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ABC MADRID 25-04-2014 página 73
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ABC VIERNES, 25 DE ABRIL DE 2014 abc. es ABCdelOCIO 73 Personajes inolvidables de Miyazaki Nausicaä (1984) La creó en 1982 en forma de manga y la acabó llevando al cine en 1984. El tema de los vuelos y el cielo, referente en el trabajo de Miyazaki, se revela aquí por ver primera en forma de una princesa amante de los débiles y de la paz Totoro (1988) El más grande de los espíritus del bosque que conviven en paz y armonía con la familia japonesa de Mi vecino Totoro es, además del icono de Ghibli y de muchos japoneses, el peluche más redondo que haya dado la animación La princesa Mononoke (1997) La cabalgadora de lobos es una de las protagonistas de la obra de Miyazaki en la que más cuidado pone en otro valor siempre presente en su obra: el cuidado y respeto de la naturaleza, que hemos de proteger para no enfadarla su cine librio entre personaje y naturaleza, y la contradicción entre un espíritu profundamente antibelicista y la construcción y progreso de aviones con fines bélicos para la inminente guerra son la esencia de su última película, El viento se levanta centrada en el personaje de Jiro, un ingeniero aeronáutico que nos despliega su vida desde niño con la sencillez de quien hace y deshace un avión de papel. Chihiro (2001) La niña que perdió a sus padres (convertidos en cerdos) es el ejemplo de heroína tan habitual en las cintas de Miyazaki, con particular devoción en poner a las mujeres al frente de la acción de la película Ponyo (2009) Un enfoque más infantil es esta historia de una relación entre un niño y una niña- pez que quiere convertirse en humana. El simpático personaje de Ponyo en el acantilado le dio al director japonés su mayor éxito comercial hasta la fecha Jiro (2014) En El viento se levanta el último protagonista de Miyazaki (para siempre) es Jiro Horikoshi, el ingeniero aeronáutico que diseñó los cazas que acabarían atacando Pearl Harbour durante la Segunda Guerra Mundial Nostalgia y optimismo Como todas las suyas, esta película de Miyazaki es una mano abierta y amistosa para el público infantil, pero también una mano preocupada y pensativa para el mundo adulto, que enlaza el sentido simbólico del poema de Valéry, ¡El viento se levanta! ¡Hay que intentar vivir! con esos aires que no se ven pero sí se sienten en un Japón que quedaría devastado tras la guerra mundial... algo que queda bien reflejado en los tonos cromáticos del increíble fondo animado, llenos de una perceptible nostalgia, de una sentida o presentida emoción crepuscular, aunque expresada con el vitalismo y el optimismo inevitables de su cine. La película narra la construcción de los sueños del personaje de Jiro (sueños que nunca adquirirán su auténtica naturaleza de pesadillas) y sus progresos como genio en el diseño aeronáutico, pero también narra una hermosa y delicada historia de amor también construida en paralelo con los grandes avances y grandes desastres de la historia de su país, terremotos, epidemias y guerra. Y ambos motores, el del sueño profesional y el romántico, son la música argumental de esta película, bañada de modo excep- cional con otra música, la de Joe Hisaishi, que le aporta un volumen extraordinario (un 3 D para el oído) a esta historia entrelazada de realidad y fantasías. Por diversos motivos, El viento se levanta la confesada última película de Hayao Miyazaki, está destinada a profesar de primera de aquí en adelante: es más cercana, más confortable Paradoja La contradicción entre un espíritu antibelicista y la construcción de aviones para la guerra más domesticada en su aleación de humanismo y fantasía, tiene un hábil y emocional control de sus ambiciones dramáticas sin eludirlas, como tampoco elude su condición confusa en lo político dejando un amplio terreno inexplorado en lo que suele ser una línea clara entre el bien y el mal, la causa y sus fines. Sin el nervio, la crudeza, el filo y la poesía de otros de sus personajes, como Mononoke, Chihiro o Ponyo, pero este Jiro con la cara y la cantinela de Marco y con la miopía y la biografía cercanas a las del propio Miyazaki, se queda alojado como una bala en ese lugar sin tiempo de la sobremesa de tarde o en ese tiempo sin espacio entre lo infantil y lo adulto.

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