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ABC MADRID 12-01-2014 página 17
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ABC MADRID 12-01-2014 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 12 DE ENERO DE 2014 abc. es opinion OPINIÓN 17 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS MI MANUEL ALCÁNTARA No ha escrito una sola columna en su vida. Ha escrito poesía hecha artículo periodístico, que es algo muy distinto O sé si llego al humo de las velas de un triduo o quinario, o quizá septenario, algo así, pero con toda justicia, que le han tributado en su tierra a un señor de Málaga que escribe como los ángeles del paraíso de aquella ciudad. Un señor que escribió con pulso lírico hasta crónicas de boxeo en el Marca pues igual que Santa Teresa encontraba a Dios entre los pucheros, este gran señor de Málaga y de la literatura hallaba poesía entre las cuerdas de un cuadrilátero. Lástima que no le hayan gustado los toros, porque hubiéramos tenido quizá el más grande cronista taurino del siglo XX, que podía haber mandado a por café al mismo Cañabate. Hablo, como pueden imaginarse, de Manuel Alcántara. De mi Manuel Alcántara que, por lo que veo y presiento, es un señor de Málaga, sí, como el del triduo que he dicho, pero distinto del que nos han presentado algunos. Y digo que distinto porque nos han presentado a Manuel Alcántara como maestro de algo que no ha hecho en su vida, lo cual ya es difícil. Han dicho que Alcántara es maestro de la columna. De la columna periodística, ese género nuevo que se han inventado y al que han bautizado como el marqués del Contadero enganchaba sus coches: a la inglesa. Gracias a Dios, y que yo sepa, Manuel Alcántara no ha escrito una sola columna en su vida. Y menos ese horror que ahora llaman piezas Ha escrito poesía hecha artículo periodístico, que es algo muy distinto. Ha escrito sonetos en forma de artículo y sobre todo soleares en forma de artículo. Cualquier parecido con lo que llaman columnismo, que es hablar de los ministros, de la prima de riesgo y de esas N ordinarieces, no es pura coincidencia: es imposible. Lo que ha hecho toda su vida Alcántara, si me apuran, ni siquiera ha sido periodismo. Ha sido algo que ya abunda poquísimo en España, un bien escaso que debería ser protegido, como las Tablas de Daimiel o los linces de Doñana: literatura de periódico en forma de artículo. Lo de Alcántara ha sido literatura de periódico desde siempre, desde la revista La Hora del SEU o desde las páginas del Arriba de la calle Larra, que anda que también estaba el diario de la Falange en una calle con un nombre inapropiado. Literatura de periódico o literatura de radio. Que yo creo que la inventó él, con aquel Buenas noches, Europa tan bien plumeado con el que su voz grave y jonda cerraba cada noche las emisiones de una Radio Nacional de España que por la mañana volvería a abrir con la sintonía de cuando Fernando Séptimo usaba paletó. En su voz y en la radio, los artículos de Alcántara sonaban a lo que eran, lo que son y lo que siempre han sido y serán: a poesía. Y que se mueran los feos, Manuel, porque eran poesía andaluza, que ardorosamente defendíais en Madrid dos gloriosos Manolos, tú y Manuel Mantero, cuando ninguna brújula señalaba al Sur, pintaban berza rimada vascongada o castellana, y Gabriel Celaya os insultaba en su Rapsodia Euskera con el tópico de los señoritos. Como vuestros versos, erais andaluces y se os notaba. Y a mucha honra. Y eso siempre da mucha envidia a los que como Minerva de la cabeza de Júpiter no han nacido armados, cual los andaluces, con la panoplia del dominio de la palabra. Alcántara tiene el señorío jurisdiccional de la belleza de la palabra. Mago de la soleá, ese trébol de cuatro hojas para el certero hallazgo de tres verdades, tres corazones o tres vidas metidas en tres versos: Cuando termine la muerte, si dicen a levantarse, a mí que no me despierten ¿Y esto otro? No digo que sí o que no. Digo que si Dios existe no tiene perdón de Dios Y en el muy improbable caso de que Alcántara haya escrito columnas alguna vez en su vida, no serían columnas periodísticas. Serían por lo menos como la columna que escribió en Roma y en mármol Marco Ulpio Trajano. Andaluz. Señor de la palabra. Como Alcántara. Un señor de Málaga que es el mejor autor vivo de literatura de periódico, qué columnas ni columnas. IGNACIO CAMACHO CROISSANTS La auténtica excepción francesa es la naturalidad con que se mezclan las pasiones sentimentales y el debate político A verdadera excepción francesa no es su orgulloso proteccionismo cultural sino la naturalidad con que esa sociedad mezcla las pasiones sentimentales con el debate político. No hay desde Giscard un presidente gabacho que no haya estado envuelto en aireados enredos de romances tumultuosos, divorcios alborotados y escarceos adúlteros, y los escándalos de sexo y poder se han hecho tan frecuentes que una seductora dama envuelta en ciertos affaires de influencias publicó sus memorias con el expresivo título de La puta de la República En Francia, donde el tema galante forma parte de una tradición de idiosincrasia nacional, se mantuvo durante muchos años una suerte de pacto general de silencio sobre la geografía pública del sur del ombligo pero hace tiempo que se han roto los tabúes y rasgado las cortinas de las alcobas del Estado. Lo que se ve al otro lado de los visillos es una intimidad dominada por la cruda conciencia freudo- nieztcheana poder, dinero, placer de la ambición política. No hay duda de que la posición preminente en la vida institucional abre muchas puertas a tipos que en condiciones normales no se comerían una rosca. En galanes de exquisito porte y amplia vida social como los ex ministros De Villepin o Kouchner no extrañan las aventuras pasionales que han decorado su biografía; incluso el vampiresco Mitterrand, verdadero depredador de féminas, poseía un reputado carisma intelectual que compensaba su halo siniestro. Pero sólo la aureola del cesarismo republicano puede convertir en donjuanes a un Sarkozy o a este Hollande que manda a los escoltas llevarle el desayuno recién horneado al nido de una actriz de buena planta. El escándalo de los croissants a la machadiana hora de las ojeras se ha convertido en una crisis de Estado como en su día lo fue la relación del petit Nicholas con la espigada Carla Bruni. A la gente en apuros de subsistencia le irrita la dolce vita amorosa de sus gobernantes mientras al pueblo soberano se le atraganta el café con leche. Aunque Hollande tiene y explota pinta de homo vulgaris, de humilde hombre de la calle trasunto de la clase media, parece causar en el mujerío unos estragos que llevan años cruzándose en su trayectoria. Su antigua relación con Segolène Royal dejó un poso de resentimiento que ha convertido la dirección socialista en una endogámica disputa de familia. Ahora se ve en el vértice no de un triángulo sino de un cuadrilátero con forma de ring en el que le van a llover las tortas. El país está en plena crisis social, política y de cohesión y lo que menos le hace falta es un vodevil de celos y cornamentas ante el que la élite dirigente exige un muro de intimidad imposible de levantar cuando un simple teléfono móvil es una cámara indiscreta. Conviene tomar nota porque en el tiempo de whatsapp y las redes sociales estos debates pueden saltar cualquier día los Pirineos. L JM NIETO Fe de ratas

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