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ABC MADRID 31-03-2014 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN LA FONTANA DE ORO PUEBLA LUNES, 31 DE MARZO DE 2014 abc. es opinion ABC FÉLIX MADERO NO QUIEREN HABLAR Hacen trampa los que invocan al diálogo y marcan los límites del mismo N vista de lo lejos que está Barcelona de Madrid y como consecuencia del imposible diálogo de Rajoy con un president instalado en la deslealtad institucional, la prensa catalana aparece como el único recurso para que lleguen los mensajes que Artur Mas no sabe, no puede o ¿quién lo sabe a estas alturas? no le dejan dar. No sabe uno cómo tomarse eso que ayer leí en la La Vanguardia que el próximo día 8 la delegación catalana que viene al Congreso a pedir luz verde para el referéndum de la independencia lo hará respetando las formas que marca la educación política y siempre con un mensaje conciliador. Cuentan que CiU, ERC e ICV quieren dar una buena imagen en Europa, que eso importa más que la votación cuyo resultado ya conocemos. Para componer y ajustar los ánimos de dos partes opuestas, que eso significa conciliar, son necesarias algunas condiciones, y probablemente la primera sea el material a conciliar. Por muy formal que la delegación catalana se muestre, nadie puede conciliar la ilegalidad con la ley. Por mucho talante que exhiba la representación del Parlament en el Congreso, no hay persona capaz de acomodar un desafío basado en la secesión y en un rosario de hechos consumados con el ordenamiento jurídico. Ni siquiera la buena voluntad política permite semejante pretensión. Y por eso será rechazada con la fuerza de la ley y de la soberanía española ¿Y después qué? Si la consulta es irrenunciable, tal y como nos repiten Mas y sus satélites; si ninguna ley pasará por encima de la voluntad del pueblo catalán, como aseguran en ERC, ¿entonces qué? Invocar el diálogo habiendo marcado unilateralmente los límites del mismo es una trampa. Igual que apelar a la voluntad del pueblo catalán ignorando la pluralidad de una sociedad que acoge a catalanes que no quieren ser españoles, a catalanes que se sienten españoles y a los que literalmente se la bufa. Si queremos dar una buena imagen en Europa hablemos del futuro de España, porque de eso se trata. Hace 2.000 años Tito Livio escribió que en un pueblo libre es más poderoso el imperio de la ley que el de los hombres. ¡Qué modernos eran los antiguos! No son pocos los que ven en el último fallo del TC puertas abiertas al diálogo y la cooperación para lo que la prensa conservadora catalana llama una consulta sobre el vínculo de Cataluña con el Estado español Debe de ser que las palabras independencia y secesión da miedo escribirlas y por eso hablan de vínculos. En cualquier caso, el diálogo sólo tiene un fundamento, la lealtad institucional. Y la cooperación otro, el respeto a la ley. El imperio de la ley. Que a estas alturas Artur Mas hable de la necesidad de actuar con inteligencia política no es más que la confirmación de que una mezcla de estulticia y mentiras nos ha traído hasta aquí. Cuentan que en la sede de ERC no paran de carcajear desde que escucharon a Mas juntar dos palabras: política e inteligencia. Si, eso, ya: la mejor imagen en Europa. E EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA EL PRINCIPIO DE LA HISTORIA El paraíso soñado por Fukuyama se llenó de demonios endógenos y exógenos que fueron minando sus pilares P ARA echarme unas risas, he estado releyendo estos días El fin de la historia y el último hombre, el bodriete de Fukuyama que, hace veinte años, fue entronizado como una suerte de biblia (para dummies) por cierta derecha proamericana. Se publicaba aquel libro en los años en que se producía el colapso de la Unión Soviética; y en los que el liberalismo democrático y el libre mercado aspiraban al modo de una Parusía laica a instaurar un reinado de progreso indefinido y delicias universales. Y, en efecto, durante algunos años así pareció que fuese a ocurrir: el comunismo había sido derrotado, o recluido en las mazmorras del atlas; y en el seno del mundo libre ya ni siquiera la Iglesia se atrevía a discutir la ideología hegemónica (y, en caso de que se atreviera, se le sacaban los colores con la pederastia y santas pascuas) Por supuesto, en este reinado soñado por Fukuyama, se permitía ser liberal de izquierdas o de derechas, incluso liberal ultraizquierdista o ultraderechista, porque la ideología hegemónica necesitaba que sus adeptos estuviesen siempre a la greña, engolosinados con la quimera del individualismo. No en vano Karl Popper había señalado que toda forma de filosofía política que propusiese a la sociedad humana una meta común debía ser erradicada. Pero una sociedad desvinculada en la que las metas son individuales es una sociedad condenada a la destrucción; pues la libertad negativa (ser libres de no libres para acaba generando, infaliblemente, apetito de caos y nihilismo. Así, el paraíso soñado por Fukuyama se llenó de demonios endógenos y exógenos (los segundos convocados por los primeros) que fueron minando sus pilares: la rapacidad financiera, el pansexualismo, las migraciones masivas, la apostasía, el descrédito de las instituciones fueron elementos en apariencia dispares, pero secretamente convergentes, que aceleraron el proceso de necrosis del mundo libre Y, puesto que en la sociedad abierta no existen metas comunes que construyan, hay que buscar enemigos externos presentados como encarnaciones del mal ante sus adeptos, que de este modo se unen (aunque sea en una unidad de hormiguero, un remedo de unidad sin virtud y sin corazón) contra ellos. Este papel lo representó en un principio el terrorismo islamista con los resultados catastróficos de todos conocidos: primaveras árabes, etcétera. Entonces el mundo libre volvió la mirada, nostálgico, al antiguo solar del comunismo y se encontró... ¿Con qué se encontró? Con una Rusia que pugnaba por ser otra vez grande, una Rusia que no se conformaba con el papel ancilar de vomitorio del mundo libre que se le había asignado, una Rusia que pugnaba por recuperar e insuflar vida a sus tradiciones (su Tradición) una Rusia que se alzaba frente a la peste bubónica y nihilista de la sociedad abierta y empezaba a mostrarse capaz de acaudillar una rebelión frente a ella, como hace dos siglos hizo el zar Alejandro I. Había que convertir esa Rusia cada vez más pujante en contraste con una Europa terminal, ahogada en su propio vómito inane en el enemigo común. Para convencer a la gente impresionable chapada a la antigua, se dijo que Putin era un exagente del KGB; y para convencer a la gente chapada a la moderna, se dijo que a Putin no le iban las mariconadas. Y, para consumo de unos y otros, no fue difícil recuperar esa imagen de Rusia como sinónimo del despotismo que, desde el siglo XIX, ha hecho fortuna en la cofradía liberal. Los déspotas siempre llaman déspotas a quienes vienen a destronarlos. Con la resurrección de Rusia acaba el fin de la historia, según aquel sueño memo de Fukuyama. Porque Rusia puede devolver la historia a su principio.

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