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ABC MADRID 16-02-2014 página 16
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ABC MADRID 16-02-2014 página 16

  • EdiciónABC, MADRID
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16 OPINIÓN POSTALES PUEBLA DOMINGO, 16 DE FEBRERO DE 2014 abc. es opinion ABC JOSÉ MARÍA CARRASCAL CEUTA, CONFÍN DE EUROPA El drama es que España no puede resolver el problema de África U NA vez más, los españoles nos fijamos en el detalle, sin ver el conjunto. Es uno de nuestros mayores defectos: tomar el rábano por las hojas. Lo que nos lleva a cometer todo tipo de errores, tanto de apreciación como de decisión. Acabamos de tener el mejor ejemplo en el intento de asalto por tierra y mar no, al serles imposible, por aire de Ceuta a cargo de centenares de subsaharianos. Todas las miradas se concentran en la actuación de la Guardia Civil con los que trataban de alcanzar la playa española a nado. Olvidando lo que ocurría delante, detrás, a un lado y a otro. Que es tanto como reducir el último partido Atlético- Madrid al mecherazo a Cristiano Ronaldo. Cuando el problema o si quieren, el drama es mayor, mucho mayor. El drama es que España no puede resolver el problema de África. Incluso si quisiera y abriese sus puertas a los no ya miles, sino millones de africanos que intentan huir del infierno que son hoy sus países, no podría. Lo único que conseguiría sería ser aplastada por ellos, sin resolver sus problemas, pues no tiene ni medios, ni capacidad ni siquiera espacio físico para resolverlos. Sencillamente, se convertiría ella misma en parte del problema africano. Aparte de que Europa no se lo consentiría, como no consintió al Gobierno de Zapatero seguir legalizando sin tasa los ilegales ya en el país. Y si lo hacía en años de vacas gordas, no quiero decirles lo que haría ahora, en los de vacas flacas. España es la frontera suroccidental de la Unión Europea, cada vez más rigurosa en esos controles. Como los países miembros. La propia Bélgica acaba de enviar cartas a los españoles que viven allí sin todos los papeles en regla, invitándoles a salir. Francia expulsa sin más a gitanos rumanos. El Reino Unido toma medidas semejantes. Cuando ni siquiera sirve ser ciudadano de un país miembro de la UE para vivir en otro, ¿qué pueden esperar los que no pertenecen a la Comunidad? Los guardia civiles en Ceuta y Melilla están vigilando fronteras europeas tanto o más que españolas. Están allí para impedir que nadie las cruce ilegalmente. Y si alguien intenta cruzarlas por la fuerza, están no solo autorizados, sino obligados a usar la fuerza para impedirlo. En otro caso, no cumplirían con su deber. Si, en este caso particular, se excedieron en el uso de la misma, habrá, primero, que demostrarlo; luego, tomar las medidas oportunas para que no vuelva a ocurrir; y por último, no olvidar nunca el marco general en que se desarrollaron los acontecimientos. Todo lo demás es hipocresía. Aquí, en Bruselas y en todas partes, porque la cobardía, el no hacer frente a los problemas, el escabullir el bulto, son uno de los signos de nuestra época, y así nos va. Incluso hay algo peor que hipocresía: hay política. De la más bastarda, encima: política electoralista. Cualquier cosa sirve para desgastar al Gobierno. En España tenemos casi tantos expertos en ella como los a la espera de asaltar las verjas de Melilla y Ceuta. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI MEZCLAS La negativa de Azkuna a retirar del ayuntamiento los retratos de los alcaldes del franquismo es un gesto de valentía democrática O he tenido el gusto o el disgusto, quién sabe- de conocer al actual alcalde de Bilbao, que se estrenó en el cargo cuando yo andaba mudándome a Madrid, hace quince años. El doctor Iñaki Azkuna había sido previamente consejero de Sanidad en varios gobiernos sucesivos del lendakari Ardanza, pero tampoco me crucé nunca con él bajo ese avatar, de modo que no tengo motivo empírico alguno de simpatía o antipatía por el personaje. Monseñor Martínez Camino me contó que, durante una visita suya a Bilbao, Azkuna lo había recibido al grito de ¡pero cómo eres tan facha! Al entonces obispo auxiliar de Madrid le había parecido un detalle simpático, un modo muy bilbaíno de romper el hielo. Lo era, posiblemente, aunque tuve que recomendarle que tomara precauciones en adelante, porque los de mi pueblo, ya en la Edad Media, se cargaban a los obispos de Calahorra y Armentia que se atrevían a entrar en Vizcaya sin pedir permiso. Azkuna nació en Durango, siguiendo la tradicional costumbre bilbaína de nacer donde nos da la gana. Le ha tocado una época de relativo esplendor minimalista en una ciudad que ya no crece, pero que se las apaña bastante bien con sus museos, sus bares de pinchos, su Athletic lacrimoso, su mediocridad dorada y su aburrimiento globalizado. Es decir, con su recobrada felicidad doméstica tras varias décadas de terrorismo, desplome económico y droga N dura. En este renacimiento urbano a base de franquicia arquitectónica, con sus calatravas desollados por las galernas polares, Iñaki Azkuna ofrece una figura municipal de indiscutible contundencia y dignidad. Entre mis antepasados, cuento con una porrada de concejales bilbaínos y algún que otro teniente alcalde, y todos antes de Franco, pero es que a Azkuna no le ha hecho ninguna falta un pedigrí semejante a la hora de sostener la diversidad de la pequeña historia de Bilbao frente a los manipuladores del pasado. A los concejales de Bildu, que exigían la retirada de los retratos de los alcaldes del franquismo, les ha contestado, y muy bien, que no los moverá de donde están, en la galería que lleva al salón de plenos. Porque hay que respetar la Historia, en primer lugar, pero, además, porque quienes siguen apoyando a ETA no pueden dar a nadie lecciones de democracia. Bilbao es una mezcla, no sé si lo han entendido les ha dicho el alcalde Azkuna. Exacto. Toda ciudad es una mezcla, incluso Bilbao. Un pasado mezclado y un presente mestizo. Yo terminé de entenderlo hace muy poco, el pasado miércoles por la noche, para ser exacto. Y en Bilbao, frente a la casa donde nací, en el Casco Viejo de la villa. Un forastero me preguntó cómo podría llegar a un hotel del Ensanche. Le estaba dando unas indicaciones someras, cuando una señora, con un magnífico acento latinoamericano, peruano o ecuatoriano, por más señas, intervino para corregirme y ofrecer una ruta alternativa más fácil. Tras un primer instante de irritación callé, pues comprendí que esa dama bilbaína, nacida en los Andes o en la costanera o donde le dio en su día la puñetera gana nacer, estaba mostrando el mismo orgullo cívico con el que mis antepasados liberales defendieron la invicta villa contra los antepasados carlistas de Azkuna, y que Bilbao es mucho más de ella y de su alcalde que de mí mismo, aunque yo viniera al mundo en el punto exacto de la calle donde estábamos. Una ciudad es de quien se la trabaja, la vive, la sufre, la ofrece hospitalariamente al viajero, y de quien preserva día a día su condición de espacio abierto a la mezcla y a la convivencia en libertad, por encima y en contra de todos los mitos nacionalistas, étnicos o genealógicos.

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