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ABC MADRID 25-04-2014 página 14
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ABC MADRID 25-04-2014 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA VIERNES, 25 DE ABRIL DE 2014 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU MI VIDA PELIGROSA Todo ha cambiado ahora. Puedo salir del armario y proclamar al mundo que soy un orgulloso pringao doméstico E L otro día madrugué y, para no despertar a nadie en casa, tuve que armar a oscuras la bolsa del gimnasio. El resultado fue nefasto. Unas horas después, en el vestuario de un club de boxeo lleno de tipos que volvían de guantear comentando los golpes, extraje de la bolsa una toalla de Bob Esponja de los niños cogida por error que, una vez anudada a la cintura, arruinó para siempre cualquier posibilidad de conquistar en el ring, algún día, un apodo con las mismas resonancias que Mano de Piedra o El bombardero de Louisville o al menos El tigre de Chamberí como Ozores, pero en más bien Garfield. Pese a la mofa inicial, allí se terminó cantando a coro Tristeza de amor así que alguna tecla emotiva tocó Bob Esponja en esas almas de jab. El incidente me recordó cuán difícil es existir en pose a lo Hemingway cuando se es padre de familia numerosa sin ni siquiera un triste león ante el cual calibrar la virilidad y después contarlo. Los leones son aún más intransigentes que los boxeadores con las toallas de Bob Esponja ceñidas a la cintura. Imaginen a Francis Macomber con una toalla de Bob Esponja puesta mientras trataba de redimir su masculinidad delante de su esposa adúltera. El relato zozobraría hacia un registro de comedia que habría restado sentido trágico a la obra de Hemingway e incluso invalidado la solución del suicidio por escopeta. En los últimos años, he sobrellevado con sorda frustración todas las penurias domésticas que me alejaban del cliché literario. Mientras machacaba las pastillas de Kindival para mezclarlas con el yogur, mientras me vomitaban la camisa, mientras gestionaba más mierda ajena que un jefe de gabinete, envidiaba con franco resentimiento a los amigos columnistas que en ese mismo instante obtenían sobre el terreno material para su rapsodia de la resaca rockera. Era un sentirme disminuido, emasculado en términos literarios, cautivo de un mundo al que no tienen acceso barmans ni leones y en el que me marchitaría sin glorias ni bohemias que cantar. Y encima en ese último reducto, el club de boxeo, se me coló Bob Esponja. Pero todo ha cambiado ahora. Puedo salir del armario y proclamar al mundo que soy un orgulloso pringao doméstico. Puedo hacerlo gracias a Miriam González Durántez, la esposa de Nick Clegg, que nos ha hecho saber a los calzonazos que ni un día oficial de orgullo tenemos señalado en el calendario que es ahí, entre los patitos de goma de la bañera, donde el hombre contemporáneo exhibe sus cojones ¡Y sin tener que disparar contra ningún ser vivo! ¡Y sin el requisito de suicidarse con una escopeta, que eso no me apetecía especialmente! Pobre Hemingway, que salió a buscar hasta las nieves del Kilimanjaro lo que, según la señora de Clegg, siempre estuvo esperándolo en un paquete de toallitas Dodot. Vivo peligrosamente. MONTECASSINO HERMANN DEL ABRIGO EN TIEMPOS GÉLIDOS En junio de 2011, Washington advirtió que se había acabado la fiesta por la que EE. UU. pagaba la seguridad europea ICEN que la mayor parte de las muertes que se producen en montaña son debidas a la inconsciencia. Gentes de la ciudad se lanzan a la aventura sin la información y el equipo necesarios y se ven sorprendidos por bruscos cambios del tiempo. Los avisos sobre los peligros de la montaña los tienen olvidados en su vida de previsible cotidianidad urbana. Y con la sorpresa y el imprevisto llega la tragedia. Las sociedades europeas parecen en estos momentos todas ellas los habitantes de una consentida ciudad residencial en una cálida costa que aún no saben que van a tener que subirse a una hostil y escarpada sierra para escapar de los efectos de un terrible tsunami. Hay ya quienes saben que la placidez barata de la playa se ha acabado. Y que hay que equiparse para la alta montaña. Pero no se atreven a estropearles el humor a sus conciudadanos con advertencias agoreras y conminaciones a pertrecharse para tiempos gélidos en las alturas. Aunque los signos de alarma son tales que ya surgen gentes responsables y con coraje para proclamar las malas nuevas y exigir esfuerzos y gastos para evitar lo peor. De momento ha pasado en Suecia. El gabinete de la Alianza Conservadora de Frederick Reinfeld anunció una profunda revisión de sus conceptos de defensa. Y se recordó un incidente que D dice mucho de la defensa de las democracias europeas. Hace meses se detectó una maniobra muy sospechosa de aviones de guerra rusos cerca de Gotlandia. Hubo momentos de alarma y se evaluó la necesidad de enviar cazas propios a su encuentro. No había en disposición de intervención inmediata ni un solo caza- bombardero. Aquello fue en abril del 2013, y se ha confirmado que la maniobra rusa era la simulación de un ataque a objetivos suecos. Ante la falta de credibilidad de la disuasión nuclear, la seguridad e integridad de la Europa oriental y septentrional depende básicamente de la buena voluntad del Kremlin de Vladimir Putin. A nadie debe extrañar que, visto lo visto, eso a muchos ahora les parezca muy poco. Tras anunciar Suecia un aumento del presupuesto militar, con la previsión de compras de aviones y submarinos, Noruega hace lo mismo. Finlandia lo hará y la presencia de la OTAN en el Báltico y Polonia habrá de hacerse permanente. De momento hablamos de los países más cercanos a las fronteras rusas. Pero la clave, una vez más, de cara a una defensa europea creíble, está en Alemania. Como todos los demás, salvo excepciones como Austria, Alemania abolió su servicio militar obligatorio. Y la cultura de la defensa, por consideraciones históricas obvias, está aún más lastrada que en las demás sociedades europeas. Los partidos alemanes han celebrado siempre todos la permanente y muy popular reducción de los gastos de armamento. Como en toda Europa. Pocas medidas son tan aplaudidas por los electorados. Y nadie se inmutó cuando en junio de 2011, Washington, por boca de Robert Gates, advirtió que se había acabado la fiesta por la que EE. UU. pagaba la seguridad europea. Y los europeos se la ahorraban y encima presumían de pacifistas y sociales. Y en sus campañas electorales tachaban al protector de belicista. Ahora estamos muy cerca del escenario del tsunami y la subida al risco. Las tropas rusas están movilizadas, de hecho ya violando otra frontera. Y después podría ser otra y otra. Lejos de Rusia todos siguen en la playa. Pero convendría que fueran ya pensando en gastar algo en abrigo. No vayamos a acabar, desnudos, inermes y entregados, definitivamente sin el sol de la libertad, implorando protección al señor de las tinieblas.

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