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ABC MADRID 31-03-2014 página 23
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ABC MADRID 31-03-2014 página 23

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 31 DE MARZO DE 2014 abc. es españa ESPAÑA 23 este país ya ha habido más de un golpe de Estado. Y yo te recuerdo a ti, general, que en España sigue existiendo la pena de muerte. Helmut le preguntó una vez si había sido fascista, y Adolfo le respondió sin inmutarse: ¿Y a usted qué tal le sentaba el uniforme nazi durante la guerra? Con Giscard también tuvo de las suyas durante una visita al Elíseo. En vista de que el francés no quería levantarse de la mesa de su despacho para ir a darle la bienvenida, él se plantó en la puerta y se puso a mirar los artesonados de la bóveda del techo hasta que su anfitrión no tuvo más remedio que acudir a su encuentro. Por eso no debe extrañar, después de este largo entrenamiento de pulsos constantes, su dignísimo comportamiento durante el 23- F. Cuando le pregunté cómo pudo tener la sangre fría de quedarse sentado en su escaño tras los disparos de Tejero, me respondió: Porque no se me iba de la cabeza la idea de que si me tiraba al suelo la fotografía de todos los periódicos al día siguiente sería un primer plano del culo del presidente del Gobierno. Adolfo ya sabía, antes del tejerazo, que había un golpe militar en marcha. Y sabía también que el general Armada era su eminencia gris. Por eso trató de evitar que el Rey lo nombrara segundo Jefe de Estado Mayor. No lo consiguió. Las relaciones con el Monarca atravesaban sus horas más bajas. Don Ambición Mira, Luis me dijo con la mayor naturalidad del mundo yo cambiaría diez años de mi vida por uno solo de poder Más chulo que un ocho Helmut le preguntó una vez si había sido fascista. Le respondió: ¿Y a usted qué tal le sentaba el uniforme nazi durante la guerra? 23- F No me tiré al suelo porque no se me iba de la cabeza que la fotografía de todos los periódicos al día siguiente sería un primer plano del culo del presidente del Gobierno Juan Carlos ya no le quería al frente del Gobierno. Pero no dimitió por eso. Ni, menos aún, por el ruido de sables que atronaba en las salas de banderas de la mayoría de los cuarteles. Dimitió o eso me dijo un día que le pillé con la guardia baja porque descubrió que varios diputados de UCD ya habían estampado su firma en un documento, guardado a buen recaudo en una caja fuerte, que les comprometía a apoyar una moción de censura que el PSOE tramitaba en secreto por aquellas fechas. El paso del tiempo colorea los grises. Por eso, cuando en estos días de añoranzas y tributos se evoca a los políticos de UCD como si hubieran sido paladines de la democracia, yo no puedo por menos que reprimir una mueca. No dejo de recordar a muchos de ellos como lo que fueron: cainitas, traidores y liberticidas. Cuando Adolfo conoció los detalles del complot tomó la decisión dimisionaria de quitarse de en medio. Aurelio Delgado, su cuñado y jefe de la secretaría particular de la presidencia, fue uno de los primeros en conocer la noticia. Me voy le dijo por el único motivo de que yéndome es como mejor contribuyo a que se conserve la UCD. Tenemos que aprender a comportarnos con arreglo a nuestros principios. Si somos el partido de las libertades y creemos en la ética y el humanismo cristiano, se tiene que notar en todos nuestros actos Ese era el Adolfo que yo conocí. En mayo de 1997, durante un acto de homenaje a mi padre que él apadrinó en la Diputación de Castellón, explicitó el código de conducta que, según dijo, había inspirado su tránsito por la política: Fernando me enseñó que las cre- encias y las convicciones hay que traducirlas en actos; que los hombres y las mujeres valen por lo que hacen; que la vida y el quehacer público alcanzan su sentido más pleno cuando se desarrollan en servicio a los demás; aprendí de él el valor de la conciencia recia y de la coherencia personal. Me enseñó que el trabajo debe estar presidido por la razón, el sentido común y un claro ideal de justicia. Y que las tareas más difíciles hay que llevarlas a cabo con sentido del humor, con la sonrisa en los labios. Sin presunción. Desde el más profundo respeto hacia todos Memorias Es sabido que antes de sucumbir a la desmemoria instruyó a su hijo Adolfo para que este dosificara, de acuerdo con un plan específico que él mismo había diseñado, la difusión pública de sus papeles personales. Estoy seguro de que cumplirá el encargo. La transparencia de su conducta durante la agonía de su padre es toda una declaración de intenciones. Cuando conozcamos los detalles ignotos de las hazañas políticas de Adolfo, o las enmiendas correspondientes a las historias que creemos conocer, su dimensión histórica quedará definitivamente documentada. Para juzgar la dignidad con que supo ejercer el poder, sin embargo, no hace falta esperar tanto tiempo. La calle, estos días, ya ha emitido su veredicto.

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