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ABC MADRID 16-02-2014 página 3
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ABC MADRID 16-02-2014 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 16 DE FEBRERO DE 2014 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA OTROS VENDRÁN QUE BUENO ME HARÁN POR CARMEN POSADAS Todos nos divertimos mucho con las miserias de los hombre más poderosos de la Tierra. Sin embargo, lo importante no es lo que hagan estos señores con sus instintos, sino dónde y cuándo les den rienda suelta. Bill Clinton bien puede colgarse una medallita respecto a todos sus colegas mandatarios de bragueta fácil. Por lo menos a él los ardores eróticos lo pillaban... trabajando nucleares rusas apuntando a Miami desde Cuba, Kennedy rara vez perdonaba una juerga con sus amigos de la Rat pack y o Marilyn Monroe? ¿Y no es verdad que la madrugada en la que murió la princesa Diana, al llamar al Elíseo para alertar al presidente Jacques Chirac, su señora, muy enfadada porque la despertaran a esas horas, respondió que su marido no estaba ni se le esperaba? ¿Y qué me dicen de Vladimir Putin y sus farras a la rusa que duran dos días seguidos? ¿Y del amigo Silvio Berlusconi? Personalmente me importan poco las correrías sexuales de estos caballeros. Por mí como si quieren dedicarse a emular los récords eroticopornográficos de Nacho Vidal y su colosal verga. Lo que agradecería es que lo hicieran fuera de su horario de trabajo. Y este dura, me temo, las veinticuatro horas, así que a ver si tienen el detalle de reservar sus ardores para cuando se conviertan en bonitos jarrones chinos. Cuando ese barniz de respetabilidad del que hablamos se resquebrajó dejando al descubierto el affaire Mónica Lewinsky, Bill Clinton a punto estuvo de ser el segundo presidente en la historia reciente de los Estados Unidos en merecer un impeachment. Término, dicho sea de paso, que tiene su origen en la Edad Media y que entonces significaba bochorno. Pálidas quedan las actuales travesuras de monsieur Hollande y su scooter comparadas con los ríos de tinta, con los detalles lúbricos de la vida privada de Clinton que tanto amenizaron entonces nuestras conversaciones. Que si Mónica había guardado un vestidito azul con delatoras trazas JAVIER MUÑOZ de semen presidencial; que si la señora Clinton, que siempre tuvo ambiciones políticas, declaró mira tú qué oportumonsieur Hollande puedan traer estos polvos, na que ella la ropa sucia la lavaba siempre en lo que me interesa de esta pillada in fraganti son casa; que si el presidente en realidad no mintió datos y realidades de los que de otro modo nun- al jurar que jamás se había ido a la cama con esa ca nos habríamos enterado. señorita, puesto que lo suyo solo fue sexo oral Se ha hablado mucho de que sus correrías en el despacho oval. nocturnas prácticamente sin escolta eran de una imprudencia palmaria, puesto que se exponía a ntonces, igual que ahora, todos nos diser víctima de un atentado. A mí en cambio, me vertimos mucho con las miserias del ha llamado más la atención otra irresponsabihombre más poderoso de la Tierra. Sin lidad de la que se ha hablado poco. ¿Qué les paembargo, siguiendo con esta idea de rece a ustedes que el presidente de uno de los que, por lo menos en lo que a mi concierne, lo países más importantes de Europa llegue a un importante no es lo que hagan estos señores nidito de amor a la una de la madrugada y no con sus instintos, sino dónde y cuándo les den salga de él hasta las once de la mañana? ¿Las rienda suelta, Clinton bien puede colgarse una once de la mañana? ¿Pero qué horario laboral medallita respecto a todos sus colegas mantiene este señor, cuándo y, sobre todo, cómo tra- datarios de bragueta fácil. Por lo menos a él baja? ¿Se dedica a mandar órdenes por whatsapp los ardores eróticos lo pillaban... trabajando. desde la cama? Como bien dice el refranero, que es sabio y casi Al trascender un dato así, primero uno se siempre inexorable, otros vendrán que bueasombra, y luego, empieza a atar inquietantes no me harán cabos. ¿No se ha dicho siempre que en medio de la famosa crisis de los misiles, con las cabezas CARMEN POSADAS ES ESCRITORA U NA de las cosas más apasionantes, al menos para alguien que se dedica a la literatura, es poder mirar detrás del barniz de respetabilidad y decoro con el que todos nos recubrimos. Hablo de esa invisible máscara que nos protege y separa de lo que unos llaman nuestro lado oscuro y otros, simplemente, nuestro verdadero ser. Una capa tan fina que puede o, mejor dicho, suele resquebrajarse en el momento más inoportuno. Frente a un hecho inesperado o ante un imprevisto de pronto la máscara cae, revelando al resto del mundo cómo es uno realmente. Esto ocurre, por ejemplo, cuando alguien muere en un lugar o momento inadecuado, en un hotel, en una cama ajena, dejando ver a todos que ese hombre intachable, esa esposa enamorada, no lo eran tanto. Cuentan que, en las urgencias de los hospitales, se ven casos increíbles de personas a las que un accidente deja en evidencia, desvelando lo que estaban haciendo en ese momento. Situaciones y prácticas sexuales tan peregrinas que no me atrevo a reproducir aquí, así que imagínense lo peor y acertarán. O se quedarán cortos, porque, como bien dice el tópico, la realidad le da sopas con honda a la ficción. No hace falta ponerse estupendo y decir que nuestra vida, la suya y la mía, es un libro abierto y que no hay en ella nada que pase de la más estricta y aburrida decencia. Ninguna vida, por muy convencional, decorosa, intachable, ejemplar que sea, aguanta el escrutinio, la injerencia de un ojo ajeno, el voyeurismo indiscreto que hoy en día, para más escarnio, gracias a los medios de comunicación y las redes sociales, logran que cualquier cosa que uno haga acabe corriendo como reguero de pólvora (y en este caso lo de pólvora no es metáfora, precisamente) Cuando ese barniz, ese velo, se rasga en la vida de un poderoso, el efecto, además de risible, se vuelve grotesco. Así, durante semanas, todos han seguido, entre asombrados y muy divertidos las correrías amorosas del presidente de Francia. Sus paseos en scooter; el guardaespaldas convertido en repartidor de cruasanes; la cara de panoli del mandatario al que yo, por ejemplo, ya para siempre imaginaré con el casco puesto hasta en los momentos más íntimos... Sin embargo, más allá de los detalles chuscos, más allá también de todos los lodos que para E

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