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ABC MADRID 10-02-2014 página 12
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ABC MADRID 10-02-2014 página 12

  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN LA FONTANA DE ORO PUEBLA LUNES, 10 DE FEBRERO DE 2014 abc. es opinion ABC FÉLIX MADERO MIENTRAS LA INFANTA DECLARABA... Recuerdo lo que hace dos años escuché a un ministro: Hay y habrá caso Urdangarín porque hay caso Matas IENTRAS la Infanta declaraba, un hombre sentado en un banco del Retiro leía un poema de Claudio Rodríguez: La historia no es siquiera un suspiro ni una lágrima pura o carcomida o engañosa: quizá una carcajada. Mientras los periodistas afilaban sus lapiceros y los fotógrafos limpiaban sus objetivos de gran alcance y precisión, el ex ministro de Aznar Jaime Matas, o Jaume, o Llauma, que vaya usted a saber cómo se llama un tipo que vive a golpe de telediario mientras llega la hora de entrar en la cárcel, se limaba las uñas de su mano derecha. Jaime, Jaume, Llauma, respira hondo frente al televisor. Pocos hombres pueden sentir el poder de manejar la actualidad a su gusto. La vida se rompe para todos, y no entiende de coronas. De su cara o debería escribir de su rostro sale una mueca cubista y rectangular que alguien interpreta como una sonrisa, pero bien podría ser pena y hartazgo. Miedo, quizá. Sus ojos ven cómo una Infanta de España es esperada por un juez que ha decidido creerse lo que pone su tarjeta de visita. Es tan potente la realidad que sólo casa con la casualidad. Este juez, esta Infanta, este caso, esta España. Mientras pasa esto, una destartalada mujer deposita una moneda de veinte céntimos en el platillo de un músico callejero. Está tocando Ansiedad, la canción de José Enrique Sarabia... Y el eco adormecido de este lamento... le oigo cantar mientras la mujer da la espalda al músico, a la vida, a todo lo que está pasando y no sabe, y no le interesa, y le da igual. Infanta de España incluida. Antes de que Cristina, o doña Cristina, o la Infanta, o la hija del Rey, o la mujer de un chorizo o la borbona abriera su boca ante el juez, que así la han llamado esto días, el jefe de la sección de Opinión de un periódico encuentra felizmente su titular: O está muy enamorada o es tonta. Y antes, mucho antes de que 396 periodistas se acreditaran para cubrir el evento ya estaba condenada. Su sonrisa la delataba tanto como su rigor, más aún que su seriedad ensayada pacientemente ante el espejo. Mientras la Infanta cuenta al juez que ella confiaba en Urdangarín me mandan un mensaje: por favor no escribas sobre esto, qué vaya manera de hablar por hablar sin saber lo que hay que saber. Y le digo que lo intentaré, pero que es difícil. Y esto, amigo lector, es lo que salió. No sé si responde a la petición. Tengo mis dudas. Recuerdo lo que hace dos años escuché a un ministro: Hay y habrá caso Urdangarín porque hay caso Matas. Pero Matas se toma un té mientras ve las noticias de la televisión. Apago mi ordenador y busco la continuación del poema que leía el hombre del Retiro: Aquí ya no hay historia ni siquiera leyenda sólo tiempo hecho canto y luz que abre los brazos recién crucificada bajo este cielo siempre en mediodía. Siempre en mediodía. M EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA POLÍTICA DE DIOS Democracia y monarquía son, a la larga, in- com- pa- ti- bles; y que todo esfuerzo por compatibilizarlas acaba en la rampa de un juzgado T ODOS los males de España se resumen en que hemos dejado de leer a nuestros clásicos. Si a nuestros príncipes, en lugar de atiborrarles la cabeza con tanto máster mamarracho en Harvard y tanto cursillo de la señorita Pepis, les hubiesen asignado un ayo que les leyera la gloriosa Política de Dios y gobierno de Cristo, de Quevedo, nos habríamos ahorrado todos nuestros males. Sobre los cuidados que debe tener el monarca con la parentela propia, Quevedo escribía: El buen rey no debe permitir que sus estados se gasten en hartar parentelas. Si en el reino espiritual se temen padres y mujer o hermanos, en el temporal, donde es tan poderosa la asistencia, la importunación y la vanidad, ¿cuánto será justo temerlo y evitarlo? Y, sobre el deber del rey de velar sobre la hacienda, impidiendo que se le arrimen garduñas: No sólo ha de dar a entender el rey que sabe lo que da, mas también lo que le toman; y que sepan los que están a su lado que siente aun lo que ellos no ven, y que su sombra y su vestido vela Y ni siquiera se olvida de advertir Quevedo contra los judas que, para rehabilitar la imagen del monarca ante sus vasallos, lo exhortan a disminuir sus rentas: Quien del patrimonio de vuestra majestad, de sus rentas y vasallos, de su regalo, de su casa, quita para diferentes designios, sea para lo que fuere como no vuelva a su reputación el útil, ése Judas es, de Judas aprendió; porque quitar del rey, llévese donde se llevare, dese a quien se diere, es hurto forzoso. Es arbitrio de los ministros imitadores de Judas poner en necesidad al rey, para con los arbitrios de su socorro y desempeño tiranizar el reino y hacer logro del robo de los vasallos; y son las suyas mohatras de sangre inocente Este consejo quevedesco se me antoja especialmente valioso ahora que los daños infligidos a la monarquía por la falta de celo y por las parentelas importunas y vanidosas se pretenden remediar reduciendo el presupuesto de la Casa Real. Lo que no es sino añadir mal sobre mal; y terminar de enterrar la monarquía. Quevedo escribía estos consejos en una sociedad jerárquica, donde el monarca fijaba su ideal en Cristo; y donde el pueblo fijaba su ideal en el monarca, tal como nos lo describía Juan de Lucena en su Epístola exhortatoria a las letras: Jugaba el rey, éramos todos tahúres; estudia agora la reina, somos todos estudiantes Ocurría esto en una sociedad jerárquica; pero en la sociedad democrática, el único ideal del hombre como nos advirtiera Nicolás Gómez Dávila consiste en comprar el mayor número de objetos, hacer el mayor número de viajes y copular el mayor número de veces Se equivocaron los reyes, al tratar de adaptarse a este ideario democrático, presentándose ante el vulgo como coleccionistas de objetos, viajes y cópulas; y vuelven a equivocarse cuando, por hacerse perdonar pasados errores, tratan de halagar el igualitarismo democrático, haciendo alarde de abajamiento: porque todo igualitarismo tiene su fundamento en la envidia (que nunca se sacia, como también nos enseñó Quevedo) como toda jerarquía lo tiene en la emulación, que se colma fecundamente mediante su ejercicio. Quiero decir que democracia y monarquía son, a la larga, in- com- pa- ti- bles; y que todo esfuerzo por compatibilizarlas acaba en la rampa de un juzgado, o en la guillotina (según el humor de cada época) porque, como también nos recordaba Gómez Dávila, en las democracias, donde el igualitarismo impide que la admiración sane la herida que la superioridad ajena saja en nuestras almas, la envidia prolifera ¡Y pensar que todos estos males no habrían ocurrido si en España no hubiésemos dejado de leer a nuestros clásicos!

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