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ABC MADRID 26-04-2014 página 15
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ABC MADRID 26-04-2014 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO, 26 DE ABRIL DE 2014 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA AUNQUE NO VALGAN PA NADA Estos trabajadores no son reyes, sino víctimas del mambo I las bestialidades que Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, ha evacuado de los trabajadores las hubiese proferido de las mujeres o los homosexuales, a estas horas ya habría sido despojada de su cargo y denunciada ante los tribunales (donde se demuestra que ciertas ideologías progresistas son un subterfugio para distraer la atención de la injusticia social) La señora Oriol nos ha dicho que a los trabajadores hay que hacerlos más baratos para que sean más atractivos y se ha quejado de la existencia de un salario mínimo que te obliga a pagarles aunque no valgan pa nada (no haremos bromas sobre una dicción tan desenvuelta) Añadiendo colorido a su discurso, la señora Oriol ha reclamado una segunda reforma que haga del mercado laboral unas suculentas rebajas Y, para justificar la supresión del salario mínimo, se ha agarrado al muy socorrido recurso del trabajador que ha abandonado los estudios a edad temprana, sin obtener ninguna titulación. Naturalmente, la señora Oriol quiere libertad para pagar misérrimamente a cualquier hijo de vecino, pero utiliza a estos trabajadores sin titulación como chivo expiatorio, para captar la benevolencia de los tontos útiles que se creen parte de la Generación Mejor Preparada de la Historia. Y, en fin, la señora Oriol se ha permitido caricaturizar a estos trabajadores sin titulación, pintándolos como los reyes del mambo de las noches de los viernes y de los sábados. S Pero estos trabajadores no son reyes, sino víctimas del mambo. Y el mambo que les han dado a estos jóvenes consiste en convertirlos en una masa amorfa ¡ciudadanía! sin propiedad, sin hogar, sin trabajo constante ni oficio fijo. Jóvenes desvinculados, desarraigados, sin amores fuertes ni lealtades firmes, sin fe ni moral, sin protección alguna de aquellas organizaciones familiares y corporativas que antaño tutelaban su acceso al trabajo y garantizaban su aprendizaje, jóvenes arrojados como un vómito, como una deyección a trabajos eventuales que nunca han aprendido y nunca podrán amar, porque sólo se ama aquello que se conoce. Pero así los quiere el Estado servil convertidos en mercancía que presta su fuerza bruta hasta agotarse, a cambio de un sueldo que los haga sentirse reyes del mambo las noches de los viernes y los sábados, para después arrojarlos al cubo de la basura, una vez calcinada su juventud (o cuando ya no valgan pa nada que diría la señora Oriol) A la señora Oriol le importan la producción y el beneficio. Y a producir y ganar mucho debe sacrificarse todo, empezando ¡por supuesto! por los salarios, que ya no deben aspirar a cubrir el sustento del trabajador y de su familia, sino a satisfacer las apetencias del contratador, como las bragas de baratillo ¡tres por una! satisfacen las apetencias de las señoras que se las disputan en el cajón de los saldos. Esta economía sin moralidad fue la que constituyó la clase proletaria; y sólo trajo amén de dinero sangriento para unos pocos odio y revancha al mundo. Ahora que al trabajador ya ni siquiera se le permite que tenga prole ¡pero a cambio puede ser el rey del mambo las noches de los viernes y los sábados, oiga! la señora Oriol quiere abaratarlo para que sea más atractivo pero así sólo se logra que el trabajador odie más, y que tenga más ansias de revancha, como ya estamos viendo. La señora Oriol, sin embargo, no alcanza a verlo, con la miopía característica del codicioso; o tal vez la pille demasiado lejos, de tal modo que cuando la catarata de odio y revancha por fin se desate como un vómito, como una deyección seamos otros quienes la suframos, sin comerlo ni beberlo. Con razón nos advertía Chesterton que el capitalismo es una conspiración de cobardes IGNACIO CAMACHO EL VOTO AUSENTE La baja participación no provoca remordimientos de legitimidad incompleta. Los destinatarios del castigo lo desprecian N JM NIETO Fe de ratas O les hagáis caso: a los políticos, en especial a los de los partidos mayoritarios, no les preocupa la abstención. No en abstracto, no como fenómeno de desarraigo democrático; lo que les inquieta es que no vayan a votar los suyos. Nada les gustaría más, en el fondo, que una inhibición masiva de los votantes de los adversarios. Gracias a eso, por ejemplo, ganó Rajoy. Sucede que antes de las elecciones nadie sabe en qué bando habrá más abstencionistas por más que en tiempo de campañas traten de barruntarlo en sus sesudos informes los gurús demoscópicos. Pura especulación conjetural teórica, intuiciones aventuradas sobre la motivación de los ciudadanos basadas en el mayor o menor desgaste de cada contendiente y en la estructura histórica del comportamiento del voto. No existen certezas en la ciencia de opinión pública, ni siquiera a partir de las intenciones declaradas que, como se comprobó en las autonómicas andaluzas de 2012, ocultan tendencias que circulan bajo radar, indetectables para las encuestas. La realidad es la que es: el sufragio que no se emite no cuenta en el reparto de resultados. Lo que los partidos quieren es ganar en el recuento de votos válidos. La preocupación por la afluencia electoral es retórica y en todo caso contingente: la baja participación no provoca ningún remordimiento de legitimidad incompleta. En España están vigentes estatutos de autonomía varios, no sólo el catalán respaldados por bastante menos de la mitad del censo. Al día siguiente de cada votación, incluso en la misma noche, el foco de atención queda centrado en ganadores y perdedores, en los beneficiarios de la lotería del poder. El voto ausente apenas si ocupa un renglón marginal, secundario, en los análisis, una mota de contrariedad en los puristas del rigor democrático. A menudo ni siquiera se presta interés a las cifras brutas de facturación de cada candidatura, y menos aún al exiguo voto en blanco o nulo deliberado: el único marcador que importa es el de la atribución de los escaños. Por supuesto que la abstención voluntaria es un derecho, esencial además, aunque en algunos países esté prohibida: naciones socialmente poco articuladas cuyas constituciones trataron de evitar democracias restringidas para minorías pudientes o hegemónicas. No es el caso de España, aunque en situaciones como la actual resulta un sugestivo testimonio individual de desapego a una actividad pública degradada y de rechazo a una oferta mediocre. Incluso de desahogo ante la desconsideración que los agentes políticos practican respecto a nuestros intereses. Pero como protesta o como castigo resulta estéril por la sencilla razón de que sus supuestos destinatarios la desprecian. Con un voto más que el rival se dan por satisfechos porque éste es un juego en el que the winner takes it all el ganador se lleva el mismo premio al margen de cuántos apuesten.

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