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ABC MADRID 16-01-2014 página 13
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ABC MADRID 16-01-2014 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 16 DE ENERO DE 2014 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN TRIUNFA LA COACCIÓN Como decía Adenauer, un método infalible para apaciguar a un tigre es dejarse devorar por él L A palabra democracia está empezando a perder en España su sentido clásico para adaptarse al que los grupos antisistema están logrando imponer en la calle. Pueblo ya no es sinónimo de electorado que se expresa libremente en las urnas a fin de que prevalezca la voluntad mayoritaria con el debido respeto a las minorías; es un vocablo prostituido con el que una minoría ruidosa o violenta se arroga la representación de la ciudadanía en su conjunto. Se la arroga impunemente porque quien posee los medios para impedirlo se lo consiente. Lo sucedido en Burgos con la suspensión de las obras del Gamonal reviste una gravedad extrema no sólo porque constituye una claudicación en toda regla ante la coacción del vandalismo (o de algo peor) sino porque llueve sobre mojado. El alcalde, que gobierna con el pleno respaldo de los burgaleses y llevaba ese proyecto en su programa, no ha rectificado movido por el peso de los argumentos contrarios a ejecutarlo, sino ante la imposibilidad de garantizar la seguridad de trabajadores y vecinos. En Madrid ocurrió algo muy parecido en el contexto de la última huelga de limpieza, que vio cómo los piquetes convertían la capital en un auténtico vertedero, mostrado en las televisiones de todo el mundo, y cómo entonces y sólo entonces se aceptaban las condiciones de los huelguistas. Meses antes se había cancelado una sesión plenaria de la Cámara Baja, sede de la soberanía nacional, sin otra razón que el miedo ante la amenaza de la plataforma Rodea el Congreso En Bilbao, tres cuartos de lo mismo. La Audiencia Nacional se rindió ante los portavoces del terror, consintiendo que se manifestaran en apoyo de sus pistoleros presos, mientras el PNV se sumaba a la marcha, según su líder, Ortuzar, para impedir que la capital vizcaína fuese escenario de una batalla campal Todo se resume en esa metáfora magistral de Konrad Adenauer que recientemente recordaba mi maestro Luis María Anson: Un método infalible para apaciguar a un tigre es dejarse devorar por él Y en eso estamos. La estrategia del apaciguamiento cobarde y claudicante se impone a todos los niveles y en múltiples planos. Los poderes democráticos, llamados a defender su legitimidad y nuestro voto con determinación inquebrantable, ceden a la primera de cambio. Ceden ante la violencia callejera y ceden ante otras presiones, tal vez menos visibles pero aún más inconfesables, que mueven intereses milmillonarios de los que antes o después muchos de ellos se benefician personalmente. Ceden ante las mareas secesionistas, otorgando privilegios fiscales como el del déficit a la carta para Cataluña, en un patético intento de contentar a quien ha hecho de la queja su razón de existir. Ceden también ante el hacha y la serpiente. Nos dejan vendidos. La moraleja que se deriva una vez más de lo acontecido en Burgos es inequívoca: si no ganas en la contienda electoral ni convences con tus razones, traslada tu lucha a la calle y asegúrate de quemar suficientes contenedores destrozando al mismo tiempo los escaparates adecuados. El mensaje que recibimos quienes cumplimos la ley y pagamos impuestos a tocateja, por injustos o abusivos que nos parezcan y por más que nos hubieran prometido reducir esa carga, es que somos víctimas de una siniestra tomadura de pelo. Las reglas del juego democrático están cambiando a toda prisa ante la pasividad impotente de un Gobierno al que los españoles otorgaron una holgadísima mayoría absoluta en vano. El tigre tiene cada vez más apetito y afila las garras para saciarlo. IGNACIO CAMACHO LA MECHA La sociedad española se viene comportando con admirable madurez ante circunstancias de larga y durísima adversidad D JM NIETO Fe de ratas ESDE que comenzó la crisis cierta izquierda radical alimenta la esperanza de una catarsis colectiva de índole prerrevolucionaria. El famoso estallido social se ha convertido en un mantra evocado con más voluntarismo que base real por quienes desean un colapso del sistema. Lo cierto es que la sociedad española se viene comportando con admirable madurez ante unas circunstancias de durísima adversidad que han extendido un lógico descontento. No se trata de mansedumbre ni de conformismo, sino de cordura; la gente sabe o intuye que lo último que necesita el país en medio de esta zozobra es la inestabilidad de un alboroto que sacuda las debilitadas estructuras del Estado. Hasta ahora el malestar se ha expresado de forma razonablemente democrática. Hay desapego y protestas y muchos ciudadanos están esperando las urnas para propinar una bofetada a los políticos que les han decepcionado. Pero el número de movilizaciones violentas es mínimo y los incidentes los han causado extremistas que como no ven síntomas de ruptura intentan precipitarla echando gasolina a menudo de manera literal sobre los rescoldos de la queja. Entre miles de manifestaciones son muy pocas las que han acabado a gorrazos. Siempre a cuenta de exaltados grupos antisistema que buscan entre las barricadas el atajo para acaparar los telediarios. La bronca de Burgos, imprevista por Interior y mal gestionada por el alcalde, sienta el peligroso precedente de otorgarles un triunfo a los incendiarios que ahora conocen la eficacia de su guerrilla urbana. La miopía municipal al negarse a negociar de entrada con un vecindario airado ha desembocado en un mensaje explícito para cualquier reivindicación ciudadana: la quema de contenedores y sucursales bancarias tiene más éxito que la reclamación civilizada. Los radicales se sienten victoriosos porque han acojonado a las autoridades, cuya torpeza les ha regalado un símbolo. El barrio de Gamonal tiene poca masa crítica para una deflagración social, pero la experiencia puede servir de mecha con la que prender hogueras de mayor escala. En Burgos ha faltado cintura política para escuchar y replantear proyectos y plazos, y han sobrado testosterona, ardor guerrero y violencia oportunista. Aunque el desenlace provisional aporta cierta sensatez tardía, también envalentona a los nihilistas de pasamontaña y a los revolucionarios de salón que sueñan con el mito nostálgico del 68, con la revuelta en los bulevares y los adoquines levantados. Esa combustión artificial, escenográfica, no refleja la temperatura de la España actual, mucho más juiciosa y paciente, pero hay un izquierdismo de queroseno que ve cómo se le empieza a acabar el tiempo de que ardan las calles. Y va a tratar de impedir que a los treinta años de haber hecho una transición política ejemplar este país salga de una recesión descomunal con el mobiliario casi intacto.

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