sobre todo a aquellos que creen que una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en una verdad, no estaría mal recordarles lo que opinaba Abraham Lincoln al respecto. Se puede engañar a algunos todo el tiempo decía él y a todos algún tiempo, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo sentó su dictamen sobre lo que, según ellos, ocurrirá con Cataluña respecto a la Unión Europa una vez que esta alcance la tan ansiada independencia. El texto, rezumante de optimismo decía no ver lógico que el veto que, con toda seguridad, interpondrá España (y no solo España, habría que añadir) a la inclusión automática de Cataluña en la Unión Europea, pueda imponerse a los deseos sinceros de nada menos que 7,5 millones de catalanes. Más adelante, en un alarde de eso que ahora llaman pensamiento Hollywood es decir, confundir románticamente deseos con realidades y creer que, como en las películas, todo tiene un happy end, los pajaritos cantan y la luna se levanta etcétera invocaba otro argumento sentimental inapelable. Cuando se produce un separación matrimonial afirmó el portavoz del antes mencionado consejo asesor se mantiene uno unido a la pareja anterior, de ahí que también nosotros nos mantendremos dentro la Unión Europea (sic) E N 1774 Johann Wolfgang von Goethe publicó Las desventuras del joven Werther, una novela que, aparte de haber causado una verdadera epidemia de suicidios en toda Europa, está considerada la más temprana obra precursora de lo que llamamos Romanticismo. Este movimiento artístico y político se caracteriza, según dicen, por preconizar la libertad, la subjetividad y la emoción frente a las limitaciones impuestas por el racionalismo de la Ilustración, que lo precedió. En el arte, el Romanticismo ha producido páginas inmortales como las escritas por Dickens, Flaubert, Byron o el propio Goethe. En política, sus resultados son más ambivalentes. Si bien puede verse su romántica mano en la independencia de los Estados Unidos de América y, más adelante, también en la creación de nuevas y grandes naciones europeas como Alemania e Italia puede intuírsela años antes, en el germen de esa explosión de libertad, igualdad y fraternidad que acabó en el Gran Terror. ¿No sientes en tu corazón la acción de un poderoso desconocido que revolotea a tu alrededor, visible en lo invisible? Déjale que sature tu alma y, cuando hayas llegado a la dicha de ese sentimiento, llámale como quieras. Llámale alegría, corazón, amor, dios, no tengo palabras para nombrarlo, todo es sentimiento Algo así le dice Mefistófeles a Fausto en la obra homónima, y algo así podría decir también cualquiera de nosotros porque, si bien han pasado más de dos siglos desde que el Romanticismo hizo su irrupción en la historia, alguien que no desee quedar como insensible, frío o casi un psicópata, si me apuran, debe proclamar a los cuatro vientos que él o ella es irracional, irresistible e irrefrenablemente romántico. Personalmente no estoy tan segura de que esta sea una virtud tan irrefutable. (Ay, amor, cuántos crímenes se cometen en tu nombre, eso pienso yo) Sin embargo, no es del Romanticismo en nuestra vida íntima de lo que quiero hablarles hoy sino del Romanticismo en política. Y más concretamente en el debate soberanista en Cataluña. Primero fueron los políticos catalanes los que empezaron a esgrimir emociones como argumentos: España no nos quiere han dicho nadie nos comprende Un poco más tarde el propio Gobierno de España comenzó a usar la misma línea argumental. Yo amo más a Cataluña, nadie me puede tachar de no hacerlo ha afirmado el presidente Rajoy en el último debate parlamentario, así como otros diputados de diversos partidos. ¿Son los sentimientos líneas argumentales eficaces en política? Si a un Te quiero mucho sigue un Tú no me quieres no parece que avance uno demasiado. Como señalaba Félix Ovejero, profesor de la Universidad de Cataluña, en un artículo reciente, lo malo de la política romántica es que sus consecuencias resultan muy poco románticas. Cuando se cree que las dificultades se resuelven con buena voluntad y con cariñito, es fácil acabar atribuyendo la persistencia de los problemas a la falta de voluntad o, peor aún, a la mala fe. E n esta sociedad nuestra de comienzos de siglo en la que alguien ¿el cine? ¿la publicidad? ¿las malas novelas, quizá? nos ha convencido de que el corazón es un órgano mucho más infalible que la cabeza, los eslóganes que apelan a los sentimientos gozan, en principio, de gran aceptación. Si además cuentan con la ayuda inestimable de los medios de comunicación, el mensaje puede llegar a convertirse en Verdad que nadie cuestiona. A eso aspiran, supongo, los expertos de llamado Consejo Asesor de la Transición Catalana. Días atrás, este grupo de expertos pre- O tro aspecto del llamado pensamiento Hollywood consiste exactamente igual que le ocurre a un amante no correspondido en hacer oídos sordos a todo lo que a uno no le conviene. Da igual por tanto que Bruselas haya manifestado por activa, por pasiva y por perifrástica que un territorio segregado se convertiría automáticamente en un tercer estado externo a la Unión y tendrá que ponerse a la cola de los aspirantes, detrás de Islandia, Turquía, Macedonia o Serbia. Vaya tontería, qué simpleza, no va a pasar nada de esto porque tal como argumentaría ese amante rechazado al que no le da la gana enterarse de que le han dado unas calabazas tamaño medalla de oro si la realidad no se ajusta a mis deseos... peor para la realidad. El problema, sin embargo, es que la realidad es tozuda y no se cambia ignorándola, tuneándola, ni siquiera falseándola, por mucho que se trompetee a través de los medios de comunicación. Al final, y más pronto que tarde, tiene la mala costumbre de imponerse. Por eso, a los que utilizan argumentos emocionales en política, también o tal vez debería decir sobre todo a aquellos que creen que una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en una verdad, no estaría mal recordarles lo que opinaba Abraham Lincoln al respecto. Se puede engañar a algunos todo el tiempo decía él y a todos algún tiempo, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo Y yo añadiría, además, que por mucho que los políticos y sus expertos asesores recurran al pensamiento Hollywood, la gente no es tonta como ellos creen y resulta un error garrafal tratarlos como tales. CARMEN POSADAS ES ESCRITORA

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