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ABC MADRID 13-03-2014 página 25
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ABC MADRID 13-03-2014 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 13 DE MARZO DE 2014 abc. es PRIMER PLANO 25 El presidente del Gobierno, en ABC Borja Prado, Antonio Vázquez y César Alierta JOSÉ RAMÓN LADRA Cristina Cifuentes ÁNGEL DE ANTONIO Miguel Zugaza ÁNGEL DE ANTONIO Rajoy charla con el Director de ABC, Bieito Rubido, ante Mayte Alcaraz, Luis Ventoso y Manuel Erice JAIME GARCÍA José María Carrascal conversa con Antonio Garrigues JOSÉ RAMÓN LADRA Visita a la canallesca DAVID GISTAU uando el poder se concentra, y propicia una de esas reuniones cuya descripción Raymond Chandler habría comenzado con el precio de los trajes, los periodistas tienden a buscarse los unos a los otros como si necesitaran la protección de semejantes. En estas ocasiones, el periodista siempre teme que en cualquier momento venga alguien a expulsarlo. Y de hecho ayer ocurrió, en cuanto aparecieron las cervezas. Memento mori recordatorio de cuán fugaz es la intrusión en los espacios sociales que constituyen el hábitat natural de Florentino Pérez o la baronesa Thyssen. Y de medio gabinete de Rajoy, desde Soria hasta Mato, que ayer cumplió funciones de escolta en la conferencia del presidente. Aburrir a un subordinado que no se atreve a marcharse, sobre todo en jornada de Champions, ha de ser una de las mayores de- C mostraciones de mando posibles. Hacía calor en la biblioteca, que es el Rosebud de ABC, la conexión simbólica con su esencia fundacional, la estancia que sostiene un relato que remite al neomudéjar la calle Serrano. La visita del presidente del gobierno a un periódico se producía en un momento en que a Rajoy lo adorna la fama de enviar directores al taxidermista y el oficio, postrado económicamente, atraviesa el ciclo menos crítico que uno recuerda. Es difícil que una redacción se constituya ya en tripulación pirata. Por ser Rajoy un presidente especialmente desdeñoso con el periodismo, desdeñoso primero por la convicción de no deberle nada, uno tenía curiosidad por escuchar cómo teorizaba el oficio. Es evidente que tiene una relación sentimental con ABC, periódico que, dijo, lee su padre y leía su abuelo. Es decir, que la suscripción ha ido traspasándose en herencia de una generación a otra como dicen en Argentina que se transmite el peronismo. Lectores genéticos. Pero cuando el presidente describió las características que en su opinión ha de tener un gran periódico y que detecta en ABC valores, circulación de ideas, libertad para los escritores, altavoz social, la nación que dialoga consigo misma, según cita de Miller uno casi se levantó para gritar: ¡Y contrapoder! Es que eso se le olvidó. De haberlo hecho, los escoltas probablemente habrían procedido a mi desalojo. Rajoy abundó luego en la virtud de la docilidad cuando en otro tramo de su intervención diferenció los medios maduros de los que no lo son en función del entusiasmo con el que habían comprendido sus políticas de lucha contra la crisis, incumplimientos del programa incluidos. Es evidente que episodios como el caso Bárcenas le han dejado un cierto poso de enojo personal, porque hasta dos veces pidió respeto Con todo, el ambiente era cordial. Al presidente se le notaba cómodo, confiado como para probar un canapé sin pasarlo antes por un catador. A veces temo que a mi amigo Castaño terminen por pedirle que ejerza también de catador. Bieito Rubido había hecho una descripción del proyecto periodístico que habría admitido una versión de Celaya: El ABC es un arma cargada de futuro Y Catalina Luca de Tena, que se refirió al presidente como un hombre más de hacer que de hablar, había tenido instinto político para plantear a Rajoy el argumento de la quiebra territorial en Cataluña: Esos no son hombres de negro que vienen de fuera dijo. Sin embargo, el presidente esquivó el tema. Cuando aludió a la política, fue para hacer el elogio del gran país que es España, no siempre reconocido como tal por los propios españoles, y del éxito de su recuperación. Rajoy se transformó entonces. El lector de ABC que se sentía en casa y compartió recuerdos de su abuelo levantó la voz, tensó el lenguaje corporal, y se convirtió en el parlamentario agresivo que conocemos de los grandes debates. Parecía que, cegado por los focos, no estaba seguro de no haber visto a Rubalcaba o Cayo Lara sentados en la segunda fila. Mutaciones tan repentinas sólo suele causárselas Rosa Díez. Por momentos se habría dicho que regañaba al auditorio por no haber comprendido todo cuanto tuvo que hacer. Y vive Dios que si hay un auditorio en Madrid al que no necesita regañar era éste.

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